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¿Controlan las bacterias intestinales nuestro apetito?

¿Controlan las bacterias intestinales nuestro apetito?

¿Podríamos pensar que los microorganismos que habitan en nuestro cuerpo manipulan nuestra conducta alimentaria en su propio beneficio para tener acceso a determinados nutrientes?

JOSÉ J. GAFORIO

Lunes, 30 de noviembre 2015, 00:32

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Aunque en condiciones normales, ciertas partes de nuestro cuerpo, como la sangre o el cerebro, están libres de microorganismos, se estima que, el número de estos que habitan en nuestro cuerpo supera en diez veces al de nuestras propias células. Aproximadamente, el 10% de nuestro peso en seco corresponden a microbios. En consecuencia, la biología moderna demuestra que nuestro cuerpo está compuesto por una gran diversidad de organismos que compiten por las fuentes nutricionales. Especialmente importante es la cantidad y variedad de microorganismos que habitan en nuestro tracto gastrointestinal. En este sentido, la comunidad microbiana podría tener un conflicto de intereses divergente frente al propio huésped, que somos nosotros. ¿Podríamos pensar que los microorganismos que habitan en nuestro cuerpo manipulan nuestra conducta alimentaria en su propio beneficio para tener acceso a determinados nutrientes?

La interacción con los microorganismos es un dato conocido, como ejemplo, citar que nuestras células contienen unos orgánulos responsables de producir la energía necesaria para la vida. Estos orgánulos se denominan mitocondrias, que serían bacterias ancestrales capaces de obtener energía de los nutrientes orgánicos mediante la oxidación y que, en un determinado momento de la evolución, se fusionaron con las células eucariotas primitivas precursoras de las células que conforman nuestro organismo. Este sería un ejemplo de interacción positiva para nosotros, pero, lo que estoy sugiriendo ahora es que los microorganismos dirigirían nuestro comportamiento en beneficio suyo y en contra de nuestros intereses. Es inquietante pensar que algo tan pequeño podría estar dirigiendo nuestra conducta.

Pues efectivamente, todo hace pensar que los microbios presentes en nuestros intestinos podrían controlar nuestra conducta alimentaria. ¿Y cómo lo harían? Hay diferentes mecanismos potenciales: podrían sintetizar sustancias que afectan nuestro estado de ánimo, un ejemplo es el butirato, que es un ácido graso de cadena corta sintetizado por ciertas bacterias que ha demostrado tener efectos profundos sobre el Sistema Nervioso Central afectando al estado de ánimo y al comportamiento. Este y otros compuestos similares podrían estimular la necesidad de ingerir más cantidad de alimentos. Otras bacterias pueden sintetizar determinadas sustancias que potencian la sensación de dolor. En otras ocasiones, lo que hacen es regular la presencia de determinados receptores, como los del sabor dulce, de tal forma que favorezca que un individuo prefiera comidas muy dulces. Se ha descrito también que otros tienen la capacidad de incrementar en el intestino los receptores cannabinoides y opiáceos lo que sugiere que estarían manipulando las vías de recompensa hacia determinados alimentos. Sabemos también que hay microbios que son capaces de sintetizar sustancias análogas a neurotransmisores como son la dopamina y la serotonina. Ciertas bacterias son capaces de incrementar los niveles de triptófano en nuestra sangre, y esta molécula es un precursor de la serotonina, muy relacionada con problemas de depresión. Sabemos también que, el ácido láctico producido por ciertas bacterias induce la síntesis de un neurotransmisor conocido con las siglas GABA que está asociado con problemas de ansiedad. Otras bacterias son capaces de sintetizar ciertas moléculas que tienen la capacidad de regular la sensación de saciedad o de hambre. En base a todo esto, se ha especulado que la obesidad podría estar relacionado con la presencia en nuestros intestinos de ciertas bacterias.

Pero no todo está en manos de las bacterias. La cantidad y calidad de las bacterias presentes en nuestros intestinos está altamente relacionada con el tipo de dieta que seguimos, de tal forma que, dependiendo de los alimentos que comamos, así serán las bacterias presentes. La cantidad y tipo de hidratos de carbono, grasas, fibra dietética, etc, hará que crezcan ciertas bacterias en detrimento de otras y, estas a su vez, interactuarán con nuestro organismo intentando manipularlo en su beneficio.

La hipótesis es que la obesidad, e incluso, la inclinación a llevar una dieta malsana, podrían estar relacionados con la presencia de ciertas bacterias en nuestro intestino. Una interrogante provocadora: ¿comemos aquello que le gusta a los microbios que poseemos en nuestro intestino?

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