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Farruquito bailó el cante de Pepe de Pura y Antonio Villar en las Ruinas de Santa María
Farruquito hace vibrar las piedras de las ruinas de Santa María en Cazorla

Farruquito hace vibrar las piedras de las ruinas de Santa María en Cazorla

500 personas vivieron la mejor noche que se recuerda en el escenario del histórico recinto

josé luis gonzález

Lunes, 3 de agosto 2015, 14:16

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Cinco siglos han pasado desde que el genial arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira ideara y ordenara colocar la primera piedra de las Ruinas de Santa María de Cazorla. Quinientos años de vicisitudes meteorológicas y sociales que impidieron acabar tan magna obra y que, sin embargo, contribuyeron a otorgarle un alma que la distingue de todas las demás iglesias, convenientemente acabadas y dedicadas al culto. Gracias a la mala idea de Vandelvira y los probostes de la época de intentar construirla en un lugar imposible, hoy los cazorleños disponen de un espacio escénico envidiable y único.

Pues bien, la noche del sábado otro hecho se sumó a la historia de este lugar tan lleno de arte y magia: Farruquito bailó en el lugar ideado para el altar mayor. Hasta ahora la mejor exhibición artística vivida aquí por el público cazorleño y foráneo. Quinientas personas llegadas desde diversos puntos de la geografía provincial jienense fueron testigos del inmenso arte del bailaor sevillano, que a sus 32 años se encuentra en el momento álgido de su carrera. Durante 70 minutos abrió el III Festival Cazorla Flamenca con Improvisao, que erizó hasta el bello de la fría piedra acompañado de un magnífico cuadro.

El título del espectáculo es fiel reflejo de lo que regala, un canto a las raíces del Flamenco; sin nada más, sin nada menos. Definirlo como espectáculo integral es erróneo porque no hay un plan complejo, apenas hay dramaturgia. Es un recital de bailaor, cantaores y guitarra, una fiesta del Flamenco más puro y al más alto nivel. Farruquito lo define como «una vuelta a mis orígenes y una muestra de lo que  aprendí en esta profesión. Cante, guitarra y baile fundidos con total  libertad de crear un espectáculo distinto cada día».

Si quien improvisara no fuera tan bueno como él, el resultado podría ser soso, anodino. Las posibilidades dramáticas y escénicas del Flamenco son inmensas, razón por la cual otros espectáculos mucho más elaborados del mismo Farruquito, Blanca Li o Rafael Amargo por citar algunos triunfan dentro y fuera de España. No hay que desdeñar nada. No hay que restar valor a lo complejo para resaltar la simplicidad.

Farruquito bailó el cante de Pepe de Pura ¡qué voz! y Antonio Villar con un respeto casi reverencial. Él es el protagonista, el único protagonista, todos lo saben, pero no se sale un ápice de la métrica marcada por el cante y la guitarra. A partir de ahí alcanza la perfección en el movimiento, en el taconeo, en el juego de manos y brazos, en la expresión. Una expresión bella, gitana, cálida, profunda. El regalo para un público en pie y entregado que, esta vez sí, solo fue juez de lo único que puede serlo: su arte.

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