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La isla de Selambina

Paisajes para vivir Granada ·

Los senderos de la costa ascienden al castillo de Salobreña, ubicado sobre un prehistórico islote en el centro de una bahía

Martes, 1 de agosto 2017, 00:59

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El viento de levante genera inmensas olas de color verde que tapizan las tierras que se extienden entre los roquedos y el mar. Son tupidas hojas de cañadú, de cañas de azúcar, descendientes de aquellas que desde Oriente, hace más de un milenio, colonizaron los fértiles sedimentos que el río Grande arrastra desde las montañas hacia Alborán y que rodean el gran cerro en cuya cima se asienta un castillo que fue prisión de sultanes nazaríes y residencia de Aixa, la esposa repudiada de Muley Hacen, abrigo y defensa de la ancestral población de Salobreña, de casas aferradas a la ladera. Ya solo quedan vestigios de aquellas grandes extensiones de caña dulce, de cuyos ancestros se poblaron las plantaciones de Cuba y Latinoamérica y que se mantuvieron sobre las costas del delta del Guadalfeo hasta la primera mitad del siglo XX, empujadas hasta muerte por el avance del desarrollo turístico, económicamente rentable, y medioambientalmente insostenible. Ocupaban un territorio singular, donde aún se mantienen acuíferos subterráneos que afloran en forma de humedales, manantiales que brotan de las rocas del cerro, y en el que a duras penas sobreviven ecosistemas rupícolas en los que crece flora especializada en roca, escasez de nutrientes, viento y sal; sobre el que vuelan pequeñas rapaces y es posible observar, en ocasiones, el paso de águilas pescadoras.

Para conocer y comprender la evolución biogeológica y geográfica de la línea litoral granadina, hay que dejarse llevar por las corrientes de poniente en el mar, y los senderos y veredas que, semiocultos entre las urbanizaciones, acceden a los puntos clave de su paisaje y su historia. Desde los acantilados de la Caleta, en dirección este, las viejas factorías de molturación de la caña de azúcar y su conversión en alcohol y licores de tradición ultramarina, dan paso a la vega de Salobreña, un paisaje cambiante en la medida del tiempo geológico, que en tiempos del Calcolítico, una época a caballo entre el Neolítico y la Edad de Cobre, hace solo 4.000 años, era una gran bahía sobre la que afloraba una alta y escarpada isla emergida del mar de Alborán. Los fenicios, un milenio antes de Cristo, la llamaron bahía de Selambina y la isla sobre la que comenzaron a levantar sus poblados ya era una pequeña península enlazada con las tierras de la bahía por un pequeño itsmo, un brazo de tierra, de sedimentos arrastrados por el Guadalfeo, y que crecería poco a poco hasta llenar el delta y modelar el paisaje actual.

El sendero que desde la Caleta se adentra en las vegas se topa con los tajos del Gambullón, la cara oeste del cerro sobre el que se sustenta el castillo y mira hacia Alborán, donde su hermano menor, el peñón, aún se mantiene rodeado por el mar, excepto en su conexión con las tierras de la vega convertidas en aparcamientos y restaurantes.

La antigua vereda de acceso al castillo nazarí fue convertida hace unos años en un sendero habilitado para conectar el paseo de la fortaleza con la vega y el peñón y que parte junto al manantial del mismo nombre de los tajos y el sendero. El abandono y dejadez lo han deteriorado hasta tal punto que hay que recorrerlo con un cuidado extremo, y en ocasiones, saltándose escalones destrozados. Pero este camino, dotado de miradores, es un recorrido entre las esencias del ecosistema del cerro de la Shalubinya árabe, donde crecen helechos conocidos como doradilla vellosa y sédum, además de salsolas y atriplex, acostumbradas a ambientes salinos, y que forman parte de lo que se conoce como matorrales halonitrófilos, y que cohabitan con multitud de plantas introducidas a través de los siglos, como los granados, higueras, adelfas, pitas y chumberas. La vegetación termófila mediterránea se sucede entre las grietas, con candilillos, rubias silvestres y palmitos (…)

Lee el reportaje completo, fotogalerías, vídeo. Mapa y datos de ruta y ecosistemas, en la revista de naturaleza de IDEAL, Waste Magazine.

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