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Una máquina de exclusivas

Una máquina de exclusivas

La redacción de 'The New York Times está muy lejos de los Alpes, pero desde allí se soltó la primicia de que Andreas Lubitz estrelló el avión en un acto voluntario

JULIA FERNÁNDEZ

Jueves, 2 de abril 2015, 01:54

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El pasado jueves, las portadas de los periódicos digitales de medio mundo dibujaban el horror que se vivió en el vuelo 4U9525. Uno de los pilotos del avión alemán de Germanwings que se estrelló 48 horas antes en los Alpes franceses tras despegar de Barcelona estaba fuera de la cabina cuando ocurrió. Aporreaba la puerta, bloqueada, mientras la aeronave descendía hasta acabar hecha pedazos en el macizo de Trois-Evêchés. Ningún portavoz de la investigación había revelado tal detalle. Era una exclusiva. Pero de ningún medio español, ni germano, ni galo: la dio The New York Times. Dan Bilefsky, corresponsal en París, y Nicola Clark, especialista en información del sector aeronáutico con base en Francia, consiguieron la primicia gracias a un «militar francés» presente en el análisis de la única caja negra encontrada. Los demás medios maniobraron a rebufo. El tiempo ha confirmado punto por punto el scoop y apuntalado la reputación de la Dama Gris de la prensa americana.

«Todas las noticias aptas para ser publicadas»

  • uNA LARGA TRAYECTORIA

  • Este es el lema de The New York Times desde 1897, un año después de que Adolph Ochs se hiciera con el diario que fundaron el político del Whig Party Henry Jarvis Raymond y el exbanquero George Jones. Con él pretendían diferenciarse del amarillismo de la competencia, liderada por William R. Hearst.

  • 1851 es el año de fundación del periódico. Entonces se llamaba New York Daily Times. Se acortó seis años más tarde.

  • El accionista Carlos Slim

  • El millonario mexicano es su principal accionista individual desde enero. Tiene el 16,8%. El resto pertenece a los Ochs Sulzberger. En 2009, prestó a la corporación del diario (Times Company) 233 millones de euros para superar la crisis.

Este periódico, que nació el 18 de septiembre de 1851 en la Gran Manzana, es un referente para todos los medios del mundo. Muchos lo consideran «la biblia». En su sede de Manhattan guarda 116 premios Pulitzer, los auténticos Oscar del oficio. «Salir en The New York Times te cambia la vida. Lo dice Mercedes Gallego, corresponsal de este periódico en la ciudad. No exagera. Hace año y medio, su amiga Esther Perel, sexóloga de profesión, apareció en la portada de un suplemento de moda y estilo. Desde entonces «su vida no es la misma». Su fama se disparó.

Lo más llamativo de este asunto es que este diario, «el más prestigioso del mundo», es «local». «Su público objetivo es el de Nueva York», explica Miguel Ángel Jimeno, profesor de Periodismo en la Universidad de Navarra y autor del blog La buena Prensa. Y tampoco es el primero en ventas. Le superan el USA Today (sensacionalista) y The Financial Times (orientado a la economía y los negocios). La Dama Gris despacha unos 680.000 ejemplares entre semana y 1,2 millones los domingos. Este día, cuesta 4,6 euros y en el kiosco «te dan una bolsa para que te lo lleves». Lo que publica tiene eco en los lugares más insospechados. Y hasta se convierte en noticia. Como cuando en septiembre de 2012 sacó un reportaje sobre España que resumía la salud del país con una fotografía de un hombre rebuscando en la basura.

«Es una fuente de información progresista e independiente», señala Robert Royal, corresponsal en España de la agencia estadounidense Black Star. En 2011, el departamento de Defensa de EE UU desclasificó los Papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam. Son la prueba de que varios gobiernos mintieron a los ciudadanos sobre un tema trascendental para la sociedad. The New York Times ya lo había contado treinta años antes, gracias a las revelaciones del funcionario Daniel Ellsberg. Fue un hito del periodismo y puso de los nervios al presidente Nixon, que trató de censurarlo. Más reciente es el asunto de Edward Snowden, que le filtró documentos de alto secreto sobre varios programas de la Agencia de Seguridad Nacional. Otro: en 2012 destapó un caso de sobornos en la filial mexicana de los grandes almacenes Wal-Mart para aumentar su cuota de mercado. Aunque también se ha despistado con alguna exclusiva. La más famosa, la del caso Watergate. Su redactor Robert Smith tenía datos sobre el robo de documentos del partido demócrata y los dejó pasar, como su jefe. Semanas después, Garganta Profunda se lo contó todo a The Washington Post. El escándalo obligaría a dimitir a Nixon dos años después.

La figura del filtrador es una de las bases de su periodismo, el de investigación, al que se dedica casi en cuerpo y alma. Puede tener a varios redactores trabajando en un tema durante meses. «Da prioridad al rigor, no al dinero», señala Ramón-Darío Molinary, estadounidense y presidente de la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera (ACPE). «Su apuesta es la información», apostilla Jimeno. «Llevan las riendas» y «planifican» al milímetro qué dar y cómo, aunque implique dejar fuera algo, una tendencia contraria a «la obsesión» actual por «meter todo» en un espacio limitado. Por supuesto, esto no se hace sin dinero. «Ser la referencia implica tener periodistas donde está la noticia». Y pagarlos, claro. Según calculaba The New York Times en 2009, la mayoría de sus redactores se embolsaba unos 71.000 euros al año. El sueldo medio en España ronda los 25.000. Y en Manhattan, 57.000. Aunque no todos los profesionales quieren quedarse. Algunos han salido corriendo.

Luces y sombras

La información también se controla. «Pasa muchos filtros», explica Mercedes Gallego, que en 2009 consiguió adentrarse en el búnker de la 8ª Avenida para contarlo en este diario. ¿Es el paradigma de la objetividad? «No antepone los intereses crematísticos-políticos de sus propietarios» a la información, defiende el presidente de ACPE. Aunque hay que añadir un matiz: el verano pasado, defendió los bombardeos israelíes al pueblo palestino. Sus dueños, los Ochs Sulzberger, son de origen judío.

Pese a todos los controles un artículo pasa por varias secciones que se encargan de corregirlo y hasta de contrastarlo de nuevo, y cuando afecta a la estabilidad del país se informa al mismo Gobierno, The New York Times no tiene un expediente inmaculado. Se tragó el cuento de las armas de destrucción masiva en Irak. Judith Miller, una de sus estrellas por aquel 2002, publicó informaciones sobre el hallazgo de parte del supuesto arsenal químico reveladas por el líder de la oposición iraquí, Ahmed Chalabi. Todo era mentira. En 2004, cuando el Gobierno renegó de Chalabi, el diario se retractó y Miller negoció una indemnización para irse. «No es perfecto», aclara Molinary.

Meses antes, otro periodista había sido despedido. Jayson Blair tenía 22 años cuando ingresó en la empresa como becario. En 200 días firmó 73 reportajes y cooperó en muchos más, un índice de productividad brutal. Elaborar un artículo en solitario no es fácil: «A veces solo publicas tres líneas en uno que compartes con otros tres redactores». A los 27, salió por la puerta de atrás: descubrieron que muchas de sus noticias eran plagios e invenciones. La cúpula directiva presentó su dimisión. Esta es otra de las diferencias: asume consecuencias y «pide perdón».

Eso tampoco le libra de críticas feroces. En 2005 publicó con trece meses de retraso el informe de la Agencia Nacional de Seguridad sobre las escuchas telefónicas y la vigilancia sin orden judicial a ciudadanos estadounidense en su lucha contra el terrorismo. No lo quiso revelar antes, pese a contar con toda la información, al estar bajo la psicosis del 11-S y por presiones de la Administración Bush. Lo contó hace dos años su director de entonces, Bill Keller. El actual es Dean Baquet, el primer hombre negro que ostenta el cargo. Accedió a él en mayo para suceder a la primera mujer que lo logró, Jill Abramson, cesada a los 36 meses. Las razones exactas nunca han trascendido, pero los propietarios del periódico la acusaron de «un problema con la gestión de la redacción». Sus defensores (y ella misma) deslizaron que había cierto machismo en la decisión. Durante su mandat, transformó la mancheta promocionando a «periodistas fantásticas que se lo merecían».

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