Nadal, por encima de Ginepri y del torneo

El estreno de Rafa Nadal, ocho veces campeón de Roland Garros, sólo pudo ser más placentero en el caso de que la organización no le hubiera mandado a la pista dos. Mientras Alizé Cornet y Barty disfrutaban de la compañía de Philippe Chatrier en un espectáculo soporífero hasta para los más chauvinistas, la Suzanne Lenglen se poblaba de un público que se disponía a presenciar un partido de tenis y que acabó disfrutando de la habitual tiranía del actual número uno del mundo.

Y es que si Nadal merece jugar todos los partidos de su carrera en la pista central del segundo Grand Slam del año, Robby Ginepri comienza a resultar prescindible a pesar de su excelsa derecha. El americano se supo derrotado desde el pasado viernes, cuando acabó emparejado a Rafa en la primera ronda. En la pista sólo disfrutaba cuando plantaba los dos pies en el polvo de ladrillo y podía golpear con comodidad.

El resto fue un calvario. Ginepri se movía la gorra con más celeridad de la que lo hacía por la pista. Los tiempos entre puntos eran casi más largos que los puntos en sí y el devenir del partido marchaba en la única dirección posible, una paliza inmisericorde que mandase mensajes a quien quisiera escucharlos. Cada golpe de Nadal, cada 'break' y cada set se transformaba en un aplauso de un reconocimiento tan unánime como el desprecio organizativo hacia la figura más gigantesca que ha tenido y tendrá el torneo parisino. La tortura a la que le sometió Nadal con su derecha liftada fue haciendo mella poco a poco, y cuando la acompañaba con cambios de ritmo el jugador de Florida se limitaba a dejar deslizar su zapatilla en la arcilla, bajar la cabeza y buscar tener más suerte en el siguiente punto. El 'rosco' en el primer set se hizo inevitable en estas circunstancias.

Apatía contagiosa

Fue entonces cuando el ritmo mortecino de Ginepri mostró su arma más feroz: era contagioso. Nadal entró en una dinámica por debajo de su intensidad habitual y los guarismos se igualaron. En el momento clave, con 4-3, un acelerón de Rafa sirvió para desarbolar al americano y lograr el segundo parcial.

No había partido, pero el campeón tampoco quería dudas. Un 2-0 en el arranque fue suficiente para que Ginepri lanzase la raqueta por los aires en un par de ocasiones y se fuese del partido en cuerpo y alma. En su último esfuerzo, la enésima vez en la que deslizaba sin alcanzar la bola, sufrió un tropezón que lo mandó al suelo, un hecho absolutamente simbólico a lo que se estaba viviendo sobre la pista dos. Nadal no quiso seguir con el bochorno y cerró por la vía rápida, dejando tras de sí el mejor punto del partido corriendo a una dejada de su rival.

Buenas sensaciones, mal rival y pésimo gesto de Roland Garros para su campeón en el arranque del número uno del mundo.

Buena jornada española

Por otro lado, Tommy Robredo, Feliciano López, Roberto Bautista y Marcel Granollers, respectivos cabezas de serie 17º, 26º y 27º, también superaron sus partidos de primera ronda. Feliciano venció en tres mangas, por 6-3, 7-6 y 6-3 al bielorruso Damir Dzumhur, en un partido que duró dos horas y 33 minutos.

Robredo necesitó cuatro para imponerse por 4-6, 6-4, 6-2 y 6-4 al estadounidense James Ward, procedente de la calificación. Bautista eliminó en dos horas y 19 minutos al italiano Paolo Lorenzi por 6-3, 7-5 y 6-2, mientras que Granollers pasó a segunda ronda por retirada de su rival, el croata Ivan Dodig, cuando el encuentro iba empatado a 2 juegos.

La parte negativa de la jornada llegó con las derrotas de Albert Montañés, que se despidió de Roland Garros por culpa de una lesión que le obligó a abandonar su partido de primera ronda ante Kenny De Schepper, y de Pablo Andújar, que cayó frente a Marin Cilic por 6-0, 6-3 y 7-6(6).