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Curro Díaz da un pase a su segundo toro ayer en Las Ventas.
Curro Díaz firma muletazos soberbios pero no redondea en Las Ventas

Curro Díaz firma muletazos soberbios pero no redondea en Las Ventas

Tarde veraniega y denso ambiente en la corrida en el día del patrón San Isidro en Madrid

BARQUERITO

Martes, 16 de mayo 2017, 14:06

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Seis toros diversos de una hermosa corrida de Montalvo. Tres cinqueños, y dos de ellos, tercero y cuarto de sorteo, muy notables. De soberbio remate el cuarto, hondo, engatillado, tan astifino como los demás. Negro tan bragado que la pinta -nalgas blancas, rabicano- recordó los primitivos toros berrendos de Martínez que fueron base de la ganadería, que es casi centenaria.

El cuajo del toro y su bravura de ley tras un desconcertante inicio. Antes de emplearse en serio en el caballo, oliscó, se frenó y hasta soltó una coz al aire. Falsa alarma. Un par de inciertos viajes por la mano diestra. Largas, prontas, fieles embestidas por la mano izquierda. Y muerte de bravo, junto a tablas pero sin recostarse ni aconcharse en ellas. Gran ovación en el arrastre. Se llamaba Escandaloso. Casi 600 kilos en movimiento.

El escaparate y el estilo del otro toro protagonista, el tercero, fueron bien distintos. Castaño albardado, carifosco y bocinero, corto de cuello, muy poderosa apariencia. Dos puntas. Descarado de salida, una velocidad llamativa, pies y gasolina. El segundo puyazo, de mejor nota que el primero. Bravos los ataques en banderillas. Un entierro de pitones en el primer tirón, recompuesto en seguida. Y un sinfín de sedosas embestidas antes de morir de bravo.

De parte del toro en los dos casos se escoró el ambiente. La primera tarde radical de San Isidro traducida en una manifiesta caída en desgracia de López Simón -reproches, censura, indiferencia, pitos de despedida- y en un castigo severo y desproporcionado para una faena de Curro Díaz, la del gran cuarto, repleta pero también salpicada de espléndidos garabatos, de muletazos entre el garabato y el latigazo intercalados dentro de una misma tanda, y unas cuantas tandas porque la faena -el temple marcado por la velocidad y el motor tan engrasado del toro- fue abundante y generosa, de mucho color, cambios de terrenos y distancia, y de alardes en cites de largo. De firma singular: el garbo de Curro no es nuevo. Tampoco su resolución: la idea de estar puesto y toreando desde el primer muletazo. Y hasta el último.

El toro lo había sorprendido dos veces en ataques por la mano derecha, por donde protestó, y la renuncia de Curro a buscar por esas mano fue inocultable. Pasó, además, que fue faena intervenida por el coro: siseos para los muletazos frustrados en el remate o para el abuso del juego de perderle o ganarle al toro pasos demasiadas veces. Hubo muletazos de espléndida traza: el encaje, el vuelo, el toreo de brazos. Una estocada en los bajos dictó sentencia. Hacía tiempo que no se sentía en las Ventas tan sonora división de opiniones. López Simón le pegó al lindo tercero muchos muletazos sin templarse ni tropezarse. Muy vivos los ataques del toro pese a lo suave de su estilo, un desarme, plana pelea, una estocada, un aviso. Y se fue el toro que en San Isidro no puede irse.

La gente, de perfil. El ambiente, tenso. Pagaron el plato todos. Para empezar, el ganadero. Solo la desgana del segundo toro, escarbador, sin fuerza, mansito y parado, fue borrón. El primero, noble, punteó en los remates por falta de fuerza; el quinto, brava salida, se apagó; el sexto tuvo mejor son que motor. Y los dos sobresalientes del intermedio. Pues hubo quien pidió vetar la ganadería.

Se celebraron los lances de salida y saludo de Curro Díaz al primero, que enganchó la muleta demasiadas veces. Faena precipitada. El apagón del quinto fue de los de fundirse los plomos. Empotrado Paco Ureña contra las tablas en un arreón de salida, el torero de Lorca salió casi ileso -una lesión de ligamentos de rodilla- de lo que pudo haber sido y no fue un serio percance. A los dos toros los atravesó Paco con la espada. López Simón no se entendió con el bondadoso sexto, otro toro hondo, corto de manos, muy pechugón. Y una faena mecánica del torero de Barajas.

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