Edición

Borrar
Los movimientos repetitivos y la transmisión de las vibraciones de la maquinaria al cuerpo requieren un notable esfuerzo físico.
El 'parte de guerra' de dos meses de aceituna

El 'parte de guerra' de dos meses de aceituna

Los jornaleros pagan el esfuerzo de una cosecha sin parones | La cifra de enfermedades musculoesqueléticas se incrementa un 30% en el sector agrícola durante los tres meses de la aceituna

Jorge Pastor

Jueves, 7 de enero 2016, 00:41

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Felicidad generalizada por las primeras lluvias del invierno. Sin duda, el mejor regalo de los Reyes Magos para una provincia cuya economía depende, en gran medida, del agua. Alegría para los aceituneros y alegría también para los jornaleros que, debido a la ausencia de precipitaciones, han trabajado a destajo durante dos meses largos. Un esfuerzo continuo, día tras día, que deja secuelas en los cuerpos. Según estimaciones sindicales, la incidencia de las enfermedades musculoesqueléticas se incrementa un treinta por ciento en el sector agrícola respecto al resto del año, un porcentaje que muy posiblemente se habrá quedado corto en esta campaña que, poco a poco, llega a su fin -la faena ya se concentra en las explotaciones más grandes-. Y es que ha habido fincas donde sólo se ha parado un par de jornadas, Navidad y Año Nuevo. Aunque también es cierto que en otras también se tuvo que interrumpir la actividad por el fuerte agarre del fruto a la rama -consecuencia del estrés hídrico- y por el daño que estaba haciendo la vibración sobre los olivos.

La cuestión es que los trabajadores han tenido que emplearse muy a fondo y de manera continuada. La secretaria de Salud Laboral de Comisiones Obreras, Isabel Delgado, comenta que los movimientos repetitivos que implica el uso de vareadoras terminan sobrecargando tanto la espalda como los hombros, «por lo que cabe la posibilidad de que se desarrollen patologías como la tendinitis o que, debido a los grandes requerimientos físicos, se agraven trastornas ya existentes». Lo mismos peligros acarrean otras tareas como tirar de los fardos, cargar con los capachos o el manejo de aparatos que transmiten vibraciones. «Esto ocurre siempre durante la recolección, pero esta vez se puede notar más por la falta de descanso», señala Isabel Delgado, quien también advierte del impacto sobre el sistema auditivo del ruido que hace la maquinaria. «Es fundamental llevar protecciones porque se ha demostrado que no llevarlas, reduce la capacidad auditiva», explica.

Campañas más cortas y con mayor valor añadido

  • La recolección de la aceituna cada vez se desarrolla a un ritmo mayor. Y es que los olivareros son plenamente conscientes de que recoger y molturar en el día -siempre que sea al vuelo, como ha sucedido esta campaña- permite la obtención de un producto de mayor calidad y que les reporta un mayor valor añadido en el mercados, aunque en estos momentos los diferenciales respecto a los vírgenes y los lampantes sean muy cortos.

  • Por todo ello, la inversión en maquinaría cada vez es mayor. Se apuesta por la tecnología para ganar celeridad y para disminuir costes, fundamentalmente de mano de obra -el jornal está saliendo, según convenio, por algo más de cincuenta euros-.

Por todo ello, Isabel Delgado aboga por un celo mucho mayor en las medidas preventivas y recuerda que las plantaciones agrícolas deben tener planes sobre esta materia como en cualquier otra empresa. Y agrega que en muchos casos los males aparecen con los años. Así, se ha observado que muchas mujeres jornaleras, cuya ocupación consistía básicamente en recoger desde el suelo, presentan ahora cuadros reumatoides o de artrosis debido al contacto de las rodillas con la tierra húmeda durante muchos años. «En el campo no se está haciendo vigilancia de la salud laboral», concluye Delgado.

Un cosecha muy exigente

El secretario de la Federación Agroalimentaria de UGT-Jaén, Antonio Marcos, señala que, en efecto, está siendo una cosecha muy exigente para los temporeros «porque prácticamente no han parado». Lo normal es que las cuadrillas se incorporen entre las ocho y media y las nueve de la mañana en función del frío. Posteriormente suelen detenerse unos diez minutos, entre las doce y las doce y media, para refrescarse. Y se reenganchan hasta la hora del almuerzo. Después del bocadillo, ya del tirón hasta la finalización de la jornada. Estamos hablando de en torno a seis o siete horas, en función de si la norma es el convenio o la labor se desarrolla a destajo -en este caso se pueden superar incluso las siete horas-. Y así, sin solución de continuidad, desde prácticamente mediados de noviembre.

Antonio Marcos ha señalado que la expectativa es que los trabajadores sí superen los treinta y cinco jornales que habilitan para el cobro del subsidio agrario (420 euros mensuales durante un máximo de seis meses), aunque aclara que hay mucha gente que no ha encontrado tajo y que no llegará a ese límite de treinta y cinco, «sobre todo mujeres, a las que se les soslaya frente a los varones, aunque se ha demostrado que están tanto o más capacitadas para acometer cualquier tipo de funciones».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios