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El guardián de los jardines

El guardián de los jardines

Charles Krezell se ha propuesto proteger medio centenar de vergeles en un barrio donde antes nadie paseaba tranquilo y ahora viven millonarios bohemios

mercedes gallego

Sábado, 1 de agosto 2015, 11:44

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Hay una milla verde en Nueva York y no es Central Park. Eso, como su nombre indica, es un parque. La milla más verde de la Gran Manzana está en una zona en la que hace dos décadas nadie caminaba tranquilo. Es el Lower East Side, una esquina que ha pasado de ser el gueto de negros y puertorriqueños, que la llamaban Loisaida, al barrio de millonarios bohemios en el que hoy se alquilan apartamentos por 7.000 dólares al mes.

En la cárcel

  • la lucha

  • Cuando en 1998 el alcalde Rudy Giulini decidió subastar los jardines comunitarios, hizo falta manifestarse, interrumpir físicamente la subasta, ir a la cárcel y plantarse delante de los bulldozers. El fiscal Eliot Spitzer medió para que se preservaran 200 de los más de 700 jardines que existían. Le sucedió el multimillonario Michael Bloomberg, con el que hizo falta volver a movilizarse para renovar el acuerdo. Fue ahí cuando Charles Krezell decidió fundar LUNGS y buscar protecciones de largo plazo.

En ella sobreviven medio centenar de jardines comunitarios gracias a la labor de gente como Charles Krezell, que se ha propuesto defenderlos para la posteridad. Son muchos los depredadores que acechan. A veces se les ve venir. Son inversores inmobiliarios o alcaldes sin escrúpulos. Otras, lobos vestidos con piel de cordero, como la Universidad de Nueva York o el Lincoln Center. E incluso algunos, gente bienintencionada con mucha miopía.

Charles lo mismo los defiende uno a uno que organiza acciones colectivas con planes visionarios para cambiar la legislación y garantizar su existencia más allá de la licencia renovable que los pone a merced del alcalde de turno. Su idea es rebautizar la zona como el Garden Distric y transferirlos bajo la protección del Departamento de Parques y Recreo, para que, como Central Park, nadie intente venderlos. Un nombre demasiado atractivo que preocupa a muchos, porque facilitará el desarrollo de más pisos multimillonarios para gente que no se quiere ensuciar las manos plantando huertos ni mezclarse con la comunidad, solo tener vistas a los jardines. Charles cree que esa es una batalla perdida: «Los inversores inmobiliarios ya están aquí, estamos rodeados, cuanto más nos protejamos, menos oportunidades tendrán de atacarnos».

También saca los dientes y la huestes a la calle cuando toca defenderlos uno a uno, como fue el caso este invierno de Siempre Verde, un pequeño jardín que crearon los vecinos hace tres años, siguiendo las huellas de las guerrillas verdes de los años 70. Lo limpiaron, sacaron la basura y la chatarra, despojaron a los maleantes de su guarida, lo registraron como jardín con el Ayuntamiento propietario del terreno. Plantaron flores y huertos, pusieron bancos y fuentes, organizaron reuniones y actos culturales y, poco a poco, se convirtió en un lugar de encuentro para la comunidad. Un alveolo por el que respirar en la jungla urbana donde Charles ha fundado un gran pulmón, LUNGS (Loisaida United Neiborhood Gardens), «para dejar de ser islas aisladas y prestarse una pala o un rastrillo».

Pronto el nuevo jardín captó la atención de William Gottlieb, propietario de una pequeña parcela contigua, que desde hace años intenta anexionarse esas pequeñas propiedades públicas para construir un edificio. Con el nuevo alcalde Bill De Blasio embarcado en la promesa electoral de construir 200.000 viviendas asequibles, Gottlieb creyó que había llegado su oportunidad. A cambio de la parcela de Siempre Verde prometía alquilar «a precio asequible» tres de los 16 apartamentos exentos de impuestos que pensaba construir. Una oferta que convenció al Ayuntamiento, pero no a los vecinos.

Cuando el Departamento de Preservación de Vivienda acudió al Comité de Distrito Comunitario 3 para pedir su respaldo, Charles lanzó un llamado a través de LUNGS para llenar la sala. «La fuerza está en los números», advirtió. En los 90 la movilización popular salvó muchos jardines de la mano del alcalde Rudy Giuliani, que logró vender más de 150.

Protesta de berenjenas

Y sí, también esta vez la sala se llenó, tanto que muchos tuvieron que sentarse en el suelo. Llegaron con disfraces y pancartas en forma de flores y berenjenas que planteaban una súplica: «Por favor, salvad nuestro jardín». Hubo quien se negó a oírles, convencida de que «los jardines están ocupando demasiado espacio», se atrevió a decir Zulma Zayas, la única que votó a favor. Los vecinos contaron al comité cómo ese pequeño jardín en forma de L, que ni siquiera sirve para construir un edificio por sí solo, les había cambiado la vida. Y al final, el comité decidió que «ofrece a la comunidad invaluables beneficios ecológicos, medioambientales, culturales, educativos, económicos y de salud».

Charles lo sabe bien. Hasta hace poco la puerta de su casa se abría a uno de estos jardines, De Colores, que él mismo fundó con esos principios en 1996, cuando nadie quería vivir en este barrio y los propietarios incendiaban sus edificios para cobrar el seguro. «Solo en mi manzana había seis parcelas abandonadas. En el parque de al lado vivían más de 300 vagabundos que se duchaban en las tomas de los bomberos. Nadie entraba allí de noche sin salir violado o robado», recuerda.

En su jardín, sin embargo, hacían exposiciones los niños del barrio, tocaban los músicos y hasta se acercaba Tom Wolf a apoyar actos para financiar escuelas en Guatemala, pero su casero le había echado el ojo para aparcar su camión. El año pasado, molesto por una escultura que no le gustó, le dio quince días para marcharse, después de 22 años pagando el alquiler. Desde entonces Charles vive en un piso como los demás, pero se pasea en bicicleta de jardín en jardín, con su cuadrilla de colegiales que ayudan a reparar merenderos o pintar vallas. «Lo mejor es hacer algo positivo», recomienda.

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