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Estado en el que quedó la iglesia de Bojayá tras el ataque de las FARC.
¿A quién piden perdón las FARC?

¿A quién piden perdón las FARC?

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia piden perdón a Bojayá por esa masacre en la que murieron79 personas, de las que 48 eran niños, para pedir perdón simbólicamente a todo un país

PACO GÓMEZ NADAL

Domingo, 21 de diciembre 2014, 08:04

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"Esta guerra si es hijoeputa". De acuerdo. Yo estaba completamente de acuerdo con el muchacho vestido de camuflaje que así consolaba a una compañera que vomitaba de cansancio y horror delante de mí y a pocos metros del frente irregular donde unos 250 paramilitares y algo más de 500 guerrilleros luchaban por controlar un territorio que, a esa hora, ya era un cementerio colectivo sin nombres.

Era la mañana del 4 de mayo de 2002 y frente a nosotros había una barcaza con restos de unos 15 civiles. Un tetris de miembros sin sus pares esperando en bolsas de basura negras que la guerra se tomara un respiro para que sus familiares pudieran enterrarlos. Era lo que quedaba por ordenar de la Masacre de Bojayá, la mayor de la ya brutal historia de Colombia, la que ocurrió ese 2 de mayo cuando guerrilleros de las FARC lanzaron dos pipetas cargadas de metralla (bombas caseras) contra un grupo de paramilitares que se protegían tras la iglesia en la que 150 civiles habían corrido buscando refugio pensando en dios y en las sólidas paredes de cemento tan esquivas en su caserío. Una pipeta pocas veces acierta sobre un objetivo tan preciso.

Cuando las autoridades colombianas pudieron ponerle cifras a lo que había ocurrido en el pequeño pueblito de Bellavista (cabecera del municipio de Bojayá, en el abandonado departamento del Chocó) supimos que fueron 79 personas las que murieron dentro de la capilla, 48 menores de edad entre ellas. Pero esa mañana del 4 de mayo, cuando por fin la guerrilla nos autorizó a llegar hasta la iglesia, lo que pudieron ver mis ojos fue un amasijo de pequeños restos de carne en putrefacción, gusanos, esquirlas y silencio. No había cifras. El fotógrafo Jesús Abad Colorado y yo habíamos logrado entrar en medio de los choques armados con la primera misión humanitaria que se coló en la zona. Aquel día, la exclusiva nos olía a descomposición.

Cruzando el caudaloso río Atrato, en la vecina Vigía del Fuerte, los supervivientes aún eran fantasmas. Seguían los enfrentamientos y el Ejército del Aire bombardeaba desde la ruidosa 'marrana' (DC-3 artillado) sin muchos escrúpulos la zona plagada de civiles atemorizados. Nadie lloraba con demasiada fuerza, ningún herido se quejaba con aspavientos de sus heridas físicas, de su desamparo. En los siguientes días, cuando las armas se callaron, fueron 7.000 las personas que huyeron de la zona y millones de colombianos se enteraron de que Bojayá existía justo cuando acababa de desaparecer.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) pidieron perdón a los representantes de las víctimas de Bojayá el pasado jueves. Lo hicieron en una reunión privada de la que tenemos conocimiento por sendos comunicados. Y Leiner Palacios, uno de los supervivientes de Bojayá, se encargó de decirle a la guerrilla que trasladaría su solicitud de perdón a la comunidad y que será ella quien decida. Al menos, en eso, son soberanas las víctimas de la guerra en Colombia, esa que sólo en sus últimos 25 años ha acabado con unas 220.000 personas, han desaparecido 25.000 y ha desplazado de sus tierras a 4.744.046 personas (Informe ¡Basta ya!, Centro de Memoria Histórica).

En el comunicado de la comunidad, también se le exigió a los paramilitares y al propio Estado colombiano que pidan perdón. Los primeros por haber utilizado a los civiles como escudo humano. Los segundos, por desoír con intención las alertas tempranas que desde días antes se habían lanzado.

Las FARC piden perdón a Bojayá para pedir perdón simbólicamente a todo un país. Lo hacen dentro del proceso de negociaciones de paz con el Gobierno colombiano que desde hace dos años se desarrollan en La Habana. En los últimos meses han reconocido muchas cosas pero esta era la más difícil. Han elegido una masacre que conmovió al país, ocurrida en zona rural (la más afectada por la guerra), que afectó a una minoría muy golpeada (los afrocolombianos) y que aún no ha sido reparada. Las víctimas, una vez más, han dado un par de lecciones. Una ha sido la de exigir que todos los actores de la guerra se disculpen, porque ellas saben que no hay un solo culpable para tanto dolor. Otra, señalar que el perdón es un importante primer paso, pero hay que dar más: tiene que haber justicia y reparación para las poblaciones machacadas por el conflicto y que no tienen asiento permanente en La Habana.

El pueblito de Bellavista desapareció del todo en 2007 cuando el Gobierno movió a su población a un nuevo caserío. La operación fue tan criticada como incontestable. En el lugar donde fue la masacre se reconstruyó la Iglesia y cada año se recuerda a las víctimas. La guerra sigue, aunque ahora los muertos se cuenten de uno en uno, que las masacres dan mala prensa.

La solicitud de perdón de las FARC supone, como mínimo, un poco de justicia simbólica. Lo demás, está por hacer.

*Paco Gómez Nadal fue el primer periodista en entrar a Bojayá tras la masacre. Parte de las historias que allí recogió están en 'Los muertos no hablan' (Aguilar, 2002; Otramérica, 2012).

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