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GALARDONADA. Doris Lessing posa ante la puerta de su casa, poco después de enterarse de que había ganado el Nobel de Literatura. / REUTERS
El Nobel de Literatura premia la obra escéptica y apasionada de Doris Lessing
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El Nobel de Literatura premia la obra escéptica y apasionada de Doris Lessing

Británica criada en Rhodesia, se mostró desde su primera novela opuesta al 'appartheid'

CÉSAR COCA

Viernes, 12 de octubre 2007, 03:53

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«Nunca esperé algo maravilloso. Nunca esperé la felicidad». Una Doris Lessing octogenaria hacía pocos meses atrás balance de su vida y se declaraba contenta por el resultado general de una carrera literaria de éxito y una vida que ha tenido más torbellinos que remansos de paz. Ayer, a punto de cumplir 88 años (por sólo cinco días no ha sido la persona de mayor edad en ganarlo), la Academia sueca le concedió el Nobel de Literatura en atención al «escepticismo, ardor y poder visionario» con el que «ha sometido a escrutinio a una civilización dividida». La veterana escritora, que posó para los fotógrafos a la puerta de su casa de Londres como si fuera una abuela sorprendida mientras hacía un 'plum cake' para sus nietos, apenas si acertó a decir que estaba «encantada». Horas después, comentó a la BBC que no entendía muy bien por qué le han dado el Nobel ahora, después de tanto años entre los candidatos. «Quizá han pensado que es el momento, antes de que la palme». Una frase que parece denotar que tampoco el galardón la ha acercado a la felicidad que nunca esperó.

Huidas

Doris Lessing pertenece a una generación que ha sufrido frustraciones en dosis masivas. «Hemos tenido grandes sueños y creído en sociedad perfectas, pero lo único que hemos visto es mucha sangre», ha dicho. Un repaso a su biografía muestra que no exagera. La sangre de los soldados muertos en la Primera Guerra Mundial no se había secado del todo cuando ella nació, en una ciudad persa en la que estaba destinado su padre, oficial del Ejército británico. Cuando tenía cinco años se trasladó con su familia a Rhodesia (hoy Zimbabue). Allí vivieron en una granja, de la que huyó en la adolescencia, abandonando los estudios para ganarse la vida con oficios diversos, como telefonista, niñera y periodista.

A los 19 años contrajo matrimonio con Frank Wisdom, un funcionario con quien tuvo dos hijos. El matrimonio duró poco, porque harta de la vida colonial volvió a huir. «Tuve que partir porque no se puede sobrevivir a una vida que se odia sin volverse loca o alcohólica. No tenía alternativa», ha reconocido. Escapó de un ambiente opresivo para encerrarse en otro aún peor: el de una célula comunista dirigida por Gottfried Lessing, con quien se casó poco después y con quien tuvo otro hijo. Otro matrimonio breve y otra huida. Antes de cumplir los 30, Doris Lessing ya había conocido las secuelas de una guerra, el horror de otra, el 'appartheid', el amor, el desamor, el desgarro de tener que abandonar a sus hijos... Tanta experiencia acumulada tenía que salir a la superficie de alguna manera. Y esa manera fue la literatura. Cuando en 1949 llegó a Londres con su tercer hijo, llevaba un manuscrito en su maleta: el de 'Canta la hierba', una novela sobre la vida en África que es un verdadero manifiesto contra el 'appartheid'.

A finales de los cincuenta huyó de nuevo. Esta vez de la disciplina del Partido Comunista, una organización de la que ha llegado a decir que estaba compuesta «por asesinos de conciencia tranquila». Mientras, su carrera como escritora empezaba a consolidarse, a la vez que crecía su compromiso con la causa de los derechos humanos y más recientemente la ecología. Los críticos la consideraban una integrante más del grupo de los 'jóvenes airados', pero 'El cuaderno dorado', publicado a principios de los sesenta, la convirtió, bien a su pesar, en un símbolo para las feministas.

Inclasificable

Durante años, encerrada en su casa del norte de Londres, escribiendo con regularidad pero no a diario («eso sólo pueden hacerlo los hombres, porque tienen una mujer que los cuida»), Doris Lessing ha construido una obra que ha escapado de cualquier catalogación: lo mismo acudía a la mitología que a la ciencia ficción, igual al teatro que a las memorias. Estas últimas, publicadas en dos volúmenes, sorprendieron a parte de sus lectores por el lenguaje utilizado y por el relato desinhibido de una intensa y azarosa vida sexual. Una desinhibición que conserva en su última novela ('The cleft', la grieta, en alusión al órgano sexual femenino), tan cruda en sus descripciones que su correctora de pruebas abandonó su lectura. Años atrás, la escritora de éxito había hecho un experimentó que terminó por desencantarla también del mundo editorial: envió dos manuscritos firmados con nombre falso y comprobó cómo, uno tras otro, todos los grandes sellos del país se los devolvían.

Escéptica, satisfecha por haber visto desaparecer a los grandes dictadores del siglo XX pero preocupada por el futuro, por la incultura general de los jóvenes, el desprecio al medio ambiente y el extremismo de algunos grupos políticos, Lessing continúa escribiendo con pasión en su casa diminuta, como de muñecas, acompañada de su gato y con el sonido de fondo del canto de sus pájaros, porque «es lo único» que sabe hacer, dice como disculpándose. Nunca tuvo objetivo político alguno, asegura; sólo contaba lo visto y vivido.

El próximo 10 de diciembre, esta dama menuda de aspecto frágil y pelo blanco recogerá en Estocolmo el diploma y un cheque de 10 millones de coronas (1,1 millones de euros). Una fiesta de lujo para quien, tras haber visto tanto, está convencida de que «el ser humano es una especie carente de interés».

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