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A los vándalos de San Ildefonso

La consecuencia que extraigo de este tipo de conducta vandálica es que quien lo practica es un mal ciudadano

Tomás de la Torre Lendínez

Martes, 14 de febrero 2017, 12:45

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Quien esté tras el vandalismo en la plaza de San Ildefonso, de Jaén, es asunto policial. Pero quien lo haga debe saber que está haciendo una doble bofetada ilegal:

La primera, es ir contra los macetones que engalanan la fachada de la parroquia donde vive la patrona de la Jaén, la Virgen de la Capilla, quien no se merece que se haga semejante salvajada, porque las plantas son seres vegetales vivos, que merecen el respeto que se debe a toda presencia de la naturaleza, sea un bosque de pinos en el cerro de Santa Catalina, como unos macetones, que pagamos todos los vecinos de este municipio con nuestros impuestos municipales.

La segunda, es ir contra el arte de toda la fachada que completó el arquitecto Francisco del Castillo con la portada de piedra que embellece la puerta de la parroquia. Este maestro trabajó en la Catedral de Jaén y en una serie de templos repartidos por varios pueblos de la provincia.

La consecuencia que extraigo de este tipo de conducta vandálica es que quien lo practica es un mal ciudadano, a quien le molesta la ornamentación sencilla de flores humildes, y le estorba la presencia de un templo católico que lleva en ese lugar desde que la Virgen de la Capilla visitó Jaén en la noche del 10 al 11 de junio del año 1430, siendo obispo de la diócesis don Gonzalo de Estúñiga.

Siendo este prelado quien designó a uno de sus sacerdotes, que tomara testimonio de cómo contaron la procesión los privilegiados jaeneros que presenciaron tan singular comitiva, que bajando por la calle Ancha, fue a detenerse en la conocida entonces capilla de San Ildefonso. El acta notarial original se encuentra conservada en el interior del templo parroquial en una caja fuerte muy original.

Desde aquella noche especial, las gentes de esta ciudad llamaron a la Virgen de la Capilla de San Ildefonso, ya que infundió valor a los guardianes y custodios ciudadanos ante el cerco que los musulmanes tenían colocado a la localidad desde hacía meses. El cerco bélico fue destruido por los sitiados enardecidos por la presencia mariana.

Si los autores del vandalismo supieran esta realidad histórica, seguramente respetarían los macetones y el recinto sagrado del templo que embellecen.

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