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El tesoro, en una fotografía difundida por el propio millonario.
El cofre del tesoro de Forrest Fenn

El cofre del tesoro de Forrest Fenn

El millonario ha escondido en las Rocosas un montón de oro, gemas y joyas. De vez en cuando aporta nuevas pistas para una búsqueda que está «fuera de control»

carlos benito

Viernes, 15 de mayo 2015, 01:55

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Cada vez que Forrest Fenn abre la boca, miles de personas escuchan con toda su atención. En realidad da lo mismo lo que diga, aunque sea la mayor trivialidad, porque toda esa gente se dedicará a reflexionar largamente sobre sus palabras, volviéndolas del derecho y del revés por si acaso contienen la clave definitiva. Con bastante lógica, Forrest Fenn es el único que sabe dónde está escondido el tesoro de Forrest Fenn, y todo el mundo está enterado ya de que a este jubilado millonario le encanta jugar, así que la próxima pista puede estar camuflada en la frase más tonta.

Fenn, de 84 años, tiene una de esas biografías que parecen el resultado de coser varias vidas, porque supo reinventarse a mitad de recorrido. Durante casi veinte años fue piloto de las fuerzas aéreas estadounidenses, con una espléndida hoja de servicios en la Guerra de Vietnam: completó 328 misiones, su avión fue derribado dos veces y acumuló una hermosa colección de condecoraciones. Fue precisamente en el segundo de esos reveses bélicos, caído en la selva laosiana, donde tuvo el primer atisbo de lo que quería hacer con su futuro: en 1970 dejó el Ejército y abrió una galería en Santa Fe. El negocio superó todas las expectativas y Fenn empezó a abastecer de arte y antigüedades a personajes ilustres y ricos como Jacqueline Onassis, Steven Spielberg, Robert Redford o Donna Karan. Mientras tanto, él mismo se fue rodeando también de millones y de objetos hermosos: desde la supuesta pipa de Toro Sentado está especializado en arte nativo americano hasta la alfombra persa de 44 metros cuadrados para la que diseñó un estudio a medida.

En 1988, le diagnosticaron un cáncer de riñón y le dieron un 20% de posibilidades de sobrevivir. Fue entonces cuando cerró la galería y concibió su novelesca idea de esconder un tesoro. Se hizo con un cofre de bronce del siglo XII y lo atiborró de objetos valiosísimos, como quien prepara las chucherías para un cumpleaños: metió pepitas de oro del tamaño de huevos de gallina, figurillas precolombinas, un anillo español de oro y esmeraldas, antiguas tallas chinas de jade, una jarra llena de polvo de oro y un brazalete indio de turquesas, entre otras maravillas, y completó el conjunto con unos cuantos diamantes, rubíes, zafiros... Fenn no sucumbió al cáncer «arruiné la historia», prefiere decir él y tampoco llegó a hacer nada con su arcón, pero en 2010, cuando cumplió los 80, decidió que había llegado el momento de completar su plan. «Cualquiera que se muera teniendo más de 50 dólares es un fracasado», ha declarado a la revista Hemispheres.

«Está mojado»

A modo de pistoletazo de salida para su particular yincana, publicó un libro que incluía un críptico poema. En sus veinticuatro versos están las nueve pistas iniciales para encontrar el tesoro, partiendo desde «donde las aguas cálidas se detienen». A medida que Fenn ha ido aportando nuevas claves, el terreno de búsqueda se ha acotado a cuatro estados: Nuevo México, donde reside, pero también Colorado, Montana y Wyoming. Allí, en algún lugar de las Montañas Rocosas, por encima de los 1.500 metros de altitud, espera el arcón. Fenn ha aclarado que no está en un cementerio, después de que un buscador acabase arrestado por excavar donde no debía, y también ha puntualizado que, de hecho, él nunca ha dicho que lo haya enterrado. Algunas de sus pistas son desconcertantes: «Llévate un bocadillo». Otras suenan a impenetrable sabiduría budista: «Si tuvieras las coordenadas, podrías encontrarlo». Y la más reciente, de este mismo año, dice así: «Sé que el cofre del tesoro está mojado».

Esa última aportación la ha hecho en un vídeo confeccionado por las autoridades turísticas de Nuevo México, que no dejan de frotarse las manos ante su iniciativa. La multitud que participa en la búsqueda ha ido creciendo año tras año, hasta un punto que el propio Fenn considera «fuera de control». Este verano, se calcula que unas 50.000 personas se aventurarán por riscos y valles con la intención de hallar el arcón y resolver su porvenir. Hay foros de internet donde se debaten enigmas como qué diablos será «the blaze», ese resplandor o llamarada que aparece en el poema, y también han surgido aguafiestas que sostienen que todo es una gran broma, o que las pistas de Fenn no conducen a un montón de oro sino a un lugar de iluminación espiritual. Incluso apareció un tipo convencido de haber descubierto el cofre a través de Google Earth, asomando bajo un arbolito descortezado: cuando llegó al lugar real, no había ni tesoro, ni arbolito. Desde fuera, todo parece caótico y demencial, pero Fenn asegura que algunos buscadores se han acercado a menos de 60 metros de su objetivo.

El millonario puede estar satisfecho. Según ha declarado, el principal objetivo de su juego siempre ha sido empujar a la juventud a disfrutar del aire libre, en recuerdo de aquellas excursiones por Yellowstone que emprendía de pequeño junto a sus padres y su hermano Skippy. Claro que también hay personas sedentarias que han tratado de abrir un atajo fácil hacia la riqueza: entre los miles de correos electrónicos que ha recibido Fenn, se cuenta una veintena de propuestas de matrimonio. Es una vía de éxito improbable, si tenemos en cuenta que nuestro hombre lleva más de sesenta años casado con su esposa, pero tampoco lo de echarse al monte parece muy prometedor.

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