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Las tres morillas de Jaén

Las tres morillas de Jaén

Cuenta la leyenda que cuando la fortaleza estaba al mando del capitán Solimán, éste sufrió la pérdida de su esposa tras el parto de tres niñas: Aixa, Fátima y Marien

MANUEL RODRÍGUEZ ARÉVALO

Miércoles, 4 de mayo 2016, 00:43

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Entre los siglos XI y XIII se realizan las mayores transformaciones en la alcazaba de Jaén. En el extremo oeste se edifica un nuevo recinto, denominado en las fuentes cristianas como Castillo de Abrehuí, un espacio irregular situado a menor altitud, cuyos lienzos y torres fueron construidos en tapial de tierra, con una perfecta adaptación a la quebrada orografía, hasta el punto de que tan solo se edificaron seis torres cuadradas en el lienzo norte

Cuenta la leyenda que cuando esa fortaleza se encontraba al mando del capitán Solimán, que gozaba con la confianza del rey jienense Alhamar, tuvo que sufrir la pérdida de su esposa tras el parto de tres niñas gemelas: Aixa, Fátima y Marien.

Quiso la fortuna que un buen día llegara a Jaén un emisario del rey de Castilla para entregar al rey moro una carta de su señor. Alhamar dispuso que el soldado cristiano se alojara en el castillo los días que permaneciera en la ciudad, mientras meditaba la respuesta a la propuesta castellana.

En la cena, cuando estaban sirviendo los postres, las tres hermanas entraron jugando a la estancia y al observar el invitado quedaron ruborizadas de tal manera que salieron del comedor con la misma destreza que habían entrado.

El caballero volvió a Yayyán en busca Aixa, que le confesó que su padre la había desposado con un poderoso señor de Granada.

Solimán al ser enterado de esta afrenta palideció de ira, pero se contuvo por la capa que tenía el caballero entorno al rey Alhamar, que en pocos días se presentó en la ciudad y resolvió el problema con una decisión digna de un monarca.

Alhamar se dirigió primero a su capitán y le dijo que los tres hombres allí presentes estaban enamorados de sus hijas. Que como el caballero cristiano tiene preferencia por Aixa, quedaría Fátima y Marien, «y deberán ellas mismas decidir con quién de nosotros dos quieren casarse», indica el rey moro, que al día siguiente envió un despacho a Fernando III, dándole cuenta de todo lo que había acontecido, y rey cristiano, que estaba en Úbeda, le comunicó que deseaba apadrinar la boda del caballero y Aixa.

Se trasladaron a la ciudad de Úbeda, donde se celebró el bautizo de la bella mora y a continuación los desposorios.

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