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El colesterol malo, ¿no tan malo?

El colesterol malo, ¿no tan malo?

Aunque hay algunos ácidos grasos saturados que no son beneficiosos, parece que los principales causantes de las enfermedades cardiovasculares son el exceso de azúcares en ciertas bebidas y en alimentos procesados

JOSÉ J. GAFORIO

Lunes, 25 de enero 2016, 00:41

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El colesterol elevado es un factor de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares. ¡Le suena verdad! Casi todo el mundo diría que es un principio incuestionable. Así nos lo recuerda incluso algún anuncio televisivo. A pesar de ello, le voy a poner en un apuro: ¿Piensa que es absolutamente cierta esta sentencia?

Constantemente hay nuevos descubrimientos que obligan a matizar y completar axiomas que creíamos establecidos y, en lo que concierne al colesterol, no es una excepción. Por ejemplo, ¿se acuerdan cuando se decía que el aceite de oliva incrementaba el colesterol? Puesto que eso se asociaba a un aumento del riesgo cardiovascular, aquello representaba un bombazo que hizo temblar al sector oleícola. Pasado algún tiempo, se descubrió que había un colesterol 'bueno', el HDL y, otro 'malo', el LDL, cuyo aumento era el responsable del incremento del riesgo cardiovascular. Al mismo tiempo, se comprobó que los aceites de oliva vírgenes aumentaban el colesterol 'bueno'.

El suspiro de alivio aún resuena. Como en las películas, donde los protagonistas quedan divididos en buenos y malos, el colesterol reproduce esta división que, nuevamente, parecía suficientemente asentada. Pues bien, actualmente tenemos evidencias que indican que el colesterol LDL (el 'malo'), está compuesto por un grupo heterogéneo de partículas que actúan de forma diferente sobre nuestra salud y, más concretamente, sobre el riesgo cardiovascular.

Hoy conocemos que el colesterol LDL está compuesto por partículas LDL pequeñas y densas, que son más susceptibles a la oxidación y que favorecen el desarrollo de aterosclerosis y, por otra parte, de partículas LDL grandes y livianas, que son resistentes a la oxidación y, sorprendentemente, son beneficiosas pues tienen efectos anti-aterogénicos. ¡Sorprendente verdad! Pues no acaba aquí el cupo de sorpresas para hoy.

¿Cuántas veces ha escuchado que hay que evitar la ingesta de grasas saturadas pues incrementan el colesterol? En todas las guías alimentarias se indicaba que estas grasas, las saturadas, no solamente aumentaban el colesterol sino que también se les hacía responsables de la epidemia de sobrepeso y enfermedades cardiovasculares que asolan las sociedades actuales.

Como anteriormente, le pregunto si cree que esto es absolutamente cierto. Pues la respuesta es, no. Hay una gran diversidad de ácidos grasos saturados y cada uno tiene un efecto diferencial sobre nuestra salud. Por ejemplo, el ácido palmítico incrementa tanto los niveles de colesterol LDL perjudiciales como el riesgo cardiovascular. Sin embargo, el ácido esteárico no tiene esta acción, incluso tiene un efecto positivo sobre el perfil lipídico de nuestra sangre y reduce el riesgo cardiovascular. Todos estos datos nos hacen ver que el tema del colesterol, de los ácidos grasos saturados y, el riesgo cardiovascular, son mucho más complejos de lo que parecía hasta ahora.

A la vista de estos datos, ¿quién podría ser el responsable de la epidemia de sobrepeso y de enfermedades cardiovasculares? Pues parece ser que no serían tanto los ácidos grasos saturados y todo apunta hacia los azúcares, cuyo consumo se ha incrementado de una forma espectacular en los últimos tiempos. Las bebidas azucaradas y los alimentos procesados son una fuente importantísima de azúcares y, lo peor, es que el consumidor no es consciente de la cantidad de azúcares añadidos y, consecuentemente, de lo que ingiere.

Entre los azúcares, la fructosa es el que parece que tiene los peores efectos. Alguno pensará que los azúcares se encuentran de forma natural en los alimentos que se consideran saludables, como las frutas, y no entendería suficientemente que tengan estos efectos perjudiciales. Efectivamente, están presentes de forma natural en alimentos saludables, pero en ellos están en cantidades adecuadas y se ingieren junto con otros nutrientes muy beneficiosos, por lo que el contexto en el que se ingieren es muy importante.

Como colofón, aunque hay algunos ácidos grasos saturados que no son beneficiosos, parece ser que los principales implicados en la etiología de las enfermedades cardiovasculares serían el excesivo consumo de azúcares presentes en cantidades muy elevadas en ciertas bebidas y en alimentos procesados. La recomendación es evitar estas bebidas y estos alimentos.

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