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Nuestro tiempo se acaba

Nuestro tiempo se acaba

Huesos de aceituna ·

De la contaminación en las grandes ciudades mejor no hablar, sólo visitarlas, ver y respirar

JOSÉ LUIS GONZÁLEZ

Domingo, 17 de diciembre 2017, 00:25

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No sé cómo tienen que decírnoslo. De continuar con la misma dinámica, el calentamiento global acabará con la vida en la tierra. Así lo aseveró un grupo de 15.000 científicos de 184 países -nada más y nada menos-, que alertaron sobre las negativas tendencias ambientales que amenazan «seriamente» el bienestar humano y causan daños «sustanciales» e «irreversibles» a la Tierra. Se da la circunstancia de que es la segunda advertencia seria que la comunidad científica lanza en los últimos 25 años. Como es lógico colegir, a la primera hicimos poco o ningún caso, según el país del que hablemos. Veremos a esta segunda.

Entiendan que no sea optimista. Si miro un lado del globo terráqueo vislumbro la melena rubia del ínclito Donald Trump, coronada con esa oscura nube tóxica de ranciedad y populismo zafio que le retrata no sólo a él, también a la sociedad estadounidense en su conjunto. Si giro la cabeza a la derecha me doy de bruces con Vladimir Putin, en este caso con cabellera en extinción, al igual que la igualdad y los derechos humanos en el país que preside y que, en plena sintonía con Trump, recibe el inconcebible apoyo de sus conciudadanos.

Pero sin alejar tanto la mirada, aquí gozamos de la clarividencia de un Presidente del Gobierno que un día -no hace tanto- dijo lo siguiente: «Yo sé poco de este asunto, pero mi primo -científico- supongo que sabrá. Y él dice: He traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?». Este hombre, también hay que recordarlo, sigue encabezando las encuestas para reeditar su presidencia en las próximas elecciones generales -sean éstas cuando sean-.

Imaginen el cesto que puede quedarnos con tales mimbres. Pero es que, acercando más la lupa, estamos aquí sumergidos en nuestro cada vez más extenso mar de olivos. Cada vez más de regadío, cada vez menos ecológico, cada vez más límpido de cualquier atisbo de vegetación 'incómoda'. Sí, nos da de comer. Pero, ¿hasta cuando? Lo peor es que este territorio no es una excepción, no hay más que darse una vuelta por las cercanas Almería y Murcia para comprobar que otros cultivos mantienen la misma inercia. De la contaminación en las grandes ciudades mejor no hablar, sólo visitarlas, ver y respirar.

Es posible que ya conozcan mi tendencia -a veces patética- al optimismo. Pero, ¿quién con dos dedos de frente puede serlo en este tema y ante tales circunstancias? Parece ser que Emmanuel Macron, presidente francés, ha caído del guindo a juzgar por sus declaraciones en la cumbre global 'Un Planeta' (One Planet), en la que ha convocado en París a jefes de Estado y de Gobierno y a representantes del mundo financiero y de la sociedad civil para aumentar la financiación y el apoyo a proyectos sostenibles. Allí ha sentenciado lo siguiente: «Estamos perdiendo la batalla, no hay que equivocarse». Yo añadiría: «otra vez».

La cuestión que se nos plantea es: ¿cuántas equivocaciones nos quedan? Nuestro planeta es muy probable que haya perdido la paciencia, que ya no nos ofrezca más oportunidades. Lo que ocurre es que la sociedad, como en tantos otros asuntos de capital importancia para el futuro, vegeta en la confortable nube de la desinformación; no está educada ni exige que las generaciones futuras puedan estarlo. Estamos a otras cosas. Nos interesamos más por las fronteras, los muros -físicos y mentales- y las banderas; por el sectarismo y la mentira global que rezuman las redes sociales. Dejamos a un lado lo elemental para caer en brazos de lo superfluo mientras nuestro tiempo se acaba. Pobres diablos.

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