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Vista del Polígono del Valle en una imagen de archivo.
La comunidad de un bloque del Valle acusa a tres vecinas por tráfico de drogas y les pide cárcel

La comunidad de un bloque del Valle acusa a tres vecinas por tráfico de drogas y les pide cárcel

Les reclamó año y medio en el juicio celebrado en Jaén, en el que las acusadas dijeron que tenían marihuana en casa porque aliviaban su artritis con porros

Juan Esteban Poveda

Jueves, 8 de junio 2017, 00:29

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Una comunidad de vecinos del Polígono del Valle acusa a una madre y a dos de sus hijas de tráfico de drogas y les pide año y medio de cárcel. Los vecinos creen que son un problema para la convivencia y la seguridad de todos, por el trasiego de adictos que generan sus actividades y por varios altercados con ellas. Por eso las denunciaron en Comisaría y luego se personaron en la causa como acusación particular, reclamando una condena de año y medio de cárcel. Según el Fiscal, que también acusa a las mujeres, hay pruebas de que vendían marihuana. La Policía las considera «un clan familiar», como declaró el jefe de la Brigada de Estupefacientes durante el juicio celebrado ayer. Las acusadas, sin embargo, se declararon inocentes y aseguraron que si había marihuana en sus casas es porque padecen artritis y una curandera de Bailén les dijo que fumasen porros para aliviarla.

La magistrada María del Carmen Carpio Lozano debe ahora dictar sentencia sobre un caso insólito, en el que una comunidad ha sentado en el banquillo a tres vecinas por drogas, cuando lo habitual es el miedo y el silencio y que nadie quiera hablar con la Policía. En 2013 el presidente de la comunidad de vecinos del bloque se fue a la Comisaría y puso una denuncia alertando de que en un piso de su edificio se vendía marihuana. No fue una comunicación anónima, sino una denuncia formal. El presidente explicó ayer al tribual del Penal 2 que él -no a título individual sino en el ejercicio de su cargo- no hizo sino trasladar a las autoridades las informaciones que le estaban dando numerosos vecinos sobre una vecina.

La Policía, explicó el jefe de Estupefacientes en aquella época, montó un dispositivo de vigilancia en torno al piso de esta vecina y en otro del bloque de al lado donde vive su madre, también acusada. Un agente de paisano merodeaba constantemente cerca del portal. Cuando tocaba a los porteros automáticos alguien con pinta de adicto se metía detrás de él en el bloque, subía por las escaleras y comprobaba en qué piso entraba. Daba la descripción de esta persona a los compañeros que estaban de guardia abajo, que lo interceptaban al salir. En diez ocasiones la persona 'marcada' llevaba drogas. «Varios nos dijeron incluso en qué piso la habían comprado», explicó el policía.

Los registros

Con estas pruebas el juez concedió dos órdenes de entrada y registro: una para el piso de la mujer denunciada por los vecinos y otra para el de su madre. La operación se desencadenó el 13 de mayo de 2013.

Entrar a casa de la madre no resultó fácil. Durante al menos dos minutos los policías estuvieron embistiendo la puerta con un ariete, sin conseguir que se abriese ni un milímetro. «No es que tuviese una puerta blindada. Es que era una entrada acorazada, con anclajes de acero», explicó un agente con experiencia en temas de drogas pero «nunca había visto algo así». Finalmente, en vez de atacar la puerta los funcionarios arremetieron contra el tabique y abrieron un boquete por el que lograron entrar. La Policía opina que ese tiempo precioso lo aprovecharon los moradores de la vivienda «para tirar drogas por el retrete, pues el baño estaba anegado.

En los registros se encontró marihuana, más de 4.000 euros en moneda fraccionada, una balanza y bolsitas para hacer las dosis.

María del Carmen V.P., la madre tenía en casa el grueso de la droga y el dinero. Declaró que tenía artritis y que fue a una curandera de Bailén, que le aconsejo que fumase marihuana. «He criado a pecho a todos mis hijos y no tengo calcio en los huesos, me duelen», explicó al tribunal. De la marihuana que «traía un moro» fumaban ella, su hijo, su nuera y su otra hija que acababa de salir de cárcel (por tráfico de drogas) y que pasaba unos días con ella.

Tenía tanto efectivo en casa porque ella es ahorradora, explicó, y porque querían irse a pasar unos días a la playa con su hija recién excarcelada. Y apareció una balanza porque, aseguró, le gusta hacerle a sus nietos roscos y magdalenas, y «tengo que pesar la harina, el azúcar, la miel ...».

«En mi casa no han pillado a nadie saliendo con drogas, eso es una invención de la Policía. Que averigüen si en ese bloque vende alguien más», dijo. Tiene antecedes por tráfico de cocaína. Según ella, otro complot: «Tiraron un paquete al patio y me echaron la culpa a mí».

Su hija Obdulia C.V. es la dueña de la vivienda que denunciaron los vecinos. En su casa encontraron drogas. «Me iba a ir con unos amigos a Cazorla el fin de semana y las teníamos para probar», señaló. También negó cualquier actividad de tráfico de drogas, y alegó autoconsumo, aunque los vecinos decían en su denuncia que su hijo, de quince años, era quien entraba y salía de la vivienda con los compradores. Tiene antecedentes aunque no por drogas sino por daños, ya que destrozó buzones y zonas comunes del bloque.

Su hermana Carmen C.V. alegó que ella pasaba por ahí. Que acababa de salir de la cárcel de cumplir por tráfico de drogas y que se quedó unos días en casa de su madre. Entonces llegó la Policía. Dijo no saber nada de la droga, ni del dinero, ni de la balanza, ni de las bolsitas.

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