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El primer ministro escocés Alex Salmond
Escocia: Cambio y acuerdo

Escocia: Cambio y acuerdo

Quienes votaron por la independencia saben que, esta vez sí, su autonomía va a sufrir un cambio a mejor que los tres partidos nacionales se han comprometido a proponer

Enrique Vazquez

Viernes, 19 de septiembre 2014, 23:47

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Los escoceses, con una participación record, decidieron el jueves permanecer junto a Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte en el Reino Unido. Seguirán siendo, pues, lo que eran: escoceses y británicos a un tiempo, pero entienden, tanto los que votaron la secesión como la mayoría que optó por la continuidad, haber abierto un tiempo nuevo, una relación mejor, más equilibrada, más útil, más justa. Esto explica la paradoja solo aparente de que cada bando, en particular el primer ministro Alex Salmond, alma del proceso, como el parlamento de Londres y el gobierno del Estado con su primer ministro al frente, hayan mostrado una sincera satisfacción con lo sucedido.

El primer sentimiento ante el desenlace es el de la convicción, infrecuente en política, de que todas las partes han ganado con lo que parece una exhibición de sentido común que debería ser patentada y exportada a varias regiones del planeta. En efecto, quienes votaron por la independencia saben que, esta vez sí, su autonomía va a sufrir un cambio a mejor que los tres partidos nacionales se han comprometido a proponer. El primer ministro conservador, David Cameron, asumió y presentó el plan y con una velocidad que confirma su decisión ya nombró a un peso pesado del país, William Hague para encabezar la comisión pluripartidista que presentará el nuevo pacto. Y el primer ministro Salmond vive horas de justificación y éxito, pues ha puesto a su país en el centro de la atención británica (y, de paso, europea) y entiende mejorar mucho y pronto el autogobierno en el marco del Estado compuesto al que pertenece Escocia desde hace más de doscientos años.

Sin confrontación cultural alguna en el escenario, los insatisfechos con el status vigente llevaron su memorial de agravios a lo práctico: empleo, seguridad, estado social, difusión del poder y capacidad de autogestión de los recursos, distribuidos con criterios más equitativos. Conocido como un viejo socialista

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