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Los 10.000 corredores disfrutaron de una prueba alumbrada por las llamas.
San Antón volvió a hacer brillar a Jaén
ATLETISMO

San Antón volvió a hacer brillar a Jaén

La ciudad se volcó con su carrera más multitudinaria haciendo que esta fuese un éxito

JESÚS MUDARRA

Domingo, 15 de enero 2017, 01:43

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No hubo frío que helase un espíritu deportivo en una carrera de San Antón que, en lo que ambiente se refiere, mejora con cada edición. En la XXXIV de la prueba jienense por excelencia los laureles fueron para Carlos Castillejo en la categoría masculina (con un tiempo de 30 minutos y 10 segundos) y para la marroquí Nazha Macrouch en la femenina.

El jienense Seba Martos y Miguel Ángel Ruiz fueron los que completaron el podium masculino mientras que en las féminas lo hicieron Elena García y Rehima Serro. Todos ellos ganaron su peso en aceite, el prestigio de subirse a un podium tan especial como el de la San Anton y un metal para el recuerdo; pero se perdieron la esencia de la carrera.

Es probable que ninguno de ellos pasase la hora previa a la prueba en al 'paseo del selfie'. Si, ese es el nombre que debería tener el espacio entre el control de acceso de los corredores a los cajones y la línea de salida. En esos escasos 100 metros ayer se alternaron los estiramientos con cientos de fotos en las que grupos de amigos, parejas, familias y clubes posaban antes de empezar a correr. Los nervios se apaciguaron con cánticos y es que si se lo proponen 10.000 personas hacen mucho ruido y más cuando están esperando ansiosas a oír un pistoletazo de salida.

Cuando este llegó y el 'lagarto multicolor', compuesto por millares de corredores, echó a correr lo hizo lento, sin empujones y con más guasa que prisas. Los 'langostinos' andantes pasaban de los cánticos de amor hacia cualquier corredora el divertido retos a las 'bailarinas' o a los 'toreros'; y es que si antes de la salida uno se para a mirar a su alrededor no sabe si está a punto de correr diez kilómetros o si se encuentra en pleno carnaval de Cádiz.

El cúlmen de la sarna y el jolgorio que conlleva la carrera volvió a darse en el túnel de la Avenida de Andalucía, donde volvió a ser atronador el «¡Oe, oe!» que entonaron al unísono los miles de atletas. Tras esos motivadores instantes los corredores se toparon de bruces con la realidad, apareciendo esta en forma de Avenida de Madrid, aunque los organizadores tenían preparada una sorpresa para cuando los ánimos flaqueasen.

Bandas de música

Una banda de música hizo que los valientes que se atrevieron con la San Antón no pensasen en que las piernas comenzaban a cargarse a base de canciones populares ('Paquito el Chocolatero' a mi paso). La escena volvió a repetirse junto a la Plaza de Toros, momento en el que la carrera sufrió el primer embotellamiento serio. El cambio de recorrido con el que la organización completó los diez kilómetros acabó siendo un absoluto fracaso ya que los alrededores de la Alameda no tienen la amplitud suficiente para acoger sin problemas tal caudal de gente.

Tapones y respiros

Pero como para el 95 por ciento de los que participaron en la prueba el tiempo que fijasen al término de la misma era totalmente secundario, en el momento en el que no se pudo correr volvió el resuello a los atletas que aprovecharon cualquier instante de respiro para acompañar los cánticos con los que el numeroso público les animaba.

No fueron pocos los que agradecieron dicho parón ya que escasos metros después llegó la tan temida cuesta de la Avenida de los Escuderos. «¿Donde está la cuesta matarile rile rile?», cantaron los 'langostinos' a escasos metros de verla de cerca. En ella se apagaron los voces entre los corredores pero el público animó de lo lindo viendo que con cada metro eran más los atletas que cambiaban el trote para la caminata rápida. La alegría fue notable entre el 'lagarto multicolor' cuando se llegó a la cima de semejante Everest y más aun cuando se giró a la derecha y de bruces se vio brillar la joya de Jaén: su catedral.

Categoría masculina

  • -Carlos Castillejo. En poco más de media hora consiguió terminar la carrera para hacerse con el respeto del público de Jaén.

  • -Seba Martos. El jienense tuvo que contentarse con la segunda posición ante su público quedando a un minuto del ganador.

  • -Miguel Ángel Ruiz. Supo mantenerse en el tren cabecero y aguantar el tirón para hacerse con un hueco entre los metales

Se vieron no pocos móviles entres los atletas que aprovecharon su paso frente a la gigante obra maestra de Vandelvira para hacerse con una postal que acompañe a la medalla como recuerdo de una carrera única. Tampoco olvidarán fácilmente el calor de las antorchas en una abarrotada calle Bernabé Soriano en la que lo cánticos volvieron a brotar de entre los espectadores.

Se apagó algo el ambiente entre el zigzagueo en el que la carrera entra cuando atraviesa la Avenida Ejército Español y se introduce en las calles paralelas al Gran Eje. En ellas los corredores han de acordarse de todo el tiempo que llevan preparando la carrera, de con quien van a compartir el éxito de acabar e incluso de las rosetas que se van a comer después al calor de una buena lumbre, para seguir poniendo una pierna delante de la otra y no desistir.

Categoría femenina

  • -Nazha Macrouch. No hubo sorpresas entre la féminas y la marroquí se impuso con contundencia ante sus rivales.

  • -Elena García. Para ella fue la segunda posición del podium en una noche especial para ella en la que cumplió el objetivo.

  • -Rehima Serro. Se tuvo que conformar con el bronce una de las que partía con el cartel de favorita antes de la carrera.

Todos esos pensamientos se disiparon de las mentes de los atletas cuando volvieron a entrar en la Avenida de Andalucía y vieron a los lados a miles de personas que les empujaron con su aliento en los pocos metros que les quedaban. Los niños ofrecían sus manos esperando que alguno de los campeones (todos los fueron) se las chocase a su paso y el espacio para los corredores se estrechaba entre dos orillas de gente a cada lado.

Ya fue emotivo el poder a un hombre empujando un carro en el que llevaba a una mujer minusválida o el ver como otro señor corría portando el suero que iba goteando en la vía de su hermana que corría a su lado, pero no lo fue menos el cómo el 'paseo del selfie' se convirtió tras la prueba en el del beso. Beso entre enamorados que podrán añadir la Carrera de San Antón a la lista de experiencia vividas juntos, entre los amigos que ya piensan en esa cena que tanto se han ganado y entre compañeros de clubes contentos por la marca obtenida en una prueba especial.

Da la sensación de que la San Antón se está convirtiendo en un buen vino que mejora con cada año aunque el margen para seguir creciendo está claro. Los escépticos a cambiar la tradición para que la prueba sea en sábado ya han visto y pueden creer. Solo falta dar un retoque al recorrido para evitar los tapones. Pese a ellos, Jaén brilló a la luz de su carrera, la de San Antón.

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