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Philipp Lahm.
La sonrisa de la ‘Manschaft’
MUNDIAL 2014

La sonrisa de la ‘Manschaft’

«Simplemente, queremos ser campeones del mundo», sentencia Lahm, el gran capitán

Ignacio Tylko

Viernes, 11 de julio 2014, 21:39

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Todo es alegría, orden y organización en la Mannschaft. Previsores y meticulosos, antes de desplazarse este viernes a Río de Janeiro, los alemanes velaron armas para la final en un lugar paradisíaco, el exclusivo Campo Bahía que mandó construir su federación en la localidad de Santo André, a 30 kilómetros de un aeropuerto. Hotel de cinco estrellas, privacidad y lujo junto al mar. 14 casas de dos plantas, restaurante, piscina, instalaciones deportivas y un campo de fútbol a sólo un kilómetro. Los germanos despreciaron la oferta hotelera de la FIFA y de la organización y se montaron su cuartel general. ¡Será por dinero!

A dos días de la final, nada altera sus planes. Pueden parecer soberbios y arrogantes y volvérseles todo en contra si Argentina les desbarata su plan, pero ya tienen diseñados los festejos en caso de ganar. La canciller Angela Merkel anunció con tiempo su presencia en Maracaná, la celebración sería en la Puerta de Brandenburgo de Berlín y hasta la firma Adidas ya tiene a punto la camiseta con las cuatro estrellas para disparar las ventas.

Antes del rutinario entrenamiento de este viernes, comparecencia ante los periodistas de Thomas Müller y Philipp Lahm, dos pesos pesados del Bayern de Múnich, la base sobre la que se sustenta la selección. Hablaron, amables y sonrientes, a las nueve de la mañana, antes de comenzar el entrenamiento y a una hora impensable en otros países como en España. Uno es el Bota de Oro en Sudáfrica, que puede repetir en Brasil porque suma también cinco goles, a uno del colombiano Jamés Rodríguez, y otro es el capitán, el polivalente futbolista que ha crecido con Guardiola y cumple como lateral, donde siempre fue de los mejores, o de medio.

«Vamos a dar todo lo que tenemos para este éxito. Vamos a sacar todo el fútbol y la lucha que tenemos en la mochila», enfatizó Müller mientras cogía el vaso y daba sorbitos de agua entre pregunta y pregunta. Estaba más serio que Lahm, que miraba de lado a lado, giraba la cabeza y lanzaba sonrisas a los periodistas. «Somos optimistas. No queremos perder más semifinales sino traer el título mundial otra vez a Alemania. La experiencia de esos partidos puede ser una ventaja y, simplemente, queremos ser campeones del mundo». «Todos están sanos. Ya que hemos llegado tan lejos, no queremos dejarlo escapar», apostilló, Oliver Bierhoff, el mánager de la selección, con la misma contundencia con la que veía puerta como goleador.

Puntos inflexión

Los fracasos del Mundial de Francia 1998 y de la Eurocopa 2000 llevaron al fútbol alemán a iniciar una transformación, a base de voluntad política y de una renovación táctica, que llevó a la Mannschaft a la lucha por el podio de todos los torneos desde 2006. Una regularidad única al más alto nivel del grupo dirigido por Joachim Löw.

Tras perder 3-0 contra Croacia en cuartos de final del Mundial galo, la Federación Alemana (DFB), después de haber observado los sistemas instaurados por Francia y Holanda, apoyó económicamente ligas de distritos para intensificar la formación de los jóvenes de 11 a 17 años. Este nuevo planteamiento está recogido en un documento denominado Programa de formación de talentos.

Pero dos años después, la eliminación en la primera ronda de la Eurocopa de Bélgica, con un empate y dos derrotas, tuvo un efecto acelerador. La formación está desde entonces orientada al alto nivel, con la creación de escuelas de fútbol en todo el país y la subvención de centros de formación dependientes de los clubes profesionales.

A partir de 2002, el Programa de formación de talentos reduce sus efectivos de 22.000 a 14.000 jóvenes con el objetivo de mejorar su preparación. De esta estructura provienen numerosos jugadores de la selección actual: Neuer, Mertesacker, Kroos, Boateng, Özil, Müller o Schürrle.

Además se pone en marcha un proyecto táctico para las categorías inferiores de la selección nacional con el objetivo de alcanzar uniformidad y continuidad en los conceptos básicos.

En el plan de la DFB los entrenadores federados son invitados a descubrir los talentos. Además se trata de ser capaces de retener a las promesas ante los intentos de algunos países de repatriar a los hijos de sus emigrantes, como ha ocurrido en varias ocasiones con la federación turca.

Descubierto por un entrenador de las categorías inferiores del Schalke, Özil es un buen ejemplo de un jugador criado y mimado en la federación germana. Me siento muy bien tratado por la DFB, ellos se han interesado mucho por mí, decía el mediapunta en 2010, año en el que saltó a la escena internacional.

A la pesadilla de la Eurocopa 2000 le siguió la gran actuación en el Mundial 2002, derrota en la final ante Brasil. Pero el torneo continental de 2004 reservaba una nueva decepción, con otra eliminación en primera ronda que obliga al seleccionador Rudi Völler a dimitir.

Le sustituyó en el cargo otro delantero de leyenda, también campeón mundial en 1990, Jürgen Klinsmann, que no tenía experiencia como técnico de élite. A partir de entonces la revolución en la federación está acompañada de la de Klinsi, que actualiza el esquema germano para ofrecer una perspectiva más ofensiva, con instrumentos y métodos científicos importados de Estados Unidos, donde finalizó su carrera y se estableció tras retirarse.

«Progresé mucho en el sprint gracias a los entrenamientos de Klinsmann. Pude mejorar también mi recuperación y mejorar mi forma física para las nuevas tareas de un atacante, tanto en las fases defensivas como en las ofensivas», dijo durante el actual Mundial el ariete Miroslav Klose, de 36 años.

Klinsmann tenía como adjunto a un técnico de segunda fila con el que compartía su gusto futbolístico, Löw, y el dúo comenzó a promocionar a los nuevos talentos, como Schweinsteiger, Lahm o Podolski. El equipo finalizó tercero en su Mundial de 2006 pero su dinámica enamoró al país, en principio reticente a la modernidad representada por Klinsmann.

Tras la Copa del Mundo, Löw pasó a ocupar el puesto de seleccionador. Y prolongó la alegría en la Eurocopa de 2008 y el Mundial de Sudáfrica, a pesar de que España les alejó del título en ambas ocasiones, primero en la final y luego en semis.

Tras la Eurocopa de Polonia y Ucrania, en la que de nuevo alcanzó las semifinales, el momento de madurez de la generación Löw ha llegado en Brasil. Sería la primera vez que Alemania gana un trofeo desde la Eurocopa de Inglaterra en 1996, demasiado tiempo para una máquina tan poderosa.

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