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El espejo de Mariano

El espejo de Mariano

Metódico, disciplinado, solitario y amigo de llamar al pan, pan y al batacazo, batacazo.Juan Vicente Herrera abre la sucesión en el PP. «Hay que saber elegir el momento de irse»

antonio corbillón

Viernes, 29 de mayo 2015, 01:07

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Lo difícil de la política no es llegar, sino irse». En agosto de 2010 y, como todos los agosto desde 1997, Juan Vicente Herrera se había echado al Camino de Santiago junto a un grupo de amigos y algún periodista. La caminata, el aire libre, la confesión... En unos meses había que cerrar las candidaturas para las autonómicas de 2011 y él ya sopesaba la posibilidad de dejar vía libre tras una década como presidente de Castilla y León. Pero «es un hombre disciplinado», repite todo el mundo a su alrededor. Al final, el partido y la realidad de un país y una comunidad al límite le hicieron seguir en el redil de la política.

Alejado del núcleo duro del PP madrileño

  • Un barón que no quiso serlo

  • Frente a los antecedentes del llamado clan de Valladolid que llenó los despachos del PP de políticos cercanos a José María Aznar, Juan Vicente Herrera ha evitado todo lo que ha podido las alfombras de Génova, 13.

  • La minería, una condena económica y política

  • Llegó a la política hace 25 años para poner orden en la minería, carcomida por la corrupción en las ayudas. Sus mayores conflictos han sido con el ministro de Industria, José Manuel Soria, al que rogó salidas para los cientos de familias que están a punto de quedarse sin ingresos. Le acabó llamando «antipático y arrogante». En su despacho la primera semana de campaña electoral se llegó a plantear pedir el cese del ministro canario.

  • 1.700

  • votos le han faltado al PP para garantizar el parlamentario 43 y lograr una nueva mayoría absoluta (en las Cortes regionales se sientan 84). Los conservadores han perdido 11 escaños. Es la primera vez desde 1991 que el Partido Popular no logra la mayoría absoluta en Castilla y León.

Cuatro años después, la historia se repitió. En octubre pasado y sin hacer el mínimo ruido se fue al despacho de Rajoy para confesarle que tal vez era el momento de renovar el partido en su granero de votos más fiel. Regresó con una respuesta a la gallega: «Seguiremos hablando». Durante los meses posteriores, Herrera no acababa de deshojar la flor de la continuidad. Sus pocos pero muy fieles amigos tenían claro que a partir de mayo iban a recuperar para la amistad a este vecino de Burgos, donde nació hace 59 años. Un hombre que repite su ruta urbana con la precisión de una línea de autobús. Pero en febrero, el propio Rajoy se molestó en viajar hasta San Rafael (Segovia) para arrancarle en una comida su continuidad. «Soy disciplinado», volvió a justificarse Herrera.

Pasado el zafarrancho electoral, el simple aval de este castellano «profundamente humano, cariñoso y para quien el eje del mundo son las personas», como le define uno de sus mejores amigos burgaleses (y que reclama discreción por respeto al hombre) no ha sido suficiente para garantizar la mayoría absoluta en su región. Le han faltado 1.700 votos aunque es, con mucho, el resultado más decente de su partido en España. «No es malo del todo para el PP, pero sí lo es para mí», confesó a pecho descubierto en la noche electoral.

Pero al día siguiente estalló. No aguantó más que le trataran a él y a su gente como siempre se les ha visto en Madrid, una cantera en la que foguear políticos y tener garantizadas las mayorías, pase lo que pase. Ya había dado muestras de que la «discreción y paciencia franciscanas» de la que hablan sus conocidos se estaban agotando. Al ministro Montoro le llamó «mentiroso» en diciembre cuando intentó manipular las cuentas para justificar un trato discriminatorio a una comunidad fiel al espíritu de su gente, austera y cumplidora. El estallido final llegó en la campaña electoral cuando la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, dio la espantada en un mitin en León, la provincia donde había que arañar esos votos que al final le han separado de la mayoría. Los mineros habían anunciado bronca y nadie quería verse en esa foto. Hubo gritos y huevos, pero Herrera, gran aficionado a los toros («me quedo con Antoñete y con el corte de torero de Curro») supo templar y dejar subir a la tarima y hablar a un portavoz del carbón. No fue suficiente para evitar el fundido en negro en esta provincia. Tres procuradores menos y pérdida del 50% de votos en El Bierzo.

Abundantes parecidos

Más calmado el lunes, antes de abrir la puerta a su marcha, este político nada dado a acudir a Madrid a hacer de palmero en la calle Génova, 13, le espetó desde la distancia a Rajoy que reflexione antes de decidir si repite candidatura a la presidencia del Gobierno. «Yo le diría: presidente, mírate en el espejo». Curiosamente, si le hiciera caso, podría encontrar algunas similitudes con su barón castellano. Rajoy, solo diez meses mayor que Herrera, es un licenciado en Derecho con título de registrador de la propiedad al que le pudo la ambición política. También titulado en Derecho en Navarra, Herrera confiesa que «si hubiera aprobado la oposición a notarías no habría caído en la política». Los paralelismos continúan con la rutina de una semana de vacaciones en las playas de las Rías Bajas (Rajoy en Sanxenxo; Herrera en La Toja) y la afición a las caminatas.

«Juan Vicente es como un sherpa. Ha hecho del Camino de Santiago parte de su ser. Ningún mes de agosto perdona». La vida del exalcalde de Castrojeriz (Burgos) y exparlamentario, Eduardo Francés, ha circulado pareja a la del presidente regional. «Con una mirada nos entendemos». Fueron compañeros de colegio, de residencia y facultad en Navarra. Francés incluso fue uno de sus dos avalistas para afiliarse al PP. Ocurrió cuando frisaba la treintena y ya ocupaba un cargo técnico en la Junta de Castilla y León. «No venía de la cantera de las Nuevas Generaciones ni de lejos», bromea su colega.

Eduardo recuerda a su lado a aquel chico un año menor que disfrutaba de los campamentos en la sierra de los Jóvenes de Acción Católica. «Un chaval normalísimo, muy majo y correcto». Tanto en su colegio de los jesuitas, como en la universidad, Herrera fue un estudiante sin especial brillo pero «que se ganaba a la gente porque era muy cercano».

El mayor de cuatro hermanos (uno fallecido muy joven), es hijo de una familia acomodada de Burgos, de gran arraigo por ser titulares de Almacenes Campos (apellido materno), un clásico de la ciudad. Tras fracasar como opositor (una espina que, reconoce, lleva dentro) se fogueó entre 1987 y 1992 como letrado entre Madrid y Burgos. Hasta que recibió la llamada del entonces consejero de Economía y Hacienda de la Junta, Fernando Bécker (actual responsable de Iberdrola España), para que fuera su secretario general y pusiera orden en el avispero de las ayudas a la minería.

Un trabajo concienzudo que no impidió que las luchas intestinas por los sillones le dejaran fuera del gobierno de 1995 con el que su antecesor, Juan José Lucas, trató de llenar el vacío que dejó la marcha de José María Aznar y su equipo a Madrid. Como compensación, Herrera aceptó el papel gris de portavoz en las Cortes regionales, un lugar sin debate alguno y donde el rodillo popular trituraba cualquier alternativa. En 2001, Aznar concedió a Lucas un ministerio y el político soriano, incapaz de elegir entre sus dos vicepresidentes, buscó el relevo en Herrera, que ejercía el mando con pedagogía y sin estridencias ni abusos.

El resto han sido 14 años desgastando la vida en el asiento de atrás del coche oficial en el intento imposible de «vertebrar» (archirrepetida palabra) la región más grande de Europa con más de 94.000 kilómetros cuadrados. «Acude cada año a la feria agrícola de Lerma y saluda a la gente por su nombre de pila», recuerda un alto cargo burgalés.

Un tiempo en el que, metódicamente, reserva los domingos para la rutina que le ancla a sus esencias. Acudir a misa a La Cartuja de Miraflores burgalesa a las 10.15 horas, antes de acercarse a La Favorita y Ojeda, dos clásicos de la gastronomía local. El sábado pasado, pasó su día de reflexión en Luz y Vida, su librería de toda la vida. «Suele comprar tres o cuatro libros cda semana, los devora todos, sobre todo ensayos». Una colección de The Beatles y los temas de Los Secretos completan sus pasiones. Sin olvidar su afición a los toros. Soltero, muy celoso de su intimidad, los pocos que han podido asomar la nariz tras la puerta de su casa (herencia familiar) la recuerdan como un contenedor de libros abocado al silencio. Uno de los pocos que cruzaba ese umbral era su primo favorito, Julián Campo, un místico que dejó todo y se marchó de misionero a Calcuta. Julián falleció en un accidente de tren en Palencia en 2006. Herrera le describe como «mi alma gemela». Con él recorrió el Camino muchas veces. Y por él volverá a hacerlo «en solitario, sin que se entere nadie, que es como más le gusta», explica Eduardo Francés. Dicen que el Camino te llama tres veces. En su caso, sería también el tercer intento de «elegir el momento de marcharse».

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