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De casta le viene al galgo

¿Legislatura corta?

El Gobierno de los 137 escaños del PP puede, sí, sufrir algún sobresalto en los próximos meses, sea con ocasión de los Presupuestos o con cualquier otro motivo que esté a mano

Gonzalo Jiménez-Blanco

Domingo, 4 de diciembre 2016, 10:48

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De tanto que últimamente se habla en España de Donald Trump y del Brexit, acaso haya quedado en un segundo plano nuestra propia realidad nacional. Hora es de retomarla, una vez que el Gobierno ha sido designado y empieza a ponerse en marcha para abordar tareas muy urgentes, empezando por la elaboración de los Presupuestos para 2017.

Si algo han dejado claro los últimos acontecimientos de Estados Unidos y del Reino Unido es que, incluso en democracias muy asentadas, el oficio de profeta es de muy alto riesgo, aunque se embosque bajo el nombre científico de la demoscopia. Todos los augures han fracasado de manera no ya estrepitosa, sino incluso grosera. Tiresias sólo hubo uno y estaba muy lejos: nada menos que en Tebas.

Hemos de ser humildes, por tanto, a la hora de pontificar la suerte de la legislatura política que acabamos de inaugurar en España. El Art. 115 de la Constitución permite al Presidente del Gobierno disolver el Congreso de los Diputados a partir de comienzos de mayo de 2017 y además sucede que las encuestas (sea cual fuere, insisto, su grado de credibilidad) le sonríen, de manera que el recién investido Rajoy puede tener la irresistible tentación de apelar al pueblo soberano, en la expectativa fundada de ver que los escaños del PP se incrementan.

¿Vamos necesariamente a ese escenario, de resultas del cual las elecciones se celebrarían dos meses más tarde, es decir, a principios de julio del mismo 2017?

Hay factores que juegan en sentido contrario. El PSOE no anda precisamente en su mejor momento (para decirlo con lenguaje versallesco) y por tanto va a hacer todo lo posible para que Rajoy no se sienta agobiado y se decida a pulsar el botón en mayo. De Ciudadanos cabe decir algo parecido: los sondeos le auguran un mantenimiento (o incluso un leve ascenso, habida cuenta de que, por su flanco izquierdo, se le puede abrir mucho hueco), pero el elector centrista es el menos predecible de todos, de manera que su actitud hacia el gobierno va a alternar amagos de discrepancia con una complacencia sustancial. Y con los nacionalistas (sobre todo, los catalanes) ya nadie cuenta para los cómputos, una vez que decidieron dejar su tradicional ambigüedad y poner sobre la mesa los objetivos máximos. Por lo que hace a Unidos Podemos, lo natural es que sean fieles a sí mismos, pero su incapacidad estructural de sumar sus escaños a los de otros grupos les va a hacer difícil escapar de la marginalidad.

En resumidas cuentas: el Gobierno de los 137 escaños del PP (amén de la cómoda mayoría absoluta en el Senado) puede, sí, sufrir algún sobresalto en los próximos meses, sea con ocasión de los Presupuestos o con cualquier otro motivo que esté a mano. Pero tengo la impresión de que las oposiciones (hay que hablar en plural, como en los tiempos de las Cortes de la Segunda República) no van a ser agresivas con Rajoy. No le van a dar la coartada (así no se puede gobernar) que seguramente le gustaría tener para activar el mortífero mecanismo, casi incluso letal, del Art. 115 de la Constitución. Pero sabiendo todo el mundo que, si acaso a partir de mayo le entra la voluntad de hacerlo, nadie se lo puede jurídicamente impedir.

Y, como es obvio, soy muy consciente de que me puedo equivocar con mi pronóstico. Visto lo visto en el Reino Unido y en los Estados Unidos con los profesionales más acreditados, no sería tan grave.

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