Edición

Borrar
Un hombre exhibe entre el clamor generalizado la primera de las pavas que ayer pasearon por la plaza de Cazalilla.
La pava de Cazalilla pasea, pero ya no vuela

La pava de Cazalilla pasea, pero ya no vuela

Hubo tensión entre los lugareños y una quincena de animalistas que fueron al pueblo a protestar y que consideran el desenlace como una victoria

Juan Esteban Poveda

Jueves, 4 de febrero 2016, 00:46

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Los tiempos cambian. Por primera vez desde que hay recuerdo en una tradición centenaria la pava de Cazalilla no voló desde el campanario. La pasearon por la plaza, entre vítores. Y no a una. A dos. Como desquite. Fue el desenlace de las fiestas de San Blas. Final con sabor agridulce en el pueblo, de 800 habitantes, pues se quebró la costumbre ante la presión de las multas, de la posibilidad de incurrir en delito y de las críticas de la opinión pública por tirar un animal desde las alturas. También porque la puerta del campanario estuvo cerrada a cal y canto. Pero al menos se mantuvo la fiesta y el homenaje a la pava. Hubo tensión entre vecinos y una quincena de animalistas llegados desde varias provincias, sin incidentes más allá de insultos y de las lunas rotas en un coche. El pueblo estaba tomado por la Guardia Civil.

A las seis de la tarde entró San Blas en el templo tras la solemne procesión. La plaza era un hervidero. Lleno a reventar. Cazalilla en pleno y muchos mengibeños, bailenenses, algún jabalquinteño ... Personas de toda la comarca. Las bocas abiertas y las miradas hacia arriba, fijas en el campanario. El gentío bromeaba con la aparición de la pava. Había nervios de fiesta. «Que sale, que sale». El mocerío gritaba. «Sí, sí, sí, la pava ya está aquí». Pero la pava no salía. La puerta de la iglesia se cerró. «Que viva la pava», seguía el gentío por Manolo Escobar. Así durante casi una hora. Las caras comenzaron a agriarse. Muchos empezaron ya a desfilar hacia el bar.

María Jesús Garrido, hermana mayor de la cofradía de San Blas, decía a esas alturas encontrarse «desanimada» ante el cariz que tomaban las fiestas en su primer año con la vara de mando. Cerca de ella Carmen Flores, emigrante cazalillera que lleva 40 años en Alemania, se mostraba desilusionada. «Nunca se había visto nada igual. Yo tengo 63 años y siempre ha habido pava. Esto es un palo muy grande. Aquí nunca se le ha hecho daño a la pava», decía María Dolores Estepa. En los corrillos se mascaba el mal rato que estaban pasando muchos vecinos. El estupor general. «En la vida había pasado algo así». «Nos han cerrado la puerta de la iglesia, no se había hecho jamás». «Esto es una dictadura ecologista».

El público se marchaba ya a las siete de la tarde cuando desde un extremo de la plaza arreció el griterío. Un vecino apareció corriendo con una pava blanca entre los brazos. Estalló el alboroto general, las palmas, los vítores, las carreras, los apretones, una jauría de cámaras detrás de la frenética carrera que emprendió el hombre con la pava. «Bienvenido», dijo llamarse el portador del animal a preguntas de la prensa. Sin embargo la multitud lo aclamaba: «Fernando, Fernando, Fernando es cojonudo». «Es mi vecino. Ha tirado la pava más de treinta años», decía uno del coro. Casi nadie quería hablar con la prensa, que ayer convirtió la pava en uno de los temas de interés informativo a nivel nacional. Después de los animalistas, la prensa era el otro enemigo. Aunque los mozos le hacía requiebros nada hostiles a cualquier reportera que los abordase.

Fernando, o Bienvenido, se metió con su pava blanca en el bar 'Los galgos', y se levantó un clamor en el otro extremo de la plaza, cerca de la puerta de la iglesia, donde unos jóvenes exhibían una segunda pava, más pequeña y negra.

El plan consistía en esperar a que periodistas y curiosos se fueran y lanzar uno de los animales desde un balcón de la plaza si no era posible hacerlo desde el campanario, pero ni siquiera pudo ejecutarse así finalmente, admitían algunos vecinos.

Varias decenas de cazalilleros se dirigieron entonces hasta las afueras del pueblo, donde una quincena de ecologistas y animalistas convocados por la Coordinadora Animalista de Jaén protestaban desde las cinco contra el lanzamiento. Raúl, Triana y Marta, de Huelva y Sevilla, fueron los tres primeros en llegar a ese lugar, pasadas las cuatro de la tarde, en un coche rojo. Los esperaba un grupo de vecinos, que les increpó. «¿Valor para estar aquí? No es valor, es compromiso ético y dignidad, responsabilidad social», decían. Luego llegó una docena de ecologistas más. Comenzaron a corear consignas. «Cultura no es tortura». Varios vecinos respondieron con bromas y reproches. A las seis menos diez la procesión de San Blas pasó a menos de cien metros de la concentración. Pararon al santo en la esquina y los fieles lanzaron vivas a San Blas y a la pava entre aplausos.

Los ecologistas estuvieron allí hasta después del no-lanzamiento. «Nos han insultado. Un hombre se ha acercado amenazante y ha sido identificado por la Guardia Civil. Lo vamos a denunciar. Y han roto los cristales de uno de los coches», aseguró una portavoz del grupo. El coche rojo de Raúl, Triana y Marta.

La Guardia Civil mantuvo durante toda la tarde un fuerte dispositivo para garantizar que no hubiese altercados. A siete kilómetros del pueblo, a la salida de Mengíbar, estaba el primer control. A la entrada de Cazalilla, otro. La localidad estaba tomada por grupos de guardias. Alrededor de los animalistas se montó un triple cordón.

«Victoria»

Tras conocerse que no se había lanzado la pava, una portavoz del grupo consideró que habían logrado «una victoria» y se felicitó porque «hoy no se ha maltratado aquí a ningún animal». El partido animalista PACMA también lo celebró a través de su cuenta de Twitter.

La Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales (Anpba) ha pedido en años anteriores que en el acto se sustituyera la pava por cajitas en las que se incluyeran papeletas, o que se lanzara simbólicamente una pava de plástico, pero nadie en el pueblo imaginaba que la fiesta finalizase como lo hizo.

El lanzamiento de la pava de Cazalilla se remonta al siglo XIX cuando dos familias enfrentadas sellaron la paz con la boda de sus hijos y celebraron el enlace con el lanzamiento de una pava desde el campanario.

Los vecinos siempre han negado que la pava sufra maltrato, por lo que desde 2004 son partidarios de abonar entre todos el dinero de la multa de 2.001 euros que se impone tras la apertura de un expediente sancionador, por parte de la Junta de Andalucía, para continuar con la tradición.

Esta misma semana el juzgado de Instrucción 3 de Jaén acordaba no adoptar ninguna medida cautelar, solicitada por el PACMA, contra el lanzamiento de la pava, al considerar que el animal «no sufre daño».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios