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El pescador sin lago

El pescador sin lago

El Poopó escupió a la orilla miles y miles de cadáveres plateados hasta vaciarse de vida

carlos benito

Martes, 9 de febrero 2016, 01:53

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Primero murieron los peces. En noviembre de 2014, en tres oleadas sucesivas, el Poopó escupió a la orilla miles y miles de cadáveres plateados hasta vaciarse de vida: unos atribuyeron el desastre a las altas temperaturas y a esos ásperos ventarrones que azotan cada vez más a menudo la zona, otros culparon a la minería que emponzoña el río Desaguadero, pero el caso es que el Poopó se quedó sin aquel tesoro de pejerreyes que había llegado a alimentar a quinientas familias.

Ahora ha desaparecido el lago mismo, el segundo más grande de Bolivia después del Titicaca. El terrible desenlace se veía venir desde hacía tiempo, porque el calentamiento y los malos manejos hidrológicos habían reducido el agua a una lámina que más parecía un espejismo, pero aun así nadie acababa de creérselo cuando el pasado diciembre se terminó de secar. Hombres como René Valero, el nativo uru de la foto, conservan sus barcas amarradas a estacas en mitad del desierto salino, nostálgicos de su oficio perdido de pescadores. En el suelo resquebrajado, inútil para la agricultura, se reconocen amasijos de plumas que una vez fueron flamencos o pájaros zambullidores, y los habitantes de la ribera aseguran que el viento, como insinuando un augurio para ellos, les trae un inconfundible olor a muerte.

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