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Miércoles, 17 de enero 2018, 12:20
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Hace dos semanas, el pasado miércoles 3 de enero, dos alpinistas de 27 y 28 años, naturales de Jaén, fueron rescatados tras quedar atrapados en el corredor central del Alhorí, en Sierra Nevada. La evacuación, llevada a cabo por la Sección de Rescate e Intervención en Montaña (Sereim) y la Unidad Aérea de la Guardia Civil de Granada, tuvo lugar en torno a las tres de la tarde, y finalizó sin heridos.
Ahora, la madre de uno de los rescatados ha escrito una carta en la que cuenta lo ocurrido, narrando los momentos de angustia vividos y aprovechando para dar las gracias al Sereim por su «labor humanitaria», que les hace ser «unos ángeles salvadores».
El día 3 de Enero del recién estrenado 2018, nuestro hijo Alejandro y su amigo y compañero de montaña, Torres, decidieron realizar el corredor central del Alhorí en Sierra Nevada que tanto ansiaban, ya que estaban juntos en estas vacaciones y el tiempo iba a ser espléndido, con sol y sin viento.
Nos llamaron por teléfono:
- Hemos llegado bien, ya vamos a meternos. La nieve está muy buena para progresar con los crampones y los piolets, llevamos una cuerda y 'friends' por si tuviéramos que encordarnos y poner unos seguros. Te he cogido el casco, mamá.
- Vale luego llamáis o enviáis mensajes, si hay cobertura, cuando podáis.
Al cabo de las horas, sobre las dos de la tarde. Otra llamada. Respondo muy contenta:
- Hola, ¡qué bien! ¡Ya lo habéis conseguido!
- Mamá, dile a papá que se ponga al teléfono… - contestó él.
Comprendí que algo pasaba y no iba bien. Yo no les podía solucionar mucho, porque sólo soy montañera. Su padre, Eufrasio Araque Díaz, lleva más de media vida en la montaña, habiendo sido monitor de escalada en hielo y roca de la Escuela Nacional de Alta Montaña (E.N.A.M.). De inmediato, escuchó atento lo que le consultaba Alejandro, y él, con toda la serenidad que requieren estos momentos, se lo contó. Eufrasio le dio explicaciones claras y concisas para superar el obstáculo que se habían encontrado y no esperaban.
Ya estaban en el tramo final del corredor central del Alhorí, habían superado la mayor parte, no sin dificultad. Sin embargo, en los últimos 5 o 6 metros se habían encontrado una barrera de hielo en un estrechamiento que ellos no podían superar porque los anclajes de roca ('friends') no se quedaban, ya que había mucho hielo en la roca.
Fue una sorpresa que este estrechamiento estuviera tan pelado de nieve y tan cargado de hielo. Retroceder era demasiado arriesgado e intentar progresar era arriesgar más aún la vida. Una situación que para ellos límite.
Supieron realizar las técnicas que requería la situación para mantenerse asegurados y afianzar la reunión, según les iba indicando Eufrasio.
Sin embargo, enero tiene poca luz de día y veían que el tiempo se les echaba encima. Nos preguntaron si podían pedir ayuda al 112. Casi adivinábamos en la posición que estaban, sujetos a duras penas en un muro casi vertical de hielo al que no conseguían hincar más a fondo los piolets y crampones.
En esos momentos, antes de responderles, en escasos segundos, te planteas:
1. ¿Estoy verdaderamente en una situación de peligro de la que realmente no puedo salir por mis propios medios?
2. ¿Realmente necesito pedir ayuda?
3. ¿Y si pongo en peligro la vida de los que vengan a rescatarme?
Es un cúmulo de interrogantes que tienes que resolver en esos escasos segundos e ir descartando dudas con sensatez y cordura, y quedarte con lo que realmente debes de realizar dadas las posibilidades.
Les dijimos que llamaran al 112, mientras su padre volvía a comunicarse con ellos para seguir aportando conocimientos útiles para superar el momento y montar bien la reunión.
Yo decidí comunicarme con el guarda del refugio de Postero Alto, porque aún teníamos tiempo. Le expliqué la llamada que habíamos recibido de Alejandro y Torres para que nos orientara sobre a quién llamar o qué hacer.
Nos dijo que llamáramos a la Guardia Civil (062), porque ellos conocen bien la zona y los localizarían pronto. Tomó nota de nuestros nombres y nuestros teléfonos y de los de ellos para ir poniéndose en contacto con todos, si era necesario. Nos tranquilizó mucho porque nos dijo que si no había otro problema en media hora más o menos estaban realizando el rescate. Esas palabras nos sonaban a música celestial, aunque el rescate tuviera que tardar más.
A nosotros se nos puso un nudo en la garganta y las lágrimas no las queríamos dejar salir.
La persona que me atendió resultó una persona encantadora, esas palabras de ánimo en una situación de este tipo se agradecen más que todo. En ningún momento puso en duda el nivel montañero de Alejandro y Torres, nos reconfortó hablar con el guarda.
Nuestro hijo y su amigo decidieron llamar al 112. Sin embargo, desde el refugio ya habían avisado a la Guardia Civil, vendrían el SEREIM.
Teníamos una calma tensa, porque decirnos SEREIM era una garantía de que los iban a rescatar bien, que estas personas están más que preparadas para realizar los rescates de montaña. En pocos minutos son capaces de reconocer la zona y preparar la estrategia para el rescate, están hechos de otra pasta especial.
Nosotros llamamos por teléfono a nuestro hijo para aconsejarles que tomaran agua o alguna barrita, que se abrigaran y que en el pequeño escalón que se habían hecho en la pared que por lo menos movieran los pies.
Así también les escuchábamos la voz para saber si estaban más preocupados o no, y ellos se sentían mas acompañados hasta que les volvieran a llamar la Guardia Civil, el SEREIM.
Llegó el momento en el que tuvimos que cortar la comunicación para no interferir el rescate y que estuvieran las líneas libres. Cuando le dije adiós a nuestro hijo por teléfono, se me vino un nudo a la garganta y me asaltó una terrible duda: planeó por un momento sobre mi cabeza la sombra de que no lo volviera a ver más. No dejé que esa idea enturbiara mi pensamiento.
En ese momento confié tanto en la Guardia Civil de rescates en montaña... Tenemos algún que otro amigo en ella y conocemos su preparación, las ganas de servir, de ayudar sin límite de hora , ni fecha de calendario. Yo diría que como un trabajador al servicio público, como los sanitarios, al que pertenezco y cada vez me gusta más.
Ya las lágrimas no las podía contener mucho más.
La ayuda vendría del cielo, bien dicho, de los “ángeles salvadores”. Qué felicidad verles venir. Pensé que todo iba a resultar un éxito por ambos lados.
Aunque también andaba por nuestras cabezas la idea que la Guardia Civil con su helicóptero y en su entrega en el rescate pudieran tener un percance.
Pero ya digo, esas ideas aparecían a modo de flash, pues no quería tener ningún pensamiento negativo en ese momento y confiaba plenamente en que las noticias iban a ser buenas.
Al cabo de la hora y media o dos horas, nuestro hijo nos llamó y nos comunicó la gran noticia, que se encontraba a salvo en el refugio de Postero Alto.
El rescate había sido un éxito por parte de todos, decía nuestro hijo, pues los encontraron, bien, con una buena reunión dentro de lo precario del lugar y sabiendo que lo prudente fue quedarse ahí, no avanzar y llamarlos.
El rescate fue espectacular, pues el lugar tiene su dificultad. Esto fue lo que nos dijo nuestro hijo:
- Mamá son unos máquinas, son increíbles con la precisión que trabajan, con gran rapidez y destreza y sobretodo el calor humano que dan y el consuelo. Este trabajo no está pagado con nada. Cómo nos reconfortaban sus palabras, transmitiéndonos tranquilidad y confianza. Para nada reproches, sino todo lo contrario, animándonos a que. aunque esta salida había tenido este problema, no dejáramos la montaña y siguiéramos en ella con más cuidado y seguridad, aprovechando los valores que tiene. Nos dimos ese abrazo de saberse hecho el trabajo, de haber sido un éxito el rescate porque estábamos vivos. Es lo que ellos valoran más.
Son excepcionales, no parecen personas parecen superhéroes sobretodo cuando los ves trabajar así. Sin embargo son personas que lo dan todo que se entregan al máximo porque saben que de ello y de su trabajo dependen las vidas de las personas que rescatan, van siempre a contrarreloj.
Son personas que sufren, se enfadan y se entristecen como cualquier ser humano cuando los rescates son de víctimas fallecidas e incluso se pueden sentir derrotados…
De lo que no cabe duda es del empuje que tienen, de la fuerza interior que les hace trabajar hasta el agotamiento, en algunos casos.
Son unos increíbles 'ángeles salvadores', apasionados por la montaña que en la mayoría de los casos, aseguraría, es la que hizo que se metieran en este cuerpo tan de élite.
Siempre los he admirado y me emociono con cada uno de sus rescates. Cada vez que lo cuento y llego a la hora del abrazo, me embarga la emoción y las lágrimas se desbordan.
Soy una montañera de toda la vida y para mí la montaña es la otra parte de mi vida. Pido que se les siga valorando, que son merecedores del máximo reconocimiento de valores humanos que se dé sobretodo en España, como los prestigiosos premios Princesa de Asturias en reconocimiento a su labor humanitaria y al trabajo con vocación de servir que prestan a la sociedad y al deporte todos los cuerpos de la Guardia Civil de montaña de las distintas comunidades autónomas de nuestro país.
Pido comprensión por este cuerpo y todo el respeto que se merecen y que la administración los tenga en cuenta para que puedan trabajar siempre con los mejores medios y material, ya que ponen en riesgo sus vidas y las de las personas que rescatan.
Con nuestra más sincera admiración y con todo nuestro cariño.
Manuela Escribano Granero
Eufrasio Araque Díaz
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