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Motor

Automovilismo. El helicóptero tiene la palabra

La niebla de Fuji suspendió los ensayos libres del Gran Premio de Japón porque la máquina no hubiera podido evacuar a un eventual herido en la pista

JOSÉ CARLOS CARABIAS

Domingo, 30 de septiembre 2007, 04:36

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La última palabra siempre pertenece al piloto del helicóptero. El fútbol tiene sus árbitros, socorrido saco para cargar con todas las

culpas. El ciclismo, sus jueces, personajes invisibles a quienes nadie

conoce la cara. El golf maneja su propio 'fair play', pacto de no agresión entre caballeros. En la Fórmula 1 deciden los comisarios y, por encima de ellos, el tripulante de un helicóptero.

Sólo hay una cuestión ingobernable para la ultra-tecnología de vanguardia de la Fórmula 1, sofisticación a raudales y último grito de cualquier moda. El tiempo. Las variaciones meteorológicas dictadas por la naturaleza aún

escapan a la ciencia de los sabios en el 'paddock'. Ayer bajó la niebla en Fuji y la confusión se instaló en el mundo material de los procesadores de datos. Tuvieron que suspenderse los entrenamientos libres de la mañana y por

un pelo no sucedió lo mismo con la calificación de la parrilla de hoy.

Una carrera, entrenamiento o sesión de calificación en Fórmula 1 no puede comenzar si un helicóptero no puede levantar el vuelo para proceder a la evacuación de un herido en la pista a un hospital cercano. Elogiable medida de seguridad que provoca, sin embargo, escenas como la de ayer en la contrarreloj ganada por Lewis Hamilton.

Microclima en Fuji

El circuito nipón se encuentra a las faldas del símbolo del país, el Monte Fuji, en un valle verde, un bosque de carreteras donde la humedad relativa alcanza el noventa por ciento. Se trata de un microclima en el que vivió

Pedro de la Rosa desde 1995 a 1997, cuando corría en la Fórmula 3. «Yo he estado dos semanas seguidas con niebla». El paisaje en el circuito se asemejaba a esas etapas de la Vuelta en los Lagos de Covadonga, donde las cámaras no captan la señal porque el helicóptero no vuela. O esa jornada increíble en el Gavia del Giro 88,

cuando los ciclistas bajaban ateridos por el frío y con síntomas de

congelación en una montaña paralizada por la nieve. Ayer, en Fuji, frío y nubes bajas, no se veía el semáforo de salida desde la séptima fila de la parrilla.

¿La respuesta? En el comandante del helicóptero. El tripulante dijo que el pájaro no volaba y el entrenamiento matinal de los pilotos de Fórmula 1, una hora desde las diez a las once de la mañana momento clave para probar neumáticos de agua, para que los conductores menos hábiles sobre lluvia se adaptasen al piso, se suspendió después de varios intentos. Varios pilotos habían intentado probar sus monoplazas, pero la niebla estaba a ras de suelo y la visibilidad era nula.

El Monte Fuji era para entonces un espectro invisible, ilocalizable entre la bruma. Los departamentos de informática de las escuderías manejaban la previsión de lluvia y de gomas con más agarre, pero nadie podía prever cuando lo imprevisible: cuando levantaría la niebla.

Especulaciones varias

Sin llegar al ataque de nervios, al paroxismo de lo incontrolable, el

'paddock' se llenó de rumores en los campamentos de los equipos. Comenzaron las especulaciones sobre cuándo podría celebrarse la sesión de calificación, toda vez que la niebla seguía ahí. El domingo por la mañana puntuó como la

opción más probable. Pero los temores no abandonaron la estancia. ¿Y si no mejoraban las condiciones para hoy? ¿Cuándo debía celebrarse la carrera? ¿Un lunes? Improbable. En la batería de normas de la F1 no hay una regla invariable para este supuesto.

La hemeroteca comenzó a funcionar y a recordar variables. Hace tres años, un tifón obligó a suspender una sesión de calificación que se disputó el domingo. Y hace treinta, por estas mismas tierras, las fotografías rememoran

que Mario Andretti recogió su trofeo de ganador casi de noche, sin apenas luz en Fuji por culpa del aplazamiento que tuvo lugar. Se establecía un enlace con Bélgica, donde la niebla ha hecho acto de aparición en numerosas ocasiones. Estaba el 'paddock' sumido en una tregua malsana cuando el monte que no entró en erupción desde hace trescientos años abrió la mano. Se fue la niebla y la F1 respiró.

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