La indignación de José Ríos
José M. Liébana
Viernes, 28 de octubre 2016, 01:06
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José M. Liébana
Viernes, 28 de octubre 2016, 01:06
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«Si pudiera, cogería una máquina y acabaría con toda mi obra en Jaén», me cuenta cuando nos encontramos en las chilindrinas por San Lucas, hace unos días. Para que un artista, alguien que crea, hable de destruir, muy indignado tiene que estar. Y lo está. Y no me extraña. Su obra, repartida por Jaén, presente en varios de sus accesos, no es sólo que no se mantenga y cuide por quien está obligado a ello, la autoridad municipal, como la creativa 'Rotonda de los Pavos', sino que además la destruye con una impunidad que da escalofríos por lo que supone.
Como una mano de hierro con el índice hacia arriba al estilo del 'me gusta' de Facebook, colocada junto a la rotonda de entrada al Distribuidor Norte - construido por la Junta - y que el Ayuntamiento quitó porque decía que amenazaba con caerse (el autor dice que eso era imposible), el mural gigante que hizo con 'Belin' pocos metros más allá y que casi hay que demolerlo porque la Junta levantó el muro donde no era, una bola que hizo en un edificio del Campus de Jaén para la Universidad y que cuando remozaron el edificio desapareció, los actos vandálicos de la vía verde de Jabalcuz y su falta de mantenimiento o el poste que le han colocado a su escultura de la lavandera en la Fuente de la Peña para enganchar guirnaldas en la romería, entre otros.
O el árbol caído en la calle Castilla, un monumento al desprecio al artista y a todos los jienenses, que lo pagaron con la remodelación de la calle, en 2010, cuando gobernaban otros. Un camión de la recogida de la basura - un servicio municipal - se lo llevó por delante, hace ya dos años y medio. Y como dice Ríos, les costó más no ponerlo, pues tuvieron que quitar el anclaje y el tronco que quedó y reponer la solería, cuando bastaba con soldar la forja. El propio artista se ofreció a colaborar en la reparación, pero ni por esas. Ni se sabe adonde fue a parar.
Las aguadas del añorado David Padilla fueron a la chatarra con su corroída estructura metálica y se montó, con justicia, la marimorena. Incluso por los que ahora callan y destruyen la obra de otros artistas, y eso que hasta anunciaron acciones judiciales contra la entonces alcaldesa por «la destrucción el patrimonio público», dijeron.
Me cuenta Ríos que ofreció a dos comunidades de vecinos hacer gratis los murales que pinta en los hastiales, y que le dijeron que nones. Así que sigue pintando, fuera, ahora en Estepona, y cobrando. ¡Qué pena a veces de este Jaén, corto hasta de nombre!
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