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Pastores, gallos y palabras

Opinión | La Zaranda ·

Espero la oportunidad de poder salir a sacar mis perros de paseo, como Pandura reflejaba a Trotsky en La Habana, mirándonos los tres, con un gesto apaciguo su premura

MANUEL MOLINA

JAÉN

Domingo, 18 de marzo 2018, 19:59

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Llueve como en Macondo, de forma persistente, a ráfagas, con granizo, chirimiri, incluso aguanieve en un momento. Qué variedades más curiosas decide el agua para caer, para lanzarse sobre la tierra ya mojada después de conocer la sed. Espero la oportunidad de poder salir a sacar mis perros de paseo, como Pandura reflejaba a Trotsky en La Habana, mirándonos los tres, con un gesto apaciguo su premura. Es su hora y no se mueve del asiento, siempre leyendo, como si no quisiera ir a la calle, venga hombre. Salimos y una tromba de agua nos hace recogernos bajo un voladizo arquitectónico. Junto a nosotros me encuentro una entusiasta reunión de adolescentes que se arremolinan entusiastas en corro y dos se encuentran cara a cara. Ya está, pelea, supongo, y me equivoco.

Comienza a salir de un móvil un ritmo monótono y una chica da una señal: ‘tiempo’, uno de ellos comienza a recitar versos con una extraña naturalidad, como si repitiera un texto aprendido y va rimado hasta que lo cortan. La chica da otra orden: ‘tú’ y otro chico encarado con el anterior le replica al argumento con versos también. En algún momento, aunque haya echado mano de un ripio le reconozco con disimulo la inventiva y el grupo a su vez, porque hacen comentarios de ánimo. Se acaba el tiempo. Dictaminan quién ha ganado y surgen otros dos, chico y chica, para ocupar el centro. Se repite la operación. Con la excusa de la lluvia pego todo lo que puedo el oído y me maravillo de haber encontrado la poesía, así de imprevista, rodeada de un aguacero, bajo el soportal de un edificio y con unos imberbes intérpretes. «Habíamos quedado en el parque pero llovía mucho y nos hemos mandado un whatsapp para cambiarlo aquí.»

Les dejo enfrascados en sus rimas y ritmos para aprovechar una tregua del temporal, por las aceras me imagino a los pastores griegos que gustaban de la poesía dialogada para inventarse fingidos amores (o no) y desencuentros con humor, retorciendo las palabras puede que en hexámetros y esperando réplicas de sus cuitas y desdenes, eso sí, con alguna sal gorda. Y recuerdo también los troveros, no los cubanos, sino los que existen aún en algunos pueblos que recitan y cantan en duelos de ingenio y rima. Los uno también a quienes de un modo parecido en Brasil practican un arte similar. La palabra adornada y rápida, como un latigazo de ingenio. Pasaron mucho tiempo de lado, sin que se les apreciase arte, tal vez como esa chiquillería que crea de manera espontánea, en su mayoría ignorados por el profesorado que les imparte Literatura a machacamartillo, enristrando como me hizo ver un alumno, ‘listines de tíos muertos’, desconociendo su arte.

Poesía. Siguen buscando el acertado nombre de las cosas en corrillos, no el patio de Moguer, pero buscan lo mismo, casar tres criaturas inquietas y escurridizas, el significado, el significante y el referente; vamos, decir con tino aquello que piensan y envuelto en ritmo. «Mira que repetir segundo de ESO, chiquillo, dos años con el mismo bocadillo.» Veintitantos siglos cazando palabras, maravilloso empeño. Vuelvo empapado, mis perros también. Ni miréis así, les digo, que cada uno tiene un poema.

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