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INCAUTACIONES. Un guardia civil exhibe un paquete de medio kilo de cocaína. /FRANCIS J. CANO
Camellos triplican el peso de la 'coca' antes de ponerla en la calle
JAÉN

Camellos triplican el peso de la 'coca' antes de ponerla en la calle

Al consumidor final llega la mercancía con una pureza casi nunca superior al 25%, cuando los traficantes de cierto nivel la manejan al 75% de calidad

J. E. POVEDA

Jueves, 12 de junio 2008, 15:26

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El Instituto de Toxicología de Málaga llega hasta donde la nariz y las entendederas de los cocainómanos jienenses no alcanza: el polvo blanco que llega a los consumidores de la provincia tiene una pureza que en muy raras ocasiones supera el 25 ó 30%. Es decir, que tres cuartas partes de lo que entra por la nariz no es cocaína, sino 'sustancia de corte'. Fuentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad consultadas denominan así a cualquier cosa blanca, en polvo y que pueda dar el pego. Sin embargo, los alijos de cierta importancia -de un kilo o más- que las mismas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado han cazado en los últimos ocho años- tienen una pureza de entre el 75 y el 80%. Los camellos que conforman la cadena de distribución y comercialización de la cocaína en Jaén son capaces de adulterar la droga hasta el punto de multiplicar por tres su peso, y por consiguiente sus ganancias.

Los datos se han extraído de sentencias dictadas en los últimos años por la Audiencia Provincial de Jaén en juicios por tráfico de cocaína contra traficantes de grandes cantidades y de los que trabajan con el consumidor final. Y son los más habituales. Pero se han dado casos más alarmantes: en marzo de 2006 fue detenido Cándido E.C. con más de 300 gramos ya preparados para vender, que tenían una pureza del 13,1%.

Cocktail explosivo

¿Con qué se mezcla la cocaína? Los productos más habituales, según los análisis del Instituto de Toxicología, son la cafeína y analgésicos como el paracetamol y la fenacetina. Además, los científicos que analizan las muestras de droga incautadas en Jaén detectan anestésicos locales (lidocaína y procaína), piracetam, ácido acetilsalicílico, diurón y detronidazol. También se le añaden azúcares. Los más frecuentes son la lactosa y el manitol, seguidas del inositol, la glucosa y la sacarosa. En ocasiones, se ha encontrado yeso, estricnina -un veneno, carbonato de manganeso -que puede producir parkinson-, talco o hasta sosa cáustica. Éste es un mercado en el que no hay más ley que el dinero.

La adulteración masiva ha permitido mantener el negocio en expansión durante una década sin tocar los precios. Antes de la implantación del euro, un gramo de cocaína en la calle costaba 10.000 pesetas. Después se tradujo a 60 euros. Esto quiere decir que la cocaína es un bien de consumo ajeno al IPC, pues más de un lustro después un gramo sigue costando lo mismo. Y la demanda no ha hecho sino aumentar.

A cambio de jugarse la libertad, los camellos han tenido -y tienen- una buena oportunidad de negocio: compran cantidades superiores a un kilo por menos de 60 euros el gramo (menos de 60.000 euros por la ventaja de comprar al por mayor), convierten el kilo en tres y lo venden por 180.000 euros. Frecuentemente, según demuestran las investigaciones de Policía Nacional y Guardia Civil, el proceso no se da en un paso, sino en varios y con camellos de distinto nivel implicados.

En registros practicados en casas de traficantes que son proveedores de consumidores finales se suelen detectar diversos productos de los que figuran en la lista de sustancias de corte. De hecho, son una de las cosas que se busca en los registros, además de drogas, pues su posesión es indicio de tráfico para un tribunal. También indican que la manipulación de la sustancia se hace hasta en los escalones inferiores del sistema. La compra de algunas de estas sustancias de corte a partir de ciertas cantidades está sujeta a control.

Los fiscales piden penas a partir de cuatro años de cárcel cuando hay cocaína de por medio.

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