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Recopilan en bolsas los alimentos. /ENRIQUE
Cinco ángeles de la guarda
Linares

Cinco ángeles de la guarda

Un grupo de feligreses de San Agustín se dedica cada noche, desde hace cinco meses, a atender a las personas que duermen en la calle

PABLO GARCÍA CAÑO

Domingo, 12 de abril 2009, 05:54

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La pobreza está aquí mismo, en la puerta de cada hogar. No hace falta viajar cientos de kilómetros para encontrarse dramas personales y situaciones de carestía absoluta. Sólo hay que salir un poco a la calle para darse cuenta de ello, y es justo lo que un grupo de personas hacen a diario en Linares, en lugar de conformarse con la comodidad de sus hogares sacrificando algo de su tiempo y esfuerzos para que las personas sin techo no estén completamente desatendidas.

No pertenecen a ninguna asociación ni ONG, y predican más con el ejemplo que con la palabra, porque no es afán de protagonismo lo que buscan. De hecho, hasta cuando se les quieren sacar una foto rechistan y se echan mutuamente el 'muerto'. En total son cinco personas las que habitualmente llevan a cabo esta labor solidaria, con el centro de operaciones en la parroquia de San Agustín. Desde finales de noviembre cada día salen a eso de las once de la noche a buscar a las personas que vagan sin hogar por la calle para ofrecerles lo mínimo que se puede pedir en estos casos: algo de comida y un café, una manta y un rato de charla. «Sobre todo tienen muchas ganas de hablar», afirma José Antonio, uno de los voluntarios, «se sienten despreciados y fuera de la sociedad».

De sus bolsillos

Los motivos que llevan a una persona a echarse a vivir a la calle son muchos y dependen de cada caso personal, pero todos son atendidos sin excepción. En tres meses de actividad ya han prestado ayuda a más de 80 personas diferentes, repartiendo cientos de bocadillos y raciones, y eso requiere un desembolso mensual nada despreciable. También cuenta la gasolina de los vehículos, ya que son muchas las vueltas que al cabo de la semana se le da al casco urbano de Linares y a la Estación Linares-Baeza. Más o menos, la factura sale a razón de unos 300 euros cada mes, pagados de sus propios bolsillos.

Desde el grupo de voluntarios se destaca la necesidad de encontrar un espacio dentro de la ciudad que les sirva de referencia a los 'sin techo' para que puedan acudir por su cuenta. En los paseos nocturnos no siempre se puede encontrar a todo el mundo, y con un sitio fijo se podría prestar una mejor cobertura a estas personas que lo han perdido casi todo. En ocasiones lo más primordial para ellos es tan simple como darse una ducha, porque ellos mismos son conscientes del rechazo que causa entre la gente la falta de higiene, además de los problemas de salud que puede acarrear. Por ello entre los planes de los voluntarios está adquirir un local en el que puedan desempeñar su labor de forma más eficaz. Además, comentan que el albergue para transeúntes no les vale a ellos, ya que está pensado para gente que está de paso por la ciudad y no para los que día tras día duermen en el mismo cajero o deambulan por las mismas calles.

A veces acompañan en la labor otras personas de forma más intermitente, en función de sus posibilidades o de sus ganas. Y algunos no repiten, porque no es una tarea precisamente fácil. Además del propio esfuerzo físico hay que soportar situaciones que en ocasiones no son agradables de por sí, porque al principio casi siempre es difícil ganarse la confianza de personas que casi han perdido la esperanza en sí mismos y quienes les rodean. Incluso se dan a veces casos de gente que rechaza cualquier tipo de ayuda. Mantener una comunicación fluida suele ser cuestión de constancia, y en la mayoría de los casos surte efecto. «No pretendemos cambiarlos, sino aceptarlos como son», manifiestan los voluntarios.

Hasta festivos

Hasta en los días festivos, como Nochebuena y Nochevieja, salen estos 'ángeles de la guarda' a la calle. La diferencia de edad entre ellos llega incluso a los cuarenta años en algún caso, pero eso no impide que compartan una misma idea de lo que significan la caridad y el servicio a los demás. Tienen nombres tan comunes como Roberto o Pilar, y son vecinos de Linares como el resto. Pero por las noches es como si les crecieran alas en la espalda.

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