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J. A. GARCÍA MÁRQUEZ
VILCHES
Lunes, 4 de junio 2018, 03:35
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Partieron de Vilches el pasado viernes 1 en el crepúsculo de la primavera y esperan alcanzar los verdes prados de Guadalaviar (Teruel) el sábado 23, en los albores de un verano que para el ganado es mejor pasarlo en la frescura de la Sierra de Albarracín, a más de 1.500 metros de altitud. Después de atravesar Sierra Morena, cruzar Socuéllamos y Las Pedroñeras, bordear Cuenca, transitar por las tierras de Don Quijote y por la seculares cañadas de la antigua mesta castellana, 4 pastores con 3.000 ovejas y un centenar de cabras llegarán a la provincia de Teruel para que el ganado paste unos meses en el sereno estío turolense.
Los pastores partieron de la finca vilcheña de Plazuelas, en el paraje Los Encinares, pequeño santuario natural para el pasto del ganado ovino. En él, con las ovejas distribuidas en La Casería, Dehesa las Yeguas y Hortalanca, durante 6 meses y medio han podido beneficiarse de un pasto que esta edición ha sido fresco, generoso y abundante porque durante el invierno sobrevino la lluvia. Abandonan el pequeño santuario natural para el pasto del ganado ovino de esta poblada zona de encinas, con la certeza de que en noviembre regresarán a las tierras de Jaén. Así es la trashumancia.
23 días
Durante 23 días estos pastores cruzan a pie cañadas, veredas y cordeles para vencer el ese pulso permanente que mantienen con una modernidad que anda lejos de impedir que las vías pecuarias se vean invadidas por edificios, parques recreativos, carreteras y roturaciones de tierras. La marcha a pie no es tan solo por la nostálgica recuperación de un pasado que llevaba medio siglo perdido, se trata de una cuestión económica ya que los ganaderos no pueden transportar a las ovejas en camiones por el elevado precio de los portes. Soterradas en la historia quedan también aquellas líneas especiales de trenes para traslado de ovejas.
Los pastores, con la ayuda del borrico hatero Problemas y de los mastines y careas pastoriles Tibelius, Comanechi, Lili, José Ángel, Margarita, Yésica, Faustina y Cánovas, caminan entre el sopor del día, el fresco de la noche, alguna que otra llovizna y la densa soledad del camino. Una buena tienda de campaña, un cercado portátil para encerrar al ganado o el empleo de móviles para comunicarse con la familia, convierten en soportable la dureza del viaje
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