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El pastor del monte de Santa Catalina

El pastor del monte de Santa Catalina

Acostumbrado a las inclemencias meteorológicas y a hacer muchos kilómetros al día, asegura que no cambia su oficio por nada

MÓNICA LOPERA

Miércoles, 5 de agosto 2015, 00:27

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Manuel Torres viene de familia de pastores. Su padre y su abuelo también lo eran. Por eso cuando acabó el colegio con 13 años continuó con la herencia familiar y se echó al monte con su rebaño de ovejas. «No sé hacer otra cosa, es a lo que me he dedicado siempre», dice mientras descansa un rato a la sombra junto a los restos de la muralla que hay en el monte de Santa Catalina. Es por esta zona por donde normalmente las saca a pastar, aunque depende de la época del año en la que estemos.

Ahora mismo, en verano, Manuel se levanta entre las 5,30 y las 6 de la mañana para comenzar la marcha con los primeros rayos de sol. Y está con sus ovejas hasta que hay luz natural. «Esto es de sol a sol siempre, da igual en qué época estemos», dice el pastor, que no conoce las vacaciones ni los días de descanso. «Es un trabajo muy duro porque, aunque pueda parecer fácil, no todo el mundo sabe llevar un rebaño y lo cierto es que cada vez hay menos pastores», asegura Manuel, que en la actualidad es el único que saca a pastar a sus ovejas por el cerro de Santa Catalina y montes aledaños. «A la gente joven no le gusta esto y tengo pocas personas a las que recurrir si, por ejemplo, quiero irme de viaje», subraya.

Además, como les ocurre a la inmensa mayoría de los autónomos, Manuel tampoco cae enfermo nunca. Y si lo está, hace lo posible por procurar que no se le note. «Tengo que venir todos los días, las ovejas tienen que comer y no me puedo quedar en casa, si tengo menos ganas, pues voy más lento o por zonas de menos dificultad, pero no las puedo abandonar ningún día», explica el pastor mientras observa como a los lejos sus 600 cabezas de ovejas montesinas buscan la sombra en medio de una de las tantas olas de calor que llevamos este verano.

Un sueldo digno

Se trata de una raza de ovejas que está en peligro de extinción y cuyo destino final es su venta para carne. «Por la lana actualmente no te dan nada, cuesta más pelarlas que lo que te pagan después», explica Manuel, que recalca lo sacrificado de un trabajo del que se puede vivir gracias al dinero que se obtiene de la venta de la carne, a las subvenciones que pagan por estar en peligro de extinción y también a la que le concede la Junta de Andalucía por contribuir a limpiar los montes con sus ovejas y a realizar cortafuegos que prevengan los incendios forestales. Entre todo, dice, «se saca un sueldo digno, para vivir, pero no para más y eso si tienes esta cantidad de ovejas, con menos no salen las cuentas».

No obstante, a pesar de lo sacrificado de la profesión y de que «uno no se hace rico con las ovejas», a Manuel le encanta lo que hace. No se imagina metido en una oficina o en cualquier otro trabajo donde no pudiera respirar a diario el aire limpio de las montañas. Lo mejor para él, sin duda, es «la sensación de libertad, estar muy a gusto y que nadie te mande». A pesar de eso, reconoce que cuando tenía 20 años soñaba con otras cosas. «Cuando es más joven uno piensa en cambiar de vida, pero ahora la verdad es que no quiero hacer otra cosa que no sea esto», dice este pastor mientras observa como uno de sus dos perros, el que defiende al ganado, se sienta también a la sombra a descansar.

Las suelas de su zapatos se conocen bien el Parque Natural de Sierra Mágina, Jabalcuz y Torredelcampo. «Hay días que cuando llega la noche no das el habla de todo lo que llevas recorrido», señala el pastor, que explica que no se anda lo mismo en invierno que en verano. «En primavera, hay mucha hierba y el ganado no se tiene que mover mucho para encontrar comida y en verano tampoco andan demasiado por el calor, que no les gusta nada», apunta Manuel, que indica que «luego en invierno sí se hacen más kilómetros porque hay menos comida». Entonces es cuando suben a La Mella o la sierra de Los Villares.

Son las rutas habituales del que desde hace diez años es el pastor del monte de Santa Catalina. «Antes he estado por otras zonas de la provincia, pero llegué aquí a raíz del programa que implantó la Junta para prevenir incendios», explica Manuel Torres, que aplaude la medida «tan positiva» y que ha tenido «efectos claros y evidentes». Así, señala, «ahora mismo todo el pasto aquí está muy bajo y si arde algo, aunque le metan fuego a posta como pasa a veces, el fuego se para rápidamente porque no tiene por donde correr». Por suerte, explica el pastor, nunca ha tenido que ser testigo directo de uno de esos incendios y está convencido de que si en la zona de Huesa que ardió recientemente existiera este programa de pasto de las ovejas «nunca hubiera llegado a tener tales dimensiones».

Junto con las 600 ovejas, Manuel lleva dos perros, uno que es que el que carea a las ovejas y otro que es el que las defiende. Pero, ¿cómo se consigue que los animales vayan donde uno quiere? «Pues guiándolas», dice Manuel, que es consciente de lo que a él le parece muy fácil a otro le puede resultar muy complicado.

Ganado ecológico

Las ovejas de este pastor son ecológicas. Esto quiere decir que no toman pienso habitualmente y que, si alguna vez lo hacen, consumen uno que también es ecológico. Por lo general, Manuel no suele hacer ya trashumancia, aunque la hizo en su día, cuando había que llevar a las ovejas a pastar a la campiña. Ahora, todo va a menos porque la profesión también está en decadencia. Lo que va a más, cuenta el pastor como anécdota, son los que corren y van en bici por el monte. «Es una barbaridad, antes no se encontraba uno a nadie y ahora cada dos por tres pasa alguien corriendo, a la hora que sea».

Son las historias que cuenta una persona que tiene la suerte de trabajar en lo que le gusta, aunque la labor que realiza no esté exenta de sacrificio ni esfuerzo. A día de hoy, Manuel Torres tiene claro que no cambia a sus ovejas por nada del mundo. Ni siquiera con 40 grados a la sombra o cuando se hielan las manos de frío. Hay que estar, recalca, a las duras y a las maduras.

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