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Imagen del retablo con el andamio delante todavía.
Restauran el retablo mayor de la iglesia de San Miguel Arcángel de Vilches

Restauran el retablo mayor de la iglesia de San Miguel Arcángel de Vilches

Los trabajos se han llevado a cabo durante tres meses por parte de Miguel Ángel Laguna y Clara Delgado

J. A. GARCÍA-MÁRQUEZ

Jueves, 15 de junio 2017, 00:58

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El Retablo de la iglesia de San Miguel Arcángel de Vilches ha concluido su proceso de restauración. Obra del tallista baezano Diego Briones, datado en el siglo XVIII, los trabajos de reparación los han llevado a cabo a lo largo de tres meses los especialistas Miguel Ángel Laguna Villalobos y Clara Delgado Fernando.

El retablo de San Miguel presentaba un deficiente estado de conservación, apreciándose en él faltas de volumen escultural, pérdidas en el dorado y en las policromías y zonas desencoladas y desprendidas que hacían peligrar el conjunto. En él se observaba también una capa de barnices oxidados mezclados con los humos de la combustión de velas e inciensos.

La intervención ha consistido en la consolidación de las piezas, cicatrización de grietas y fijación de la policromía y el dorado en su totalidad. Con medios mecánicos y químicos se realizó también la retirada de polvo y hollines y una limpieza minuciosa de los dorados. Finalizado el proceso, mediante hisopo se efectuó la reintegración cromática de áureos y, como paso último, se aplicaron dos capas de resina acrílica para proteger todo el retablo y devolverle el esplendor y la solidad que tuvo en origen.

Transición

El Retablo de San Miguel es representativo de la transición entre el Barroco y el Rococó por el incremento de la decoración vegetal carnosa, el uso de columnas salomónicas para separar las calles y el empleo de estípites, soportes con pirámides invertidas, en el ático.

Con templetes sostenidos por querubines, entre ellos un ángel negro, el retablo se enmarca en un templo del último tercio del siglo XVI, de portada renacentista, en cuyo exterior destaca la torre de planta regular con dos cuerpos separados por cornisa. En el interior, en el que la oscuridad y la piedra pelada evocan otro mundo físico y espiritual, su única nave se cubre con medio cañón que descansa en arcos fajones apeados sobre gruesos estribos con cuatro capillas hornacinas a cada lado. En una de las capillas se exponen los trofeos atribuidos a la Batalla de las Navas de Tolosa.

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