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p ‘Peter Pan’. El productor fue un buen amigo de Michael Jackson.
«Tráeme un Old Jack, Pino»

«Tráeme un Old Jack, Pino»

El hombre que metió a Mick Jagger en La Moncloa y que juntó a Mercury y Caballé con ‘Barcelona’ cuenta su historia, que es la de la música en España

francisco apaolaza

Martes, 7 de abril 2015, 00:41

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Posa en una foto de familia de agricultores en Carinaro, un pueblo del sur de Italia.Es el niño de la chaqueta de terciopelo marrón y viste gafas de sol, el pelo de Beatle, descarado, extemporal como un iPhone en el ajuar de Tutankhamón. Está claro quién de todos ellos estaba llamado a revolucionar la música en España, no hay margen de error. ¿Se acuerdan de Montserrat Caballé y Freddie Mercury cantando Barcelona a dúo en las Olimpiadas? Él tuvo la culpa. Con 11 años, Pino Sagliocco (Carinaro, Italia, 1949) salió despedido de ese olvidado pueblo a una vida galáctica en las cumbres de la música, un destino loco que recuerda en el hall de un hotel de Madrid con una narración agotadora, brillante, excesiva y caótica; en fin, una historia muy italiana.

«Yo ya sabía que no pertenecía a Carinaro», cuenta Pino, que con los años terminaría siendo nombrado hijo predilecto del municipio. Pero aún falta mucho para eso. En el futbolín de la Asociación Católica un cura le arreó un bofetón y el chaval le devolvió el golpe con una silla. Desde ese momento se convirtió en un demonio que amaba la música de JimiHendrix y que en adelante tocaría la vida de oído, en una improvisación casi intuitiva. Aún nadie quería que jugara con sus hijos ni que mirara a sus hijas. Los padres de las crías de Carinaro lo tenían claro: « Casaros con cualquiera menos con Pino».

Ya era un estiloso apestado cuando con 9 años se metió en un circo que paró en el pueblo y se largó con ellos. Solo quería escapar. «Me daban de comer, me ponían a limpiar y no preguntaban nada. Ya vendría la policía». A los dos meses llegaron los agentes, preguntaron por un crío que se había esfumado y respondieron: ese». Dos años más tarde, le dijo a su padre que se largaba definitivamente y lo puso en un tren sin dinero, ni ropa, ni billete. Llegó hasta cerca de Roma y lo bajaron frente a un hotel en el que hizo de botones. «Llamaban a casa para decirle a mi padre que estaba bien. Yo solo quería que estuviera orgulloso de mí». Y lo estaría, pero más adelante. Al tiempo.

Esa vida tan azarosa acabó por meter a Pino en la alcoba de una líder feminista donde leía a Marx y donde alguien le dejó en el bolsillo unos tiques de comida para la universidad, en plena efervescencia del movimiento estudiantil en Milán.En uno de esos corrillos, soltó:«Yo he venido a la universidad a comer»; pero acabó dando un discurso y comenzó a organizar pequeños conciertos y festivales folk. De ahí a las casas okupas de Barcelona, a celebrar recitales de Alan Stivell, de Moustaki asociado con la CNT, de Spandau Ballet, Duran Duran... Y llegaron las noches en Studio 54, las camisas de seda y el new age en el Ku Ibiza. En 1986 conoció a Queen. «Hablaban bien de mí».

Así que se la jugó. En agosto de ese mismo año, había contratado al grupo británico para tres conciertos en España y días antes le llegó un mensaje alarmante:«Madrid está muerto, no hay nadie». Organizó una entrevista express a Freddie Mercury en Informe Semanal y el estadio del Rayo se llenó con 25.000 personas. Pino es de esos tipos que de vez en cuando salta al vacío y siempre cae de pie, como si además de un pelo envidiable Dios le hubiera dado dos alas: «Yo siempre he querido hacer algo grande y me planteé ser productor televisivo... El dinero lo hace cualquiera, pero muy pocos hacen historia».

En aquella entrevista de TVE, Freddie Mercury admitió que le gustaría cantar con Montserrat Caballé. Y Pino volvió a jugársela: le soltó al líder de Queen que la diva quería grabar con él «un LP entero», pese a que el hermano de la soprano le había dicho que no. Los citó en Barcelona a cenar y ella no pudo resistirse. «¿Y si hacemos un programa de televisión con vosotros dos?», preguntó Pino, y Mercury lo echó de la mesa delRitz de Barcelona por osar a romper la magia que había surgido entre los dos artistas. «Me fui a mi casa derrotado, pero lo volví a intentar». Mercury solía aparecer por Ibiza y el productor italiano montó un superespectáculo como gancho. Monserrat Caballé solo acudiría si se lo pedía el líder de Queen. Y la llamó: estaba afónica, pero accedió. Le mandaron un jet privado y cinco años después todo el país cantaba Barcelona. Lo retransmitieron televisiones de 31 países de todo el mundo.

Con Nelson Mandela

Dicen que maquinando se llega a Roma y el camino de Pino comenzó a ser cada vez más insólito, más galáctico. Withney Houston, Paul Simon, Leonard Cohen, los Stones, Elton John, Michael Jackson, la gira estelar de un tal Joaquín Cortés...En ese rosario de historias hay algunas gloriosas.

Frank Sinatra no quería venir a España porque, segúnPino, guardaba el sabor de la desazón de unos cuernos de Ava Gardner con un torero o dos, pero un lleno en Barcelona lo reconcilió con el país.Aquellas noches de 1992 morían en confesiones tardías en el piano del bar de un hotel de madrugada: elRat Pack (el grupo de amigos que se montó alrededor de Humphrey Bogart), la afición a los trenes, por qué Nancy, su hija.... Un día llamaron a un médico porque el maestro no se encontraba bien. Pero Sinatra prefería otro tratamiento: «Tráeme un Old Jack, Pino», le pidió.

En aquellos años, España bailaba su crecimiento a ritmo de cancán. Siempre tramando algo, a Pino se le ocurrió que Mick Jagger y Felipe González tenían en común muchas cosas. «Le dije a Mick que tenían que conocerse, que hacía unos años, el presidente de España había estado en un partido prohibido y que él era su satánica majestad. Y que ese hombre tenía un pico de oro y Jagger esa boca... Tenían que encontrarse». Terminaron paseando por el jardín de los bonsáis en la tarde más rockera que se recuerda en el palacio de La Moncloa.

Ese camino por el backstage de las estrellas incluía noches en Neverland, la casa parque de Michael Jackson, «el alma más pura» que ha conocido.El 21 de agosto de 1993 acusaron al cantante de abusar de un menor. Pino supo que Jacko «moriría después de aquello; habían matado a Peter Pan». La última vez que se encontró con él estaba rodeado de gente que le mantenía medio secuestrado, que no dejaba que viera a nadie. Fue «un golpe durísimo», pero no el definitivo.

El que lo tiró a la lona sucedió en 2001, cuando montó un concierto de tributo a Nelson Mandela en Barcelona. De 18.000 entradas se vendieron 2.000 y, aunque había contratado una persona para las relaciones públicas de la visita, Pino pasó cinco días con el líder sudafricano en un hotel sin que nadie quisiera recibirle. «Vino el alcalde (Joan Clos) y de milagro. Eso representó un golpe durísimo para mí, más moral que económico. Me hundí y dejé esa vida».

Ahora es el presidente de Live Nation en España, una compañía que gestiona las grandes giras mundiales, y nada en la piscina de su casa de la ciudad condal con un mp3 sumergible, donde tiene guardadas sus 500 canciones preferidas. «He vuelto y voy a hacer el gran festival del Hard Rock Rising en Barcelona. Pino is back, eso es ¡Pino is back!», grita en el hall del hotel de Madrid.

¿Y su padre terminó por sentirse orgulloso?

Sí. Yo me ocupo de él y de muchos de mi familia. Ahora él es el hijo y el padrone soy yo. Vive en el pueblo, donde es una celebridad, y le recuerdan que sus hijos jugaban conmigo. ¡Pero si casi lo mato por vuestra culpa!, les responde. Está bien, pero no soporta que le digan eso.

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