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Un chico que sufre acoso escolar esconde su cabeza.
'Juegos de niños' que son acoso escolar

'Juegos de niños' que son acoso escolar

Las redes sociales han multiplicado sus manifestaciones y ocurre incluso antes de llegar al instituto. Una lacra de difícil solución que requiere la implicación de todos los niveles de la sociedad

Laura Velasco

Martes, 6 de diciembre 2016, 00:30

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Carmen, hija de María (nombres ficticios) acabó ingresada en el hospital por la agresión que le provocó la que, tiempo atrás, había sido su mejor amiga. Las físicas -una grave contractura, ya que la agresora la agarraba por el cuello y la obligaba a pasearla con ella subida encima- no son nada comparadas con las psicológicas. «Mi hija pasó por una profunda depresión a los 12 años», asegura.

Es el caso de Carmen, pero podía ser cualquiera de los 193.000 niños y niñas que se estima han sufrido acoso escolar en los primeros meses del año en España, según un estudio de Save the Children, que señala que un 9,3 por ciento de los estudiantes han sufrido acoso tradicional y un 6,9 por ciento, ciberacoso. Además, Andalucía es la segunda comunidad autónoma que peor parada sale-sólo por detrás de Murcia-, donde un 12,2 por cierto de personas lo sufre bien puntualmente, bien ocasionalmente. En el caso de Jaén, la Junta de Andalucía aseguró a IDEAL no tener datos concretos sobre los casos actualmente tramitados en la provincia.

Detrás de esta tormenta de datos hay historias personales de sufrimiento, baja autoestima y soledad. La pequeña Carmen estaba en 1º de la ESO cuando la vida le puso uno de sus primeros obstáculos. Estaba 'enganchada' al móvil, relata su madre, para hablar con su mejor amiga, con la que parecía haberse aislado del mundo. Detrás de lo que parecía ser una amistad de niñas se escondía lo que finalmente le calificaron como «violencia de género entre el mismo género». «Controlaba si hacía amigas nuevas, la amenazaba, le decía que tenía que pedirle permiso para todo. Era un control absoluto sobre ella que la tuvo enferma de nervios mucho tiempo», recalca María.

«Mi hija empezó entonces a salir con más gente y abrirse más, dejando un poco aparcada su amistad con esta amiga. Una mañana me dijo que no podía mover el cuello, lo tenía rígido y le dolía la garganta. Acabaron por ingresarla de la contractura tan fuerte que tenía en el cuello», señala. María recuerda la llamada entonces de una amiga -la cual llevó ese día a sus otros hijos al colegio mientras ella estaba en el hospital-, que la alertó diciéndole que tenía que contarle algo. «Me dijo que a mi niña le había pegado ella claramente, que día tras día esa amiga que tenía la cogía del cuello y se le subía encima para que la paseara».

El maltrato físico, pero sobre todo el psicológico, hicieron que la pequeña pasase por un proceso de depresión del que «le costó mucho» salir. «Fue un acoso muy grande. Ella no quería hacer nada, no quería salir, no quería vivir», añade.

La madre denuncia que desde el centro escolar «no se hizo nada, quitaron hierro al asunto y dijeron que eran cosas de niños». La familia se mudó a Madrid donde, afortunadamente, Carmen ha rehecho su vida y es «plenamente feliz». «Tiene su grupo de amigos, está muy agusto y saca muy buenas notas. Aún así, es triste que sea la víctima la que tenga que cambiarse de centro», reclama.

Los profesores, cruciales

El papel del centro escolar y más concretamente el de los profesores es crucial en estos asuntos. Algunos aseguran llevarlo «muy mal», como es el caso de Felipe García, maestro de inglés. «Una alumna recibía burlas, chistes y comentarios relacionados con su físico y por su responsabilidad ante los estudios y sus obligaciones por parte de varios compañeros. El resto o bien les reían las gracias o evitaban tener conflicto. Dicho acoso fue continuado y gradualmente creciendo hasta provocar un cuadro de ansiedad a la alumna en cuestión, causándole cefaleas y un cuadro de estrés que le impidió ir a clase durante mucho tiempo y perder toda motivación por asistir», apostilla el maestro.

Felipe García recuerda con tristeza tanto éste como el resto de casos de acoso de los que ha sido testigo. «Lo llevo muy mal porque suelo implicarme mucho con mi alumnado y con mi función como docente, no encajo bien estos golpes tan duros. Mi principio de vida es el respeto porque creo que este valor engloba al resto de valores», reclama.

En cuanto al antídoto para erradicar el acoso, el profesional hace alusión a tres factores: las familias, los docentes y los dirigentes políticos.

«Cuando una familia es sana e impera el respeto ya se tiene una muy buena base. A ello habría que añadirle unos docentes de vocación, porque esto también se le trasmite al alumnado. Y nuestros dirigentes deben dar ejemplo, tienen que ser capaces de exigir a los ciudadanos deberes y compromisos sobre los términos generales de buenas conductas, pero ellos deben de ser los primeros en cumplirlos. Cuando uno de estos tres pilares falla aparecen muchos handicaps que pueden favorecer diferentes situaciones de acoso y otros conflictos. La mejor cura es la prevención con formación de la sociedad en inteligencia emocional para hacer a un ser humano más empático con sus semejantes», manifiesta el maestro.

Plan de acción

La Junta de Andalucía tiene publicada en su página web un 'Protocolo de actuación en supuestos de acoso escolar' basado en diferentes puntos.

El plan comienza con la obligatoriedad de comunicación de los alumnos a un profesor si hay sospechas de acoso, tras lo que los distintos profesionales del centro se reúnen para analizar el tema. En caso de estimarse necesario, se adoptan las medidas de urgencia que se requieran para proteger a la persona agredida y evitar las agresiones.

Tras informar a familia y docentes, se pasa a la observación del alumno afectado y la recopilación de información de las diversas fuentes. Por último, se procede a la «adopción de correcciones a las conductas contrarias a la convivencia o de medidas disciplinarias al alumnado agresor implicado», aseguran desde la web de la Junta, además de apoyar a la persona acosada y realizar un «seguimiento» del caso.

Estadísticas

El insulto es la manifestación más recurrente del acoso: seis de cada diez estudiantes reconoce que alguien les ha insultado y más de dos de cada diez lo sufre frecuentemente. Además de sufrir insultos directos o indirectos, un acosado puede ser víctima de rumores, robo de sus pertenencias, amenazas, golpes o exclusión, destacan desde Save the Children.

Las chicas salen peor paradas: un 10,6 por ciento ha sufrido acoso (frente a un 8 por ciento de chicos), y un 8,5 por ciento ciberacoso (un 5,3 por ciento de chicos). En cuanto a los acosadores, un 5,4 por ciento de los encuestados reconoce haberlo hecho y un 3,3 por ciento reconoce ser responsable de ciberacoso. Así, 64.000 y 39.000 alumnos se reconocen como acosadores y ciberacosadores respectivamente.

Las causas que están detrás del maltrato son confusas. Las víctimas repiten principalmente tres razones por las que son acosadas: para ser molestadas, por su aspecto físico o porque les tienen «manía». Especialmente destacable es que los niños y niñas que han agredido respondieron mayoritariamente no saber por qué ejercían este tipo de violencia sobre sus compañeros.

Normas de convivencia

Sin embargo, la Junta hace referencia a que la gran mayoría del alumnado andaluz presenta «comportamientos adecuados» a las normas de convivencia de los centros educativos. Esta es la principal conclusión del balance del Observatorio para la Convivencia Escolar en Andalucía, que también indica que durante los últimos cuatro cursos se ha producido un descenso en los porcentajes de conductas contrarias o gravemente perjudiciales en las aulas fruto de los planes de convivencia y de las distintas medidas puestas en marcha a partir de 2011.

Entre los datos extraídos, cabe destacar que la percepción del clima de convivencia por parte de la comunidad educativa es muy alta: el 92 por ciento del profesorado de Primaria y el 75 por ciento de Secundaria tienen un alto grado de satisfacción de las relaciones con su alumnado; casi el 90 por ciento de los estudiantes opina igual respecto a sus compañeros y compañeras; y el 95 por ciento de las familias considera satisfactorio o muy satisfactorio el ambiente en el centro.

Sobre el respeto a las normas de convivencia, la evolución del alumnado que ha realizado al menos una vez conductas contrarias a la convivencia es positiva, al pasar del 4,1 por ciento en el curso 2012-13 al 3,87 por ciento en 2014-15. Estas manifestaciones contrarias a la convivencia son, por ejemplo, perturbar el normal desarrollo de la clase, faltas injustificadas de asistencia a clase o impuntualidad, impedir o dificultar el estudio a sus compañeros, falta de colaboración sistemática, etcétera. Por otro lado, únicamente el 1,8 por ciento del alumnado realizó en el curso 2014-15 alguna conducta gravemente perjudicial para la convivencia, señalan desde la Junta.

De esta forma, el 98,12 por ciento del alumnado (1.200.848 estudiantes) «no cometió ningún acto gravemente perjudicial», por lo que la Junta recalca que «la convivencia positiva es un hecho generalizado y normalizado».

Pero la realidad es que existen algunos números que duelen, que empeoran y que muestran una triste realidad: acosar está a la orden del día. En persona o por redes sociales, con insultos o aislando, individualmente o en grupo.

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