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El Guadalquivir, mito, símbolo y llamada

Carrera ·

Alfredo Ybarra

Miércoles, 18 de octubre 2017, 00:14

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El Guadalquivir es médula viva de la historia, la cultura y el desarrollo de nuestra tierra. Su cuenca hidrográfica abarca las provincias andaluzas y además las de Murcia, Albacete, Ciudad Real y Badajoz. Su nombre proveniente del árabe y que significa “el río grande” dice mucho de lo que ha significado como realidad vívida y como mito y símbolo de muchos sueños. Ahora la Universidad de Sevilla, a través de su Biblioteca organiza una importante muestra sobre el Guadalquivir, donde expone valiosos documentos de distinta naturaleza y origen sobre el río. Se trata de poner en valor y recuperar una memoria de casi tres milenios y de camino, de algún modo, plantear preguntas de futuro. Se celebra con motivo del 90 aniversario de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, y se puede visitar en ese espacio siempre sorprendente y extraordinario del Archivo General de Indias desde estos días hasta el 18 de marzo. La muestra se denomina “Guadalquivir. Mapas y relatos de un río. Imagen y mirada” y está comisariada por el iliturgitano José Peral López, arquitecto y profesor de Composición Arquitectónica. Al respecto Peral señala que "se trata de un recorrido entre el pensamiento y el sentimiento sobre este río que fluye en nuestra vida y que pertenece a la memoria personal y también colectiva”. El hallazgo de un manuscrito del siglo XVIII sobre el río Guadalquivir en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla es el punto de partida de esta exposición. Su autor, Matías de José de Figueroa, que se define en el legajo como "arquitecto del agua", da cuenta en una narración a medio camino entre el informe y el relato novelado del "estado del antiguo Betis hasta ahora no visto, ni publicado por algún escritor hidráulico". Desde ahí se establece un recorrido sobre la historia del río, desde su pasado mitológico hasta un futuro con muchas posibilidades. De este modo, se pone ante la mirada del espectador el proceso de construcción de una imagen poliédrica del río. Y es que se podría escribir la historia de muchos pueblos y ciudades, de distintos enclaves geográficos, atendiendo sólo al reflejo de su río. El Guadalquivir es un caudal de memoria, referido, evocado, cantado, pintado, fotografiado, aprovechado, navegable, conquistado, defendido, soñado…, un cuaderno sorprendente repleto de aromas y matices, donde podemos descifrarnos. La exposición discurre por 657 kilómetros, desde las cumbres claras de Cazorla hasta la mestiza barra sanluqueña. En ese descenso interpretativo el visitante puede contemplar mapas, libros, láminas, lienzos, fotografías y piezas arqueológicas que arrojan luz a su mitología, a su legado histórico y cultural, a su energía dinamizadora. Muchas han sido las interpretaciones, escritas, dibujas y pensadas. Y es de esta abundancia de representaciones que el río ha generado, a lo largo de los siglos, de lo que trata eta muestra. La exposición une el pasado con el futuro del río y deja que creemos una imagen de cómo entendemos y vivimos el Guadalquivir, que se proyecta más allá de ser un bien físico, y se sitúa como patrimonio, sí, material, pero también anímico. José Peral señala en el río tres vertientes: el cauce histórico, el cauce vivo y el río mental “que discurre por las mentes de los andaluces, pues es, sin duda, el gran símbolo de Andalucía y de su historia". Lo primero que identificamos del río es éste como recurso y ayuda en la humana labor. El hombre siempre se ha apropiado de los lugares con agua en la naturaleza. Además de este primitivo aprovechamiento, habría que ir añadiendo, con el paso del tiempo, el papel del río como fuente de energía (desde los molinos a las centrales eléctricas), como medio de transporte y comunicación (tanto de personas y materiales como de culturas y religiones), así como fondo inagotable de historia y educación. Gerardo Diego escuchó en el Guadalquivir la perenne canción políglota del agua a su paso por Córdoba: "Canta que canta el Betis su sempiterna copla/ en latín y ladino y rabino y arábigo". Acertada esta exposición que lujosamente nos pone delante de un río en el que el hombre a veces ha desvariado en sus intervenciones, un río al que todavía en muchos lugares se le da la espalda en una relación que debería ser mucho más tratable y cercana. Un Guadalquivir del que no se está haciendo la suficiente pedagogía, tan necesaria para reconocernos, para repensarnos en la convivencia y en nuestro diálogo con el futuro.

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