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Las mujeres explicaron cómo se vive esta celebración en sus países, en la sede de Mundo Acoge. ENRIQUE
¿Cómo viven el Ramadán las mujeres?

¿Cómo viven el Ramadán las mujeres?

Marroquíes, paquistaníes y una argelina comparten cómo es para ellas esta celebración que altera su día a día en la ciudad y lejos de sus países

JÉSSICA SOTO

LINARES

Lunes, 4 de junio 2018, 03:35

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Hasta el próximo 15 de junio (o el día 16 porque depende de la luna) la comunidad musulmana festeja su mes sagrado: el Ramadán. Cuando nos referimos a esta celebración, a todos se nos viene a la cabeza la imagen de una mezquita llena de musulmanes, generalmente hombres. No obstante, el Ramadán es mucho más que este momento espiritual compartido en este lugar y cada persona lo intenta vivir de la forma más fiel a sus principios y también a lo que le marca el Corán.

Pero... ¿Cómo lo viven las mujeres? El pasado miércoles por la mañana, la sede de Mundo Acoge se convirtió en un improvisado foro de reflexión sobre este tema. Satifa Al Mojahid (Marruecos), Farhana Shahbaz (Pakistán), Mina Ashrae (Pakistán), Bouchara El Ounas (Marruecos), Hassina Abbaci (Argelia), Mussarat Nasreen (Pakistán), Shaista Rasool (Pakistán) y Farwa Usman (Pakistán) intercambiaron impresiones acerca de esta celebración que ya ha pasado su ecuador este año.

El Ramadán tiene aspectos comunes para todos los musulmanes como son rezar cinco veces al día, no se puede ingerir alimento y bebida alguna durante las horas en las que el sol está presente y tampoco se pueden mantener relaciones sexuales. Ahora bien, hay ciertas diferencias entre los países y también en la forma de vivir el Ramadán en Linares. En Marruecos, según explica Satifa, las mujeres se reúnen en una mezquita para rezar, mientras que en Linares cada mujer realiza sus rezos correspondientes en su casa, porque en la mezquita solo se reúnen los hombres. Su compañera Mina, natural de Pakistán, coincide con Satifa pero apunta que las familias paquistaníes que viven en Linares visitan su país este mes para celebrar allí el Ramadán. «También a la hora de rezar, allí se juntan las niñas del pueblo y en el colegio hay una clase aparte donde te enseñan el Corán y cómo hay que rezar», apunta Mina.

En Argelia, y al estar muy próximo a Marruecos, es muy similar la celebración del Ramadán, tal y como confirma Hassina. La marcha de muchas familias de Linares a otras ciudades con motivo de la crisis también se ha hecho sentir en cómo las mujeres celebran el Ramadán.

Antes se reunían en la casa de una de ellas para rezar todas pero, al disminuir la población en la ciudad, ya no se juntan para este fin. Los niños deben empezar a hacer el Ramadán cuando cumplen 12 años, aunque algunos de forma voluntaria comienzan antes. Las niñas, una vez que han tenido su primer ciclo menstrual.

Sacrificios y beneficios

El caso de Bouchra es particular. Ella vive con su bebé en la casa de acogida que tienen las hermanas de la Consolación en Linares por lo que convive con más mujeres y sus hijos de otras ciudades y de diferentes nacionalidades. «Ellas se adaptan a mis necesidades y a las de mi bebé. Puedo rezar y comer por la noche antes de las cinco de la mañana», asegura Bouchra. Entre risas, confiesan que apuran el tiempo que tienen antes de las cinco de la mañana para hacer la primera comida del día un poco más fuerte y poder aguantar toda la jornada. Este año, por suerte, las temperaturas están siendo sus aliadas porque no tienen que soportar el calor de otros años.

Reiteran que el Ramadán es una celebración que les aporta muchos beneficios pero reconocen el sacrificio para todos. En estos países todavía la mayoría de las mujeres se dedican al cuidado del hogar, mientras que los hombres son los que trabajan fuera de casa. Para estos últimos, intercalar el Ramadán con sus quehaceres diarios se hace duro pero no lo es menos para las mujeres. Señalan que cuanto más grandes sean las familias, el madrugón es mayor porque tienen que preparar la comida para todos, por lo que pueden levantarse de la cama a las 4 de la mañana, o incluso antes. «En Ramadán no dormimos mucho, pensamos más en comer», confiesa riéndose Bouchra, un comentario al que le siguen las risas cómplices del resto.

Shaista confiesa que es difícil vivir el Ramadán cuando tienes hijos. «Es un poco complicado seguir el Ramadán cuando tienes que trabajar fuera, luego en casa y cuidar a los niños, pero tiene muchos beneficios ayunar porque nos da energía», asevera Shaista. Ella ayuda a su madre, Farwa, en las labores cotidianas porque son días en los que las horas de sueño escasean.

Como curiosidad, durante el Ramadán las mujeres de Marruecos y Argelia no pueden ir maquilladas y a su vez deben cuidar especialmente su vestimenta. Esto último también en Pakistán. Tampoco pueden cotillear ni hablar mal de nadie.

Solidaridad e igualdad

El Ramadán es el mes más esperado del año para ellas, pese a que su día a día cambia. Destacan que les purifica el cuerpo y la mente y que pueden comprender con el ayuno cómo se sienten aquellos que no tienen nada que llevarse a la boca. «Entendemos el problema de otros que andan miles de kilómetros huyendo de sus países», sostiene Mina.

Recalcan que son especialmente solidarios en este mes con los que menos tienen y entre las familias se ayudan con dinero para que puedan comprar alimentos. «En Ramadán los precios suben mucho y hacemos donaciones a las familias para que compren cosas. En Pakistán se dona mucho. Una de las enseñanzas que aprendemos con esta celebración es que hay que ser generosos y compartir», puntualiza Shaista.

Por otro lado, y aunque se sienten muy orgullosas de su religión, consideran que las nuevas generaciones traerán más igualdad para las mujeres. «Por ejemplo, mi abuela en mi país me diría no hagas esto o lo otro, como trabajar fuera de casa porque es una mentalidad antigua. Pero si yo me tapo mi cuerpo y estoy con mis normas, puedo hacerlo porque mis padres no me dicen que no lo haga», comenta Mina.

Farhana se muestra a favor de que tiene que existir una igualdad real entre mujeres y hombres, al igual que el resto de sus compañeras. «Nuestro profeta Mahoma ayudaba a su mujer en la casa y hay que tener igualdad», señala Farhana.

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