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FAtima, de 17 años, posa en la penumbra para el reportaje. FADEL SENNA (AFP)
Miles de menores sufren un calvario explotadas como 'pequeñas sirvientas' en Marruecos

Miles de menores sufren un calvario explotadas como 'pequeñas sirvientas' en Marruecos

Algunas oenegés afirman que todavía hay niñas de sólo ocho o nueve años empleadas en las casas

COLPISA / AFP

Jueves, 12 de abril 2018, 22:44

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Fatima, Latifa y Hayat trabajaron durante años como 'pequeñas sirvientas' sufriendo el maltrato y la explotación por parte de sus empleadores, un calvario que comparten miles de empleadas domésticas menores de edad en Marruecos, pese a que una ley busca limitar los abusos.

«¡Incluso un animal doméstico recibe mejores tratos!», dijo Fatima, de 17 años, llorando. La joven llegó en busca de ayuda al centro de acogida para mujeres víctimas de violencia Annajda, ubicado en Rabat. «Yo lo único que quería era ayudar a mis padres, ya que me daba tristeza ver la miseria en la que estaba sumida mi familia», dijo murmurando esta adolescente que trabajó durante dos años como 'pequeña sirvienta'.

Para los voluntarios que las escuchan esta historia es habitual. Fatima dejó su pequeño pueblo natal en el sur de Marruecos a los 15 años para trabajar como empleada doméstica en la capital, con la ayuda de un intermediario local, un 'semsar'. «Al principio, me trataban bien. Pero, poco o poco, la violencia se volvió algo habitual», dijo la joven, con una voz temblorosa y la cabeza cubierta por un velo. «La dueña de casa me pegaba, me insultaba, siempre encontraba algo que reprocharme», contó.

La directora del centro Annajda, Fatima El Maghnaoui, dijo que se «trata de una forma de esclavitud». «Una violación (...) de los compromisos internacionales de Marruecos», criticó, señalando que Fatima debería estar en la escuela.

No hay cifras oficiales sobre las 'pequeñas sirvientas'. Pero según un estudio encargado en 2010 por las asociaciones, entonces había en Marruecos entre 66.000 y 80.000 empleadas domésticas de menos de 15 años. «Sufren condiciones de trabajo y de vida degradantes», estas menores vienen muchas veces del campo y son analfabetas, según la asociación de defensa de las mujeres Insaf.

Hace algunas semanas, la historia de Latifa movilizó a la opinión pública después de que la joven de 22 años, que ejercía como asistenta en una casa desde que era adolescente, terminara hospitalizada en Casablanca con quemaduras de tercer grado y con fracturas, que ella dijo que habían sido causadas por su empleador que la «martirizaba». Ahora ayudada por la Insaf, vive en un centro de acogida.

Para Fatima, la jornada de trabajo comenzaba a las 7 de la mañana y se terminaba muy tarde en la noche «a veces a las tres de la mañana». «Yo dormía en la terraza, con frío, como un animal doméstico. Tenía que comer los restos y siempre me dolían los pies por estar tanto de pie», contó la joven. Además, sin recibir ningún salario.

«Habíamos convenido un salario de 800 dírhams por mes (70 euros, 86 dólares, es decir un poco menos de un tercio del salario mínimo) pero no recibí ni un céntimo», contó. Cuando exigió su paga, después de un año de trabajo, la dueña de casa le confiscó su carnet de identidad y le impidió el contacto con su familia.

Entonces, fue cuando decidió huir a pesar de los obstáculos. «Yo no conocía a nadie, no tenía dinero y no sabía ni siquiera la dirección de donde trabajaba», dijo. Finalmente, un joven del barrio la ayudó a contactar con una tía que vivía en Salé, una ciudad vecina de Rabat, y ella «puso fin a su calvario».

Omar Saadoun, responsable del programa de la lucha contra el trabajo infantil en el Insaf, explicó que, al igual que Fatima, el destino de las «pequeñas sirvientas» se gesta muchas veces en el entorno rural, la pobreza y la ignorancia de los padres. En algunas zonas rurales, «la niña es considerada como inferior al varón, entonces es la primera en ser sacrificada para encontrar fuente de ingresos complementarios, ya sea casándola o enviándola a trabajar como empleada doméstica», explicó.

Una ley promulgada a mediados de 2016, esperada por años después de debates interminables, fijó a los 18 años la edad mínima para las empleadas domésticas, poniendo en teoría fin al trabajo infantil, hasta entonces muy extendido. El texto impone un contrato de trabajo, un salario mínimo, un día de descanso semanal, vacaciones y multas para los empleadores en caso de infracción.

Sin embargo, autoriza durante cinco años más el empleo de adolescentes de entre 16 a 18 años. «Es necesaria una estrategia global (...) Esta ley no presenta ninguna garantía, ya que no hay un dispositivo de acompañamiento, para la reinserción, la identificación de las familias. Muchas empleadas domésticas menores de edad no conocen ni siquiera la dirección de sus empleadores», destacó Omar Saadoun.

Pese a la nueva normativa, las oenegé, incluyendo la asociación Insaf, afirman que todavía hay niñas de sólo ocho o nueve años empleadas en casas.

Después de años de maltrato y de explotación, muchas sufren todavía las secuelas, como Hayat de 38 años, que comenzó a trabajar con nueve. «Cuando pienso hoy, 30 años después, esto me sigue entristeciendo. Mi infancia fue sacrificada», confió en una entrevista telefónica. «Mi primer empleador me maltrataba (...) Me humillaba constantemente. Era agotador. Yo no tenía la fuerza necesaria para los trabajos domésticos», dijo, contando que hoy hace todo lo posible para que sus hijos «no pasen por lo mismo».

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