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El pintor jienense en su exposición de Nueva York en la Galería Jonathan Levine junto a una de sus obras.
El genio del boli Bic

El genio del boli Bic

Juan Francisco Casas | Artista

Miguel Ángel Contreras

Martes, 6 de diciembre 2016, 00:40

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Antes de aparecer él, un 'artista del boli Bic', evocaba a otra cosa. En mi caso me recordaba 'al Juanillo', al que en un control de la clase de quinto o sexto A -del curso tengo dudas, de que era el A no, cómo aborrecíamos a los del B, ay, en esa época la rivalidad no se cuestionaba, sobre todo en el partido del recreo- Don Miguel le quitó el boli tras verle repetidas veces observándolo de forma sospechosa al trasluz: con la punta de un compás había grabado todas las fórmulas que entraban en el examen en la parte transparente del bolígrafo, con precisión milimétrica. El profesor le quitó el examen y le anunció el suspenso, pero acto seguido le felicitó. Lo había visto antes, no es que fuera la forma más novedosa de copiar, pero jamás de un modo tan pormernorizado y elegante; era la obra de un artista. Digno de estar en un museo. Se lo llevó y me gusta pensar que lo tiene guardado, quizás en su salón, sobre la tele. El caso es que como mucho, al oír que un tipo hace virguerías con un boli azul de 20 céntimos, uno se acuerda de algún compañero que plasmaba más o menos bien a Goku y a otros dibujos animados o, a lo sumo, del que era un genio haciendo cerbatanas con el canuto para lanzar soplando bolas de papel mojado. En las filas del recreo, a los del B. Lo de Juan Francisco Casas Ruiz (La Carolina, 1976), no obstante, es otro arte, otra historia, dignificó al boli Bic, lo llevó a otro nivel. Su obra bien podría ser declarada BIC (Bien de Interés Cultural).

Enfrentarse a una de sus creaciones de esta índole sorprende por su hiperrealismo y por lo sugerente. Fotografías hechas con tinta azul. Casi se puede tocar cada pliegue de piel (si no pueden ir a una exposición suya hagan una búsqueda en Google y alucinen). Incluso la temática de muchas de ellas, atrevidas, eróticas y a menudo con desnudos, la mayoría femeninos, hacen que a uno no le cueste en absoluto imaginar su origen, también en esa época del colegio o instituto, cuando garabateaba monigotes aburrido como tantos otros en clase. Es una obsesión compartida en esa etapa, las chicas. Incluso las del B. Él, claro, fue mucho más allá. Lo hizo a otra escala. Y gracias a ello logró fama internacional, y aun hoy le abre puertas a otras creaciones que no tienen esa base. Así que lo de artista del boli Bic, aunque no es algo que le haga especial gracia hogaño, lo tiene «asumido». Verdaderamente sería injusto encasillarlo ahí: abarca muchos más estilos y artes, con óleos expuestos en Corea o Nueva York y con dos libros de poesía publicados. Lejos de Bécquer o Rubén Darío, «hay afortunadamente poesía más allá, existen Bukowski, Panero, Luis Alberto de Cuenca, Fonollosa...», asevera.

Cómo lo hace

La primera obra seria que nació de ese virtuosismo del Bic se la regaló a un amigo, por supuesto un boceto de un retrato femenino, en negro, no con el azul marca de la casa de después. «Me ha gustado más el dibujo que la pintura porque tiene algo de íntimo, de delicado, aunque en el arte se le ha considerado de segundo orden».

Retrata a sus parejas y amigas (lo que ayuda a transmitir esa complicidad), de cualquier lugar del mundo, «ellas eligen cómo quieren posar» y las fotografía. Después escoge una y la copia y dota de vida con su boli Bic cristal, que escribe normal.

Usa sus obras como «un medio para contar mi propia vida», mostrando a la mujer en otro rol diferente al que ha tenido siempre en la historia del arte. «En palabras de John Berger, en las obras 'los hombres actúan, las mujeres aparecen'». Hoy, eso ha cambiado y él intenta reflejarlo, aunque hay quien se quede en la superficie. En su última exposición en Madrid se topó «con una manifestación de ultracatólicos en la puerta». Casas, desde hace años con barba de tres días, sin antecedentes artísticos «que yo sepa» (su padre trabajaba en una fábrica y su madre era ama de casa), se licenció en Bellas Artes por la Universidad de Granada en 1999, como primero de su promoción y obtuvo el Premio Nacional de Fin de Carrera del Ministerio de Educación y Ciencia al mejor expediente universitario de España.

«Terriblemente feliz»

En 2002 fue seleccionado para la Muestra de Arte INJUVE, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que recorrió todas las capitales de Iberoamérica. Y de ahí al resto del mundo, exponiendo en las más importantes galerías y cosechando prestigiosos premios, como el de Pintura ABC.

A raíz de ahí residió en Berlín o Reino Unido, hasta que en 2007 recibió la Beca de la Real Academia de España en Roma donde vivió un año (junto a Nueva York y la Toscana lo que más le ha impresionado). Y lo hizo además «en un palacio y con el estudio más bonito que se pueda imaginar. Es la ciudad más maravillosa del mundo, marcó un antes y un después en mi vida, conocí a uno de mis mejores amigos, me enamoré como un adolescente y fui terriblemente feliz». Posteriormente se afincó en París, y su proyección ha seguido aumentando. De Jaén, al mundo.

Para huir de las grandes urbes, «aunque cada vez haya más 'mundanal ruido' en todas partes» se deja caer cuando puede por La Carolina, «con la familia y amigos». Para el próximo mayo, al fin, prepara una exposición en su pueblo. Ahora tiene dos en Miami y acaba de terminar en Nueva York.

En su maleta, asegura, nunca faltan «novelas, porque me parece lo más coherente. Recuerdo grandes viajes con Resurrección de Tolstoi, Matadero Cinco de Kurt Vonnegut, Suave es la noche de F. S. Fitzgerald.». Actualmente lee la biografía de la pintora italiana del siglo XVII, Artemisia Gentileschi. Entre sus recomendaciones, la serie Black Mirror. La fama no le atrae, «si eres artista es porque has elegido esta vida. No me gustaría ser otro ni por unas horas. Estoy muy contento con lo que soy», afirma. Su máxima: «ser honesto con lo que haces, con tu obra y en la vida».

A pesar de todo y de que sus decenas de retratos están por medio mundo, Bic no le patrocina, «es una empresa demasiado grande y no necesita publicidad», ha explicado. La pregunta de si no ha pensado en cambiar de marca parece obligada, pero el genio de las mil mujeres pintadas a boli no duda en su respuesta: «Soy un hombre fiel».

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