Edición

Borrar
Contrato de sangre

Contrato de sangre

José Tomás ya no torea si en la plaza no tienen 2,5 litros de A-. Es el último en unirse a la larga lista de famosos que pone condiciones para actuar

julia fernánfez

Sábado, 9 de mayo 2015, 00:31

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

José Tomás es una leyenda viva del toreo. Se lo ha ganado a base de naturales y verónicas. Con estocadas certeras y arrimándose bien al morlaco. Desafiando a las supersticiones cuando se viste de amarillo. Tomás es un mito. De los que luego inspiran libros y películas. Y también, un divo. Este fin de semana, el de Galapagar volvió a Aguascalientes, la plaza mexicana donde tomó la alternativa en 1995 y estuvo a punto de morir en 2010. Navegante le arrancó de una cornada la vena femoral y la arteria ilíaca. La vida estuvo a punto de escapársele en ese río de sangre que empapó el albero. Le trasfundieron hasta siete litros.

Por eso, ahora, el diestro no pisa el callejón si no hay cinco unidades de su tipo de sangre en la enfermería. A-, un grupo sanguíneo que en España solo tiene un 8% de la población. A muchos les parece una extravangancia, pero tiene más que ver con la llamada cláusula Van Halen. En los años 80, este grupo de rock duro reclamaba a los promotores de sus conciertos una fuente de pastillas de chocolate M&M de todos los colores, excepto marrones, en el camerino ¿Una marcianada? En absoluto. Su vocalista, David Lee Roth, lo explicó después en su autobiografía. Si aquello se cumplía, significaba que todo lo demás se había montado siguiendo las instrucciones técnicas y de seguridad necesarias. De lo contrario, es que no se habían leído el contrato.

Ahora bien, no todo lo que piden los famosos es tan razonable. Entre sus demandas, hay mucho capricho arbitrario. Un ejemplo es la cantante canadiense Celine Dion. Ahora está retirada de los escenarios para cuidar de su marido, el productor René Angélil, enfermo de cáncer. Pero cuando estaba en lo más alto de su carrera, allá por 2008, sus contratos eran de 67 páginas y exigía la compañía de su psicoterapeuta y ¡su dentista! También llevaba a su hijo René-Charles, a la niñera, a la asistente... Y a once guardaespaldas. La seguridad es un tema que «obsesiona» a los famosos. Lo dice José María Íñigo. El veterano periodista, de 72 años, sabe muy bien de lo que habla. A lo largo de su dilatada carrera, que empezó cuando solo tenía 18, ha tratado con un extenso número de estrellas y conoce al dedillo sus principales preocupaciones. En este campo «no improvisan» y se aseguran de que sus condiciones se cumplan «contratando a su propio equipo de protección».

«No eres nadie sin avión»

Por eso, «normalmente se acompañan de un séquito enorme de personas que impiden una relación cercana». Además de los guardaespaldas, se traen al mánager, al asistente, a expertos en estética, a estilistas y hasta al masajista. Para Ricky Martin, este último es fundamental si va de gira por el desgaste que le produce cada concierto. Le ayuda a recuperarse... y también a relajarse. Algunas personas que han trabajado con él a lo largo de estos años cuentan que el puertorriqueño ha llegado a gastarse «hasta 10.000 euros a la semana en masajes y tratamientos faciales» pre y postconcierto. Madonna, en cambio, no puede viajar sin maquilladores y peluqueros. La imagen, ante todo; aunque luego la pillen en chándal camino del gimnasio. La reina del pop tampoco soporta que las luces de los jardines a los que dan sus habitaciones estén encendidas por la noche. Perturban su descanso.

Capítulo aparte es el del medio de transporte que eligen para viajar. Muchos tiran de «avión particular». «No eres nadie si no tienes», ironiza Íñigo. La lista es larga: Justin Bieber «al que le gusta hacer esperar a la tripulación», Paris Hilton, Mariah Carey «que ha llegado a comprar todos los billetes de un vuelo regular para ir sola cuando no ha podido volar en su aparato» Woody Allen... Este último no lo tiene tanto por divo sino por escrupuloso: le preocupan los gérmenes y siempre va con mascarilla, como Michael Jackson. Eva Longoria, sin embargo, no se mueve si no lleva media docena de estampas de vírgenes y santos en el bolso.

Luego está el tema del alojamiento. En los hoteles donde reservan están acostumbrados a sus peticiones. El Ritz de Madrid es uno de los más cuidadosos.«Aunque no solo lo hacemos con las celebrities, sino con todos nuestros clientes», explican con amabilidad, la misma que derrochan con los huéspedes. Si saben que les gusta encontrarse determinadas cosas en la habitación, las tendrán. Si les desagradan otras, desaparecerán. Y si tienen algún antojo no programado, será satisfecho ipso facto. A los famosos les pierden las toallas blancas. El artista mexicano Luis Miguel es particularmente exquisito con este tema. También pide velas con olor a vainilla, bebidas energéticas, tequila, vodka y whisky. En el lado contrario está Miguel Bosé, que prefiere la ropa de baño negra. Durante un recital en Lima en 2008 solicitó nada menos que veinte.

v

Lo del autor de Papito es una excentricidad porque los rostros conocidos tienen, en realidad, predilección por los ambientes claros. La cantante Jennifer López quiere que se cambien hasta los muebles si no son de esta tonalidad y se lleva hasta sus propias sábanas. ¿La razón? No puede dormir con telas hechas con menos de 250 hilos. La actriz Nicole Kidman es otra de las que utiliza su ropa de cama y la acompaña de unas instrucciones para que el personal del establecimiento la haga a su gusto. Lady Gaga no llega a tanto. Solo pide que sean de satén y que instalen a su novio, Taylor Kinney, en otra habitación. ¿Raro? No tanto como la silla de oro de 24 quilates que encargó al diseñador Ken Borochov cuando la operaron de la cadera en 2013. La bautizó con el nombre de Emma, por cierto.

A la estrella americana Neil Diamond más que el blanco le gusta el rosa. «Cuando vino, nos pidió que su camerino fuese de este color», cuenta Íñigo. En la puerta, una estrella y su nombre en letras doradas completaban el set. A su colega Katy Perry le pasa lo mismo, le gusta este tono pasteloso combinado con beis. Además, reclama lámparas francesas y una nevera de cristal en el cuarto. Y avisa:nada de claveles. Los odia. Con esto de las flores se coronó el músico británico Elton John. En enero de 2009, exigió que el camerino del concierto de Santiago de Chile estuviera adornado con ficus de dos metros, rosas y orquídeas rojas y blancas. Esta última planta es de sus favoritas y hasta tiene una que lleva su nombre. Al cantante británico siempre le han gustado los ornamentos florales y se ha gastado una auténtica millonada en ellos. Así lo confesó él mismo durante la batalla legal que mantuvo con sus excontables en el año 2000: desveló que entre 1996 y 1997 se le fueron cerca de 500.000 euros en flores.

No se acaban aquí las exquisiteces. Los famosos también hacen gala de un paladar divino y no se cortan al pedir. Desde el que quiere un chef con disponibilidad las 24 horas (Luis Miguel y, otra vez, Lady Gaga), hasta quien no puede vivir sin pajitas (Shakira, para cuidar que no se le borre el carmín de los labios), sin olvidarse del amante del caviar y el foie (que no fallan en el camerino de Julio Iglesias) o los langostinos (Britney Spears). Otros prefieren darse caprichosos más modestos:Rihanna pide comida basura, a Paris Hilton «no pueden faltarle piruletas y un espejo de cuerpo entero», Chayanne es fan del agua mineral francesa y el café descafeinado y Paulina Rubio, el huracán mexicano, quiere una tabla de quesos... Aunque lo sorprendente es que es no es para ella, sino para sus perros.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios