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julia fernánfez
Jueves, 7 de mayo 2015, 00:34
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Bernard Duvert es un hombre jovial de mejillas sonrosadas. Le gusta fumar. Puros. Y pintar. Siempre viste de oscuro y nunca le falta una cruz al cuello.
Sus convicciones religiosas son fuertes. Es católico. Y cura. «Freelance», subraya. Lo dice porque en Roma no quieren verle ni en pintura. Fue expulsado al poco de ordenarse en 1979. Nunca escondió sus preferencias sexuales. Es gay.
Hoy vive en Caussade, un pueblo del sur de Francia, cerca de Montauban. Al obispo de esta ciudad se le eriza el vello si alguien le pregunta por el padre Marie-Bernard. Para él es el «falso sacerdote».
Por curioso que parezca, Duvert está en contra del matrimonio de personas del mismo sexo, como la Iglesia. Eso sí, no por el mismo motivo. «No acepto sus argumentos intolerantes y homofóbicos», dice. A él no le van estas bodas porque «son contrarias al estilo de vida» de los homosexuales. «Es un amor excepcional», no tradicional, «que no debe vivirse en el estatus de la familia si no se quiere cambiar su naturaleza». Tampoco está a favor de tener hijos.
Arte sacro entre lo erótico y lo místico
El padre Marie-Bernard ha hallado en la pintura el vehículo a medida de sus ideas. Su última exposición se llama Confesiones públicas y en ella se desnuda. Figuradamente. Es una concepción liberal de arte sacro, que camina entre «lo erótico y lo místico». También es irreverente. Uno de los cuadros muestra a un Papa que mira con un microscopio a un Cristo en la cruz y con una erección. «Simboliza la vida».
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