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Puente de Brooklyn.
La luz y el tesón

La luz y el tesón

Paisajes de José Domínguez en el Museo Provincial de Jaén

FRANCISCO JAVIER OCHANDO

Viernes, 27 de mayo 2016, 01:17

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Desde que Manet presentara 'Les canotiers' en el Salón de París de 1875, los ríos de toda Europa empezaron a adquirir unos reflejos moteados que nunca antes habían tenido, al menos no para los ojos de quienes los veían. Así anunciaba el crítico Julián Gallego la llegada de la pincelada breve, la 'virgule', con que los impresionistas supieron captar la luz y el color momentáneos. Una forma de mirar y explicar el mundo que claramente ha sabido prolongarse sin solución de continuidad desde aquel último tercio del XIX hasta nuestros días, dando un nutrido plantel de continuadores del impresionismo que pasean su quehacer a lo largo y ancho de los cinco continentes, satisfaciendo las demandas de un público ávido de este tipo de discursos pictóricos.

Tal es el caso del pintor José Domínguez, que cuelga estos días algo más de una treintena de óleos en la sala del Museo Provincial bajo el título de 'Proceso Evolutivo'. Se trata de obras centradas exclusivamente en la temática del paisaje, ya sea natural o urbano, en un intento por mostrar una evolución de su paleta que, en mi opinión, no encuentra plena acogida en el título dado a la exposición, en tanto no está pensada para mostrar el ya largo bagaje de su creador sino únicamente sus más recientes producciones, que, por supuesto, son siempre el más fresco reflejo de su última singladura, pero no levantan acta de lo acontecido a lo largo de una trayectoria.

Ficha

  • -Autor. José Domínguez .

  • -Título. Proceso evolutivo.

  • -Lugar. Museo Provincial de Jaén.

  • -Plazo. Hasta el 17 de julio de 2016

La muestra se divide en dos secciones que difieren tanto en temática como en dicción plástica, apostando por una clara línea divisoria que llega a tener su propia respuesta espacial en la distribución de lienzos a izquierda o derecha de la sala. Por la de la izquierda, esto es, la parte referida al paisajismo de la naturaleza, se destacan piezas de mediano formato, con predilección por los dípticos y los trípticos que se resuelven en marcadas divisiones horizontales a mitad de la tela, consintiendo así la disposición de arboledas en la zona superior y de franjas lacustres, con sus consiguientes delicuescencias e irisaciones, en la inferior. Obras muy homogéneas, en conjunto, que ensimisman con el recuerdo de aquellas famosas series de nenúfares que Monet abordara en el estanque del Jardín de Giverny hacia el final de sus días. Aquí la obra de Domínguez respira cierta hondura cromática, con propuestas que son resueltas a media pasta, a través de una paleta austera en la que predominan los tonos pastel -malvas, ocres, carmines-, entre los que aflora, a veces, la sinuosidad de algún grafismo o las tersuras de la crema depositada a espátula.

Cabe ver en esos juegos de armonías cromáticas una riqueza de matices y sugerencias que se desvanece en el margen derecho de la sala, reservado en exclusiva al paisaje urbano. Ahora cobra presencia el cosmopolitismo europeo y americano, a través de un universo de puentes y ríos que se erigen en icono y excusa plástica para la pintura, si bien la paleta se ha tornado más rígida y áspera, y las composiciones menos clarificadoras, en un intento de análisis que da preeminencia a la forma y el color sobre la poesía de la mancha, la licuación y la evanescencia de sus piezas vecinas. No obstante sobresalen, a mi ver, dos obras que dan noticia del progreso plástico de este artista marteño: 'Puentes de París' y 'Puente de Brooklyn'. Quizás, porque también el puente es fruto de ese pensamiento en continuo avanzar; eso que los griegos llamaron 'méthodos' o 'metá-hodós': ser camino, estar en camino, abrir camino.

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