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Amores para siempre
SOCIEDAD

Amores para siempre

Grandes rapaces, pingüinos, cigüeñas, loros, guacamayos, palomas y albatros suelen mantener sus parejas durante toda la vida. Son los monógamos del mundo animal

PILAR R. QUIRÓS

Miércoles, 19 de diciembre 2007, 12:01

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Aojos del hombre, las aves parecen los animales más libres del mundo, ya que la capacidad para volar siempre ha sido uno de los grandes anhelos del 'homo sapiens'. De hecho, los inventores no han parado hasta crear aviones, con alas como los pájaros, para que nos llevaran de un sitio a otro volando. Y sin embargo, esta característica que poseen la gran mayoría de las aves, la de la supuesta libertad que les da el volar, no compromete, en algunos casos, el hecho de que sean los animales más fieles y monógamos de la naturaleza. Los científicos y biólogos han constatado que ha habido multitud de casos en los que las parejas de grandes rapaces, entre ellas los buitres, las águilas y los búhos reales, así como los pingüinos, los loros, los albatros (un ave atlántica de gran porte), las cigüeñas, los loros y las palomas que han permanecido juntas toda la vida exhibiendo una monogamia que, todo hay que decirlo, es excepcional en el mundo animal. También hay estudios que apuntan a que «las ballenas, el tití cabeciblanco, el lobo, el puercoespín, los guacamayos y algunos antílopes como los Dik-Dik son leales a su pareja», como indica la revista de naturaleza colombiana 'Planeta Zoo'.

Sin embargo, muchos de los dichos humanos demuestran que sabemos muy poco de los animales que nos rodean. «Menudo buitre», es una de las frases más repetitivas cuando un hombre no para de flirtear con féminas. Seguramente, la expresión se referirá a cuando esperan a que se muera un animal para comérselo que, aunque pueda parecer desagradable, es una fantástica función higiénica y de limpieza en la naturaleza. Así que, en este sentido, el comportamiento del buitre no es, ni mucho menos, reprobable.

Y, en lo que a su pareja se refiere, la responsable del Centro de Recuperación de Aves Carroñeras (CRAC-El Boticario), en Los Montes de Málaga, Chelo Atencia, ha constatado, en sus más de veinte años de experiencia al lado de estas rapaces, que hay parejas de buitres que son fieles toda la vida. «Seguimos una pareja que anidaba en El Torcal y el macho sólo cambió de hembra al año siguiente de que la primera muriese envenenada», subraya Atencia. La muerte de la hembra se produjo cuando ambos ya habían tenido a su cría. De todos es sabido que los buitres empollan el huevo juntos y ambos se encargan de la manutención del polluelo. Pues bien, cuando la hembra murió, el macho asumió en solitario la tarea de sacar adelante a la cría. «El pollo estuvo mucho tiempo encima de su madre y no sabíamos si comía; un día le sacamos una foto que fuimos ampliando hasta corroborar que tenía buche, lo que indicaba que estaba alimentado. Y entonces, nos quedamos tranquilos», explica.

El macho podría haber sustituido a la madre: alguna hembra que no hubiese tenido crías. Y, sin embargo, decidió enfrentarse solo a esta tarea. Al año siguiente, sin embargo, buscó otra hembra para hacer el nido.

Llama la atención que las grandes rapaces que se mantienen emparejadas, en muchos casos, toda la vida, también tienen una especial predilección por un mismo territorio. De hecho, y según explica el biólogo y director del parque natural Sierra de las Nieves, Rafael Haro, las águilas reales, imperiales, calzadas y perdiceras, así como otras rapaces, vuelven todos los años al mismo sitio a nidificar. «Repiten el mismo lugar o la misma zona, aunque pueden alternar los nidos para que no los ataquen los parásitos», puntualiza. «Desde que la pareja llega, el macho está chillando diciendo que ese territorio es suyo. Es él el que le oferta a la hembra un territorio y un nido», reseña Haro.

En el caso de las águilas reales son las hembras las que al final deciden la plataforma en la que criar. «Vamos, que se podría decir que es ella la que decide cuál va a ser la casa», dice entre sonrisas el biólogo.

Alternativa social

Hay estudios de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, que relacionan la monogamia animal con la alternativa social que posibilita la cooperación del macho y la hembra en el cuidado de las crías. Es lo que la Fundación Zoológico de Barranquilla indica que es la teoría de 'papá en casa', que garantiza la paternidad e impide que otro macho copule con una hembra comprometida. Digamos que es por una cuestión pura de perpetuarse, un instinto que los animales tienen desde que nacen. Y en las aves se hace más acusado puesto que tanto el macho como la hembra, generalmente, colaboran para sacar adelante a las crías.

Algo muy diferente pasa con la mayoría de los mamíferos (leones, lobos, cabras monteses, ciervos), en los que el macho dominante lucha hasta la extenuación para copular a buena parte de las hembras. Gran fama de promiscuos tienen los ejemplares de cabras monteses. El macho inicia cruentas peleas y hasta carnicerías para hacerse con los favores de las hembras. Tras el apareamiento, se vuelve solitario y es la hembra la que, sola, o en compañía de otras hembras, carga con la crianza de los chotillos. Algo similar pasa con los leones, ya que es bien sabido que, ellos como buenos reyes de la selva, no dan ni palo al agua. Tanto es así que la leona, una gran trabajadora, es la que se encarga literalmente de todo. El ciervo, famoso por su berrea -una auténtica 'animalada' para hacerse con los favores de las hembras- es capaz de reunir alrededor de él un auténtico harén.

Pero, volviendo a las conductas fieles, llama poderosamente la atención la del albatros, un gran ave atlántica, que se une a su hembra para toda la vida. Tanto es así que cuando ella muere, no vuelve a aparearse jamás. De este extremo hay casos también constatados con parejas de cigüeñas. En esta especie, es el macho el que elige a la hembra, y para ello la encandila acercándose a ella y flexionando su cuerpo, y hasta dándole picotazos a su amada. En este proceso, el macho también realiza unos curiosos sonidos para cautivar a su hembra, que se unirá a él para toda la vida. Es más, una vez que copulan, el macho le sigue mostrando su cariño tocando su pico, situándose cerca de ella y ayudándole a empollar los huevos (generalmente cuatro) y a criar los pollos.

Reacios a cambiar

También están en la lista de los que están siempre juntos los pingüinos. Tan fieles llegan a ser que en el zoológico de la ciudad alemana de Bremerhaven un grupo de pingüinos estuvo sin hembras una temporada y, cuando por fin llegaron las hembras suecas, ellos se resistían a aparearse con ellas. Los biólogos se dieron cuenta de que se agrupaban por parejas de machos (los que estaban juntos antes de que llegasen las suecas) y que, al parecer, se habían vuelto 'gays' fieles.

Los responsables del zoo, que querían reorientar la conducta sexual de sus pingüinos machos, acabaron desistiendo al ver que, tras un año, no había cambios. Pero, lo más divertido de todo este asunto es que esto desató una ola de protestas de grupos homosexuales de Alemania y de Estados, que estiman que se coartaba el amor entre parejas del mismo sexo.

De la fidelidad de los pingüinos hay un fantástico documental 'La marcha de los pingüinos', realizado por el director novel Luc Jacquet, en el que se muestra la historia de un grupo de pingüinos emperadores en la Antártida, que cuidan, en condiciones extremas, el huevo del que saldrá su polluelo. El macho lo empolla para evitar que se hiele y la hembra se desplaza lejos en busca de comida. Muchos críticos estiman que la cinta, en la que los pingüinos se afanan por sobrevivir incluso a sesenta grados bajo cero, llega a la sensibilidad los espectadores porque se percibe que, detrás de toda esta dedicación, estos ejemplares muestran algo más que instinto de conservación.

Hay fidelidad, amor, cariño y superación, según reseñan. Así que ya no vale escudarse en los animales para tener conductas poco previsibles cuando hay un compromiso libremente adquirido de fidelidad con una pareja. Decir «es que somos como animales» para salir del paso ya no tiene consistencia, máxime cuando hay algunos animales (irracionales) más consecuentes que nosotros.

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