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Otra víctima de la impaciencia

El Valencia destituye a Quique, el entrenador que vivió, «en soledad», bajo la sombra del Rafa Benítez «Pierdo un cargo, pero recupero una vida», sentenció el técnico ante la prensa en su despedida El Valencia pretende a Fabio Capello o Marcelo Lippi, pero, por el momento, será el entrenador del filial, Óscar Fernández, quien ocupará el banquillo del conjunto 'ché'

AMADOR GÓMEZ A. G.

Martes, 30 de octubre 2007, 03:26

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El técnico Quique Sánchez Flores es otra víctima de la impaciencia del Valencia CF, un club acostumbrado a fijarse retos demasiado exigentes desde que llegó a dos finales consecutivas de la Copa de Europa y conquistó, con Rafa Benítez en el banquillo, dos Ligas y una UEFA. Perseguido desde su llegada hace dos y cuatro meses por la alargada sombra del ahora entrenador del Liverpool, Quique Flores ha pagado su desencuentro con la afición y el vestuario y no ha encontrado el respaldo del poder. Los dirigentes del Valencia han preferido hace caso a la grada («¿Quique vete ya!») antes que permitir que el clamor apuntase más arriba.

Héctor Cúper, Rafa Benítez, Claudio Ranieri se vieron obligados antes que él a abandonar un club que se había acostumbrado al éxito, al que no le basta estar en zona de Liga de Campeones, a sólo cuatro punto del liderato, y que aún se mantiene vivo en la máxima competición europea. Quique Flores, pese a verse asolado por las lesiones, metió las dos últimas temporadas al Valencia en la 'Champions', pero han sido suficientes tres derrotas (ante el Chelsea, el Rosenborg y el Sevilla) para precipitar un adiós anunciado.

Devorado por la presión

Los últimos malos resultados han servido para dar la puntilla a un joven técnico de 42 años devorado por la presión de los socios y seguidores del Valencia, que nunca ha conseguido superar sus problemas internos ni ha concedido tiempo suficiente a un entrenador abandonado. Tras ganar sólo una batalla ante el anterior director deportivo, Amadeo Carboni, a Quique le han dado la espalda todos los sectores del club. «Han sido años muy difíciles, y en algunos casos de cierta soledad, que tienen que ver con la exigencia que supone un equipo como el Valencia», reconoció ayer. El también ex entrenador de los juveniles del Real Madrid y del Getafe ha sufrido su mala relación con los dirigentes y los pesos pesados de la plantilla, y ahora se marcha de unos de los clubes que han marcado su carrera deportiva «con una ligera sensación de dolor, pero también de alivio».

«Pierdo un cargo, pero recupero una vida», sentenció Quique, en quien nunca ha creído el presidente del Valencia, Juan Soler, que ahora se ha quedado sin el que era su principal escudo. Se ha plegado a la afición valencianista, que ha tildado a Quique de conformista, de ser incapaz de sacar mayor partido a un equipo que cuenta con el mayor número de internacionales españoles -escasa garantía-, y de no trasladar en el terreno de juego su gusto por el balón. Para Quique, «una vez conseguida la consolidación atrás, la herramienta fundamental es la pelota», pero en el Valencia, bien por lesiones, por decisiones equivocadas o por no arriesgar el resultadismo, no ha llevado a cabo su filosofía. El juego ha sido malo este año, y ha llegado a alinear a dos medios centro regañados con el toque, como son Albelda y Marchena, como ocurrió frente al Chelsea.

Ilusión y dedicación

A pesar de su inexperiencia en la élite, mientras entrenaba al Getafe y conseguía mantenerlo en Primera en el año de su ascenso, Quique deseaba probar su capacidad como entrenador en un grande, y sobre todo en el Valencia, donde triunfó como futbolista. «Mi poca experiencia la suplo con ilusión y dedicación. Me paso todo el tiempo pensando en mi profesión», aseguraba meses antes de fichar por el Valencia. Sin embargo, le esperaba un cambio radical: debía olvidarse de la humildad del Getafe y responder a la desmedida ambición del Valencia, que con Benítez ya tenía un equipo hecho, y con Ranieri y un hombre de la casa como Antonio López experimentó una renovación abocada al fracaso. Con el Getafe se aseguró una cláusula de rescisión para quedar liberado en el caso de que le llamase un club de mayor potencial, y el Valencia no dudó en recurrir a él.

Quique fue valiente al aceptar al reto de dirigir al Getafe en la máxima categoría, pero quizás aún más al hacerse cargo de un equipo que después de fallar en la 'Champions' y en la UEFA en la temporada 2004-2005, sólo fue capaz de clasificarse para la Intertoto con la séptima plaza en la Liga. Una posición considerada ridícula en una entidad de tan altas miras. En opinión de Quique, el Valencia vivía entonces «la mejor época de su historia», aunque ya advertía: «Siempre es un club complicado y ahora también hay problemas». Desde entonces han pasado casi tres años, pero la frase del técnico no ha perdido vigencia. El Valencia quiere para el banquillo a Fabio Capello o Marcelo Lippi, pero, por el momento, será el entrenador del filial, Óscar Fernández, quien dirigirá al equipo 'ché'. El sustituto de Quique Sánchez Flores deja al Valencia Mestalla en la tercera plaza de su grupo en Tercera División para debutar mañana frente al Real Madrid, sin tiempo para preparar a su nuevo equipo para medirse al líder.

Óscar Fernández se convierte en un técnico-puente, con el objetivo de incorporar lo antes posible a un entrenador italiano que, aunque sea amante del 'catenaccio', pueda garantizar títulos. Capello y Lippi son dos muestras de ello, aunque el ex seleccionador italiano alternase en el último Mundial, donde llevó a su país al título, fases de fútbol netamente defensivo con juego de ataque.

«Nuestro objetivo es poder contratar a un entrenador de caché, de altísimo nivel, que haya conseguido cosas y que tenga carisma», apuntó ayer el director deportivo del Valencia, Miguel Ángel Ruiz.

En sus dos etapas en la entidad madridista, Capello consiguió la Liga con el Real Madrid, mientras que Lippi, antes de ser campeón del mundo en Alemania 2006, se adjudicó una década antes la Copa de Europa con la Juventus. El peligro está en la aceptación que tendría el fútbol de Capello entre el público de Mestalla, que en principio acogería de mejor grado a un entrenador como Lippi que ya ha anunciado su intención de volver a los banquillos a comienzos de 2008 y podría adelantar su regreso.

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