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San Antón y la tradición

San Antón y la tradición

Opinión ·

Lo que hay entre unos y otros son algunas falacias bien armadas, intencionadamente mezcladas y amplificadas por el poder y sus resortes

José M. Liébana

Jaén

Jueves, 18 de enero 2018, 13:04

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En los últimos años, San Antón nos trae fuego y discordia. Los insultos y descalificaciones crepitan sobre todo en la redes sociales, que arden con pirómanos profesionales y otros eventuales, y que nos retrotraen el ambiente cargado de los años de ajo y odio y a los debates virulentos como la demonización visceral del tranvía. Descalificaciones en su mayoría hacia las asociaciones vecinales que decidieron no cambiar las lumbres al sábado, aunque también estas hayan deslizado alguna insinuación sobre intereses espurios del cambio, fijado por el Ayuntamiento en 2016, al calor de clubes deportivos y de empresarios de parada y fonda.

No puede dudarse de que el Ayuntamiento busca el interés general en este asunto y de que está convencido del acierto, como no me cabe duda de que las asociaciones vecinales sanantonianas no persiguen hacer la puñeta. Lo que hay entre unos y otros son algunas falacias bien armadas, intencionadamente mezcladas y amplificadas por el poder y sus resortes.

Falacias como la pregunta '¿cuándo quiere usted la San Antón?', cuando el debate nunca ha estado en la carrera, cuyo pase al sábado es un acierto. El debate está en si también hay que cambiar las lumbres, tradición que se remonta a la noche de los tiempos, mientras que la prueba deportiva tiene tres décadas y media, lo que desmonta la falacia de que las hogueras sin carrera desaparecían, pues históricamente no lo han hecho. O la falacia de que el Ayuntamiento organiza las lumbres, cuando nunca fue así (a diferencia de la carrera), y hace unos años retiró a los colectivos la subvención y hace menos les quiso obligar a que pagarán el seguro de responsabilidad civil, originando un motín. Colectivos que durante tanto tiempo han mantenido casi en solitario una tradición nacida del pueblo y para el pueblo, y que vieron cómo un día les cambiaban la fecha de siglos y les denegaban el permiso para seguir prendiendo las lumbres la noche de san Antón, cuestionando la falacia de quién boicotea a quién. Por no hablar de la pirueta democrática de primero cambiar la fecha y después preguntar si la cambia.

Y en estos dos años, todo han sido facilidades, donde antes, si no obstáculos, había ninguneo. Hasta la leña se ofrece ahora y aún así son la mitad que antes. Un apoyo que bienvenido sea para afianzar una seña de identidad tan querida por los jienenses, como es un acierto el concepto introducido de fiestas en sentido amplio, desde el sábado hasta la lumbre oficial y simbólica de la noche de San Antón.

¿Y por qué esta solitaria lumbre el día 16, si ya se encendieron el sábado? Pues para mantener de alguna manera la tradición, nos dicen. Y ahí es adonde voy: ¿las tradiciones son solo número de asistentes, pernoctaciones hoteleras e ingresos económicos? Está claro que no. Si así fuera, pues nada, todo en sábado y punto.

Las lumbres están relacionadas con el monje del siglo III que repartió todo lo que tenía entre los pobres y se retiró al desierto, donde sufrió del demonio las famosas tentaciones. Resistió, creó escuela y su orden se dedicó a cuidar a quienes sufrían enfermedades contagiosas, sobre todo el 'fuego de San Antón', producido por un hongo del centeno que castigaba a los más pobres, porque los ricos ya tenían trigo. Le llamaban fuego por las altas fiebres y porque las partes gangrenadas era como si las hubieran quemado. Y les dio por echar las ropas de los infectados al fuego, que purifica como todo el mundo sabe, y luego se tiró todo lo viejo y en las hogueras se quiere que arda todo lo malo, que a veces simbolizamos en peleles... Un ritual. Religión y tradición pagana. Como la vida. Las lumbres están unidas a ello y en ello tienen su sentido. Porque las tradiciones no son solo fiesta, que también, sino historia, antropología, etnografía. Son, en definitiva, cultura y riqueza. De la económica y de la otra.

¿Pierden sentido las lumbres si se hacen un sábado cualquiera? No tiene por qué, pero algo sí. Y el riesgo, como en otras tradiciones, es que al final carezcan de significado y queden reducidas a otra fiesta sin más en el calendario, para salir a la calle y hacer caja, que también. ¿Las tradiciones se pueden cambiar? Pues claro. Como todo. Pero no porque sí. Como decía aquel, si hay que ir se va, pero ir por ir...

¿Se podría mantener la carrera en sábado, con las características antorchas y una gran hoguera, y dejar que las lumbres y quienes las organizan y son el alma sigan con su tradición histórica por San Antón? Pues pienso que sí, y más con el actual concepto de fiestas, con dos días fuertes y dándole la oportunidad a los corredores locales de disfrutar otro día de melenchones y rosetas.

Dicho todo esto, si al final se cambia todo al sábado, pues nada, no será la primera tradición que lo haga y el mundo sigue dando vueltas. Ni tampoco por ello vamos a dejar de quemar todo lo malo. Mi pelele lo tengo claro. Lleva un cartel al cuello que pone: 'fuera insultos e imposiciones'.

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