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La Virgen de la Amargura, a su paso por la plaza de Santa María.
Los Estudiantes salen con oración y corazón

Los Estudiantes salen con oración y corazón

La cofradía de la Merced abrió un esplendoroso Lunes Santo que derrochó en las calles cariño y devoción de los jienenses

ANTONIO ORDÓÑEZ

Martes, 31 de marzo 2015, 01:38

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Lunes Santo de esplendor y devota majestuosidad en las calles de la capital. Esta Semana Santa, que si los pronósticos no se truncan parece ser que se caracterizará por la excelente climatología, tuvo en la jornada del Lunes Santo una nueva oportunidad para vivir con intensidad la pasión junto a las imágenes de cofradías y hermandades. Las dos cofradías que procesionaban salían prácticamente a la misma hora, aunque era la más tempranera la de los Estudiantes, que una vez más consiguió llenar hasta la bandera la plaza de la Merced y sus aledaños, protagonizando momentos de gran belleza y devoción.

La Pasión de la capital tiene en el barrio de la Merced uno de sus escenarios más carismáticos. La Ilustre y Franciscana Cofradía del Santísimo Cristo de las Misericordias y Nuestra Señora de las Lágrimas arrastra una profunda y multitudinaria devoción, y año tras año, llueva o salga el sol (especialmente en este último caso) se cuentan por centenares los fieles que abarrotan la recoleta plaza. Un cariño que se mantiene en el itinerario por el que procesionan el Santísimo Cristo y su Santa Madre. Ayer era Lunes Santo en Jaén. Un Lunes Santo soleado y primaveral a más no poder. Y eso propició que la gente se echara a la calle para recibir al Cristo de los Estudiantes.

Este año no había temores, ni dudas. La cofradía procesionaría. En el interior de la iglesia, minutos antes del inicio del desfile, había una serena sensación. Devoción atrapada en el pecho de los allí presentes y una gran emoción por lo que sucedería durante las próximas horas. Se acercaba la esperada hora, y el párroco solicitaba que los presentes en el templo adoptaran actitud de emoción: «La procesión es oración pública en medio de las calles de la ciudad. Todos debemos tomar conciencia de que en las calles de la ciudad somos los pies y el corazón del Santísimo Cristo y María Santísima. Daremos testimonio de fe. La procesión no es solo un alto cultural de dimensión estética, es mucho más, es oración pública del pueblo creyente en mitad de las calles de la ciudad. La cruz para nosotros es el camión de la salvación.». El mensaje de la cofradía, a través de uno de los responsables de su junta directiva era similar: «En este esplendoroso Lunes Santo hemos de procesionar con oración y corazón».

Derroche de emoción

Y con oración y corazón arrancó el desfile penitencial de esta querida hermandad de la capital. Pasados unos pocos minutos de las cinco de la tarde, y entre miradas de fe y devoción, el paso del Cristo de las Misericordias se levantaba gracias a la levantá emocionada de sus costaleros. Sonaba la banda y todo el mundo se giraba para ver los primeros contoneos del paso. Fuera, la emoción se masticaba. El Cristo de los Estudiantes andaba solemne, sobre un lecho de claveles 'sangre de toro', que adornaban el bello trono de madera. Representantes de la Universidad de Jaén presidían el cortejo. El trono se paró unos instantes para preparar la dificultosa salida por el pórtico de la iglesia. Las órdenes a los costaleros rasgaban el silencio: «Vamos a dar en la calle ejemplo de cómo se hacen las cosas. Despacito ¡eh! ¡Muy atentos a lo que se manda!... Venga, mucho tiempo en cada pie, sin correr. Dos costeros por igual a tierra, suave. De frente sin botar, cuidadito con él.». Habían pasado 18 minutos de las cinco de la tarde cuando el Cristo de la Merced irrumpía en su plaza entre un ensordecedor aplauso, y acompañado por la Banda de Cornetas y Tambores de la Expiración, que al son de 'Silencio Roto', tiñó de hermosa banda sonora estos primeros instantes del Lunes Santo.

El Cristo enfilaba hacia la calle Merced Alta cuando todo estaba preparado para la salida de Nuestra Señora de las Lágrimas. Hermanos de Luz precedían a una cohorte de numerosas mantillas que representaban el dolor de la Santa Madre por ese hijo crucificado. La tuna se preparaba para salir de espaldas a cantarle, cuando llegara a la plaza, a la Santísima Virgen. A las seis menos veinte de la tarde una impresionante levantá encogía el corazón de los fieles congregados en el templo. Solemnemente, los costaleros de la Virgen recorrieron el crucero de la iglesia, y se enfrentaron, al igual que sus hermanos con el Cristo, a la difícil tarea de sacar a la calle a su amada imagen. «Poco a poco -les mandaban-. Bueno. Poco a poco.». Nueva explosión de júbilo con la salida de la Santa Madre a las calles de la ciudad, que solo se rompió cuando la Tuna de Distrito de Jaén entonó la primera de las canciones dedicadas a la Virgen. Toda la plaza entonaba en voz bajita las populares canciones que año tras año dedica la tuna a su virgen. Los tunos, de espaldas a la Virgen, caminaban sin dejar de mirarla, tocando y entonando sentidas palabras, que rasgaron los corazones de los fieles que contemplaban el espectáculo.

La cofradía de los Estudiantes ya estaba en la calle, y durante varias horas repetiría estos y otros momentos de desproporcionado fervor. Lunes Santo espléndido que fue vivido con intensidad.

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