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El dueño del bar y la camarera dicen ahora que no vieron las agresiones de Alsasua

El propietario del Koxka cambia de versión ante el tribunal tras manifestar a la Policía Foral que su empleada le informó de una pelea en el local

Mateo Balín

Madrid

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Miércoles, 18 de abril 2018

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El dueño del bar Koxka de Alsasua (Navarra), en el que durante la madrugada del 15 de octubre de 2016 fueron agredidos dos guardias civiles y sus parejas, y la camarera del local declararon ayer que no vieron nada. Comparecieron como testigos ante el tribunal de la Audiencia Nacional que juzga a ocho procesados por delitos de lesiones y amenazas terroristas, y después declararon los policías forales que intervinieron en la trifulca.

Josu Muñoa, propietario del local, y la empleada Naira N. aseguraron que no vieron la agresión ni dentro ni fuera del establecimiento y que cuando salieron a la calle se encontraron con el teniente Óscar, de 27 años, tendido en el suelo «pero sin sangre en el rostro, solo con un corte pequeñito en el labio de apenas un centímetro». Un testimonio sin la menor relación con la declaración del martes de las cuatro víctimas.

La camarera narró que esa noche no pasó «nada» que le «llamase la atención». «Yo no me enteré absolutísimamente de nada», aseguró la testigo, que reiteró que «en ningún momento» percibió que «estaba pasando nada» dentro del bar, ni siquiera los puñetazos e insultos que los agentes y sus novias dijeron haber sufrido dentro del local cuando intentarban salir.

Ya en la calle, Muñoa aseguró que cuando se encontró con el teniente y con su novia María José N., de 21 años, que le increpó en un primer momento -«hijo de puta, me dijo, aunque luego se desdijo al darse cuenta que no era uno de los agresores»-, le entregó su chaqueta para taparlo. Tras ello habló con la camarera y le comentó que «había habido una bronca». Por su parte, la empleada relató que al salir del bar le llamó la atención que el sargento «tenía una camisa blanca y estaba limpia», mientras que los dos primeros policías que llegaron al lugar subrayaron que lo primero que vieron fue esa camisa con marcas de suelas de zapatos.

También el fiscal José Perals mencionó una contradicción del dueño del Koxka. Le recordó que en una declaración anterior ante la Policía Foral afirmó que fue la camarera la que le explicó, y no al revés, que «estaba pegándose una cuadrilla de personas latinoamericanas».

«Nos increparon por hacer el juego a la Guardia Civil, que no eran de aquí. Fue una paliza», declaró un agente

De los acusados en el juicio, el dueño del Koxka solo reconoció haber visto a Ohian Arnanz, el mismo que según los policías forales que declararon ayer trató de agredirles fuera del bar. Preguntado sobre las amenazas y pintadas -«El pueblo no perdona»- que la novia del teniente denunció que padecen sus padres, que también regentan un bar en Alsasua- respondió: «Yo sé lo que cuentan ellos. Yo también he recibido amenazas y pintadas de la Falange, anarquistas y más gente».

«El ambiente allí es el que es»

Tras estos testigos comparecieron siete agentes forales, dos de los cuales fueron los primeros en intervenir aquella madrugada de octubre. Detallaron que había un grupo de «30 o 40 personas» que se encontraban en el exterior del local. «El teniente estaba en el suelo, tirado. Dos chicas llorando y el sargento, que llevaba una camisa blanca con (marcas de) suelas del zapato en la camisa, protegiéndoles. La gente que estaba allí concentrada nos recriminó por entrar en el juego de la Guardia Civil. Nos preguntaban que por qué no nos llevábamos detenido al sargento y sí al chico (el procesado Jokin Unamuno), que no eran de aquí», declaró un agente. ¿Temió por su integridad física?, preguntó la abogada del Estado. «Evidentemente hubo riesgo por la tensión del ambiente. Fue una paliza completamente».

Los dos agentes coindieron en señalar que los concentrados se burlaron de ellos «con gestos despectivos» durante la media hora que transcurrió hasta que aparecieron los refuerzos y que alguien abrió la puerta del coche y sacó a Jokin, al que tuvieron que volver a detener con resistencia. «El ambiente en Alsasua es el que es. Cuando hay una alcoholemia u otra diligencia siempre acabamos rápido porque pronto empiezan los gritos, los insultos y nos tiran vasos», relató uno de los agentes forales.

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