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Todo comenzó con el Estatut

Todo comenzó con el Estatut

El auge independentista de Cataluña hunde sus raíces en la elaboración del último marco de autogobierno y el fallo del Constitucional

Ramón Gorriarán

Lunes, 13 de octubre 2014, 23:59

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En qué momento comenzó a gestarse la ola independentista que amenaza con dar la vuelta al mapa político de Cataluña y con provocar una fractura de las relaciones con el resto de España de difícil arreglo y para mucho tiempo. Existe un consenso más o menos generalizado en que la génesis hay que buscarla en el Estatut aprobado en referéndum en el 2006 y mutilado por el Constitucional en el 2010. Aquel texto exacerbó el nacionalismo en Cataluña y estimuló el sentimiento unitario en España.

En el proceso de elaboración del Estatut, el PSC quiso emular a CiU y los nacionalistas quisieron parecerse a Esquerra. La centralidad política catalana, representada con sus matices por ambos, se desplazó hacia posiciones soberanistas. «Se disparó la pulsión nacionalista», recuerda Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona y presidente de la plataforma Federalistas de Izquierda. Había un concurso por ver quién era más catalanista, y en paralelo «se va incubando un profundo malestar hacia Madrid», que se agrava con la dilatada tramitación en el Constitucional del recurso presentado en el 2006 por el PP y resuelto solo cuatro años después con un amplio recorte de su alcance.

Ese momento de la sentencia es el que transforma «el catalanismo soberanista en independentista», afirma Jaume López, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra. Hasta entonces, el nacionalismo aspiraba al reconocimiento de Cataluña como nación, pero una vez negado la sensación de agravio se extendió por sectores de la sociedad catalana que no albergaban ese sentimiento. Algo a lo que también contribuyó la irreflexiva frase de José Luis Rodríguez Zapatero en el 2003 de que el Parlamento de España aprobará el texto que salga del Parlamento de Cataluña, que despertó una impresión de engaño. Otra fuente de alimentación de la ola soberanista fue la beligerante actitud del PP contra el Estatut, con campaña de firmas en toda España y recurso al Constitucional incluidos.

Se puede pensar que la corte de garantías prendió la mecha, pero ya antes se habían producido hechos que contribuyeron después a explicar el escenario. Además de la incumplida promesa de Zapatero de respetar el proyecto que aprobara el Parlament, en diciembre del 2003, el PSC, Esquerra e Iniciativa suscribieron el pacto de gobierno del Tinell que supuso después de 23 años el descabalgamiento del poder de CiU, ganadora de las elecciones, y el arrinconamiento del PP en la política catalana. En septiembre del 2005 el Parlament aprueba el Estatut; en enero del 2006 Zapatero pacta con Mas la modificación del proyecto en el Congreso, que lo aprueba en marzo y en junio es refrendado en referéndum en Cataluña con una baja participación, pero con el 74% de los votos a favor; y un mes después los populares lo recurren ante el Constitucional.

Luces rojas

Algunas luces rojas se empezaron a encender, pero no se les prestó excesiva atención. En noviembre del 2007, alguien tan discreto como el entonces presidente de la Generalitat, el socialista José Montilla, alertó de que existía «un desapego creciente» de la sociedad catalana hacia España. Una advertencia que en su boca debería de haber sonado como un aldabonazo, pero pasó sin pena ni gloria. La manifestación del 10 de julio del 2010 por las calles de Barcelona contra la sentencia del Constitucional se convirtió en la mayor exhibición de músculo independentista.

Poco después, CiU recupera el Palau de la Generalitat con Artur Mas. Llega al Gobierno catalán y empieza a subir el listón de sus demandas ante un Zapatero en franco retroceso. En noviembre del 2011 el líder del PSOE deja el palacio de la Moncloa a Mariano Rajoy, y comienza un pulso que continúa hoy. Mas llega a Madrid en septiembre del 2012 con una demanda de un pacto fiscal para la financiación de Cataluña. Rajoy responde con un portazo y el presidente catalán encuentra la mejor caja de resonancia para su respuesta en la primera gran manifestación de la Diada. El 11 de septiembre del 2012 cientos de miles de personas reivindican en la capital catalana la independencia.

Rajoy no mide bien el fenómeno y tacha la marcha de «algarabía y lío» irrelevantes. El presidente catalán tampoco mide bien y convoca elecciones anticipadas convencido de que las masas estaban con él. CiU pierde 12 escaños y Esquerra gana 11 y se convierte en la segunda y decisiva fuerza. Mas y Oriol Junqueras trenzan una alianza estratégica con el único horizonte de una Cataluña independiente. En diciembre del 2013 pactan la fecha y el texto de la pregunta; en septiembre pasado el Parlament da cobertura legal con la aprobación de la ley de consultas, y Mas firma el decreto de la votación. El Gobierno de Rajoy recurre al Constitucional y la corte suspende la consulta.

Es más que probable que el referéndum no se celebre, pero el problema seguirá ahí. El catedrático y presidente de Federalistas de Izquierda se muestra convencido de que «el independentismo no se desvanecerá de un día para otro». Cruz cree que «vamos hacia una cronificación del problema» y solo ve como salida que el Gobierno central «introduzca algún elemento nuevo en el debate».

El profesor de la Pompeu Fabra, en cambio, sostiene que en Cataluña «se ha producido un giro estructural sin vuelta atrás». López se muestra convencido de que tardará más o menos, pero es seguro que «veremos a Cataluña como estado independiente».

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