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Dos internos en la biblioteca del centro de menores de Jaén.
Libros que dan la libertad

Libros que dan la libertad

Jóvenes delincuentes internos en un reformatorio de Jaén devoran las novelas que les regalan los estudiantes de 180 institutos andaluces

Juan Esteban Poveda

Domingo, 26 de abril 2015, 01:31

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El destino puso un libro en las manos de Jacob. La suya es una historia de la calle que empieza en un hogar difícil en un barrio marginal de Granada. Las cosas se podían torcer fácilmente y se acabaron torciendo. No era en un libro, pero estaba escrito. «Me echaron varias veces del instituto. Luego me pasaron a otro. Ya no fui. Me iba por ahí». Comenzaron los delitos. Atracos callejeros, robos «Robos con fuerza», resume a sus 19 años con la solvencia del que ha sido habitual de tribunales y calabozos. Así acabó en Las Lagunillas, un centro de internamiento de menores de Jaén, uno de los quince para jóvenes delincuentes que hay en Andalucía. Un día cayó en sus manos La ley de la calle y Jacob quedó atrapado por la trama de pandilleros y en especial por El chico de la moto y su violento final. Luis, Miguel y Víctor, que acompañan a Jacob en la biblioteca del reformatorio, asienten mientras oyen el relato de su compañero. Sería una biblioteca normal, de un instituto normal, si no fuera por el walkie-talkie de un vigilante que permanece discreto a pocos metros.

Las historias del medio centenar de inquilinos de Las Lagunillas son similares a las de los cinco mil chavales que fueron juzgados el año pasado en Andalucía. Uno de cada tres tiene 14 ó 15 años, el resto 16 ó 17. La mayoría coquetea con las drogas y acaba en los reformatorios por robar, por pelearse y últimamente, y cada vez más, por agredir a sus progenitores.

Si Jacob paseó literariamente con El chico de la moto por las violentas calles de Tulsa, Luis y sus 14 años viajaron por los museos de Londres y Nueva York detrás de la Pirámide Roja, Miguel, de 17, ha ocupado los pupitres de la escuela de magia de Hogwarts y Víctor, de 16, ha recorrido los oscuros bosques de Alaska entre vampiros y hombres lobo. Y todo sin traspasar los muros entre los que están encerrados por delitos de adolescencia. Ninguno había leído un libro en su vida antes de acabar en el internado jienense.

«Ahora devoran libros», asegura Francisco Béjar, profesor del centro, donde la lectura se ha convertido en el gran instrumento de reinserción. Leen mucho más que un español medio. Y no son libros cualquiera. Los 3.000 volúmenes de la biblioteca han sido donados por otros chavales de institutos andaluces, que además se los han dedicado. Niños de dentro y de fuera del centro comparten lecturas y mucho más desde 2013, cuando la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía puso en marcha el programa Libros con emociones, en el que participan alumnos de 180 institutos.

«Te reirás y te enfadarás con algunos personajes. Bien, eso significa que lo has vivido como lo viví yo», escribió Sara cuando dedicó Filo entra en acción a un chaval. «Apaga los focos y enciende la luz de tu corazón», apunta Susana, que donó un ejemplar de La ladrona de libros a chicos para los que el robo era algo habitual. «Quiero que con este libro empieces a ver la vida de otra manera», anotó María del Mar en Gritos silenciosos.

Algunos ejemplares los han dedicado sus propios autores. «No creas que este libro ha llegado a tus manos por casualidad. El destino, llámalo como quieras, lo ha puesto en tu vida. Léelo», escribió Javier Sierra en la primera página de El Maestro del Prado.

Ese mismo destino ha convertido a Jacob en un entusiasmado lector y ha brindado a Luis la oportunidad de imaginar un futuro distinto al de recoger aceitunas como las de esos olivares que rodean Las Lagunillas.

El sueño de ir al instituto

Luis pensaba hace solo unos meses que como mucho, si lograba enderezar su vida, pasaría años recogiendo olivas en Porcuna, un pequeño pueblo jienense. Ahora sueña con la ESO y el Bachillerato, y se pone muy serio si se le menciona la palabra Universidad.

Miguel acumula sobresalientes en sus notas de instituto. Se sonríe. «No sacaba un 9 desde que estaba en primero de primaria». Víctor también se ha abonado a los sobresalientes. Ha leído una docena de libros en el año que lleva interno. Ya queda lejos cuando le echaron del instituto. «La afición a la lectura es clave para la reeducación de estos menores», apunta Antonio Zafra, director de Las Lagunillas. Llegan siendo prácticamente analfabetos funcionales. «Aprenden que es posible dedicar el tiempo libre a otras cosas que les eran desconocidas. Entienden que si sabes leer comprendes el mundo, mejoran sus resultados académicos, ganan en seguridad al hablar en público, a relacionarse con los demás», resume Francisco Béjar, maestro en el centro. «Estamos volcados con la lectura como medida de reinserción», apostilla la delegada del Gobierno andaluz en Jaén, Purificación Gálvez.

El internado se creó en 2001, pero no tuvo biblioteca hasta 2008. Desde entonces, se ha puesto en marcha un club de lectura con tertulias literarias en las que se les habla de Ana María Matute, Blasco Ibáñez, Edgar Allan Poe, Cervantes o Benedetti. Hoy celebrarán el Día del Libro.... leyendo.

Curiosamente el libro de pandilleros que atrapó a Jacob encabeza el ránking de los más leídos: A La ley de la calle le siguen las sagas de Crepúsculo y de Harry Potter.

La magnífica biblioteca actual es fruto de un cúmulo de casualidades. Hace unos años era algo tan carcelario como una sala de musculación. Pero al monitor del taller de carpintería (el centro dispone de varios módulos profesionales), le dio por las estanterías. Hicieron tantas y tan bonitas que decidieron usarlas para libros. Y pidieron los tomos a otros chavales libres.

«Los chicos internos suelen proceder de familias que prestan poca atención a la lectura y la educación. Los libros les proporcionan un instrumento de evasión cuando están encerrados, pero también son importantes para que aprendan modelos en que los conflictos se resuelven sin violencia», explica la jueza de Menores Teresa Carrasco, defensora del programa.

Como en Finlandia

La media de lectura en Las Lagunillas es de dos libros al mes. Más que lo que leen los jóvenes españoles. Muchos se han devorado 60 libros en un año. La estadística corresponde más a un país lector como Finlandia (47 por año y habitante) que a España. «Cuando le cuento a mi madre los libros que estoy leyendo y le pido que me traiga más, se queda impresionada», cuenta con orgullo Luis.

En un rincón de la biblioteca de Las Lagunillas, Anouar, de 18 años, maneja una montaña de libros y teclea en su ordenador. Es el encargado del registro. Es un ejemplo de superación. «Me crié en Tánger. Llegué a España hace dos años. Casi no sabía ni una palabra de español. Me metí en líos y acabé aquí. Otros compañeros y los profesores me enseñaron a leer y escribir», recuerda. El primer libro que se llevó a su habitación fue El gato con botas. Luego se leyó toda la colección de cuentos infantiles; de ahí pasó a otra para adolescentes, y luego a los best sellers de adultos. Ya no ha parado. Ahora le con la pasión de un finlandés y se encarga, además, de controlar y catalogar los préstamos. Trabaja con frenesí, trasegando volúmenes de los estantes a su mesa, clasificándolos, poniendo las nuevas etiquetas. Lleva en el centro casi dos años y pronto saldrá a la calle. Anouar ya no será el inmigrante analfabeto que llegó a España, sino un hombre libre que ama los libros.

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