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La escritora Carmen de Icaza recita versos de su padre en la Alhambra
Tras las huellas granadinas de los Icaza

Tras las huellas granadinas de los Icaza

Sonsoles, la protagonista de la exitosa serie ‘Lo que escondían sus ojos’ era hija de Francisco de Icaza, autor de los versos "Dale limosna mujer..." y de Beatriz de León, una mujer con raices granadinas

Amanda Martínez

Lunes, 19 de diciembre 2016, 10:41

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Cuentan de Sonsoles de Icaza y León (Ávila 1914-Madrid, 1996), que era inteligente, moderna y tan bella que «cuando caminaba por la Gran Vía, las

mujeres se giraban». Así se lo contó el modisto Elio Berhanyer a Nieves Herrero, autora del libro en el que se basa la popular serie que emite Telecinco. Musa de Balenciaga, la marquesa de Llanzol era considerada como una de las mujeres más elegantes de España. Seguramente esa belleza y distinción fueron cualidades que heredó de su madre, Beatriz de León y Loynaz, «una mujer muy rica y muy guapa, que dicen que fue el amor de Alfonso XII», recuerda el periodista José Luis Kastiyo citando un artículo de Mercedes Sanz Bachiller. Beatriz conquistó el corazón de Francisco de Icaza, el poeta mejicano que dedicó a Granada uno de los piropos más apasionados que se hayan escrito nunca a una ciudad.

Ascendencia granadina

En la sección Ecos de Sociedad del Imparcial del 27 de enero de 1985, se da cuenta del suntuoso baile organizado en casa de la marquesa de Squilache: «Una bella cubana se destacaba en primer término entre aquel conjunto de hermosuras (...) la señorita Beatriz de León atraía todas las miradas, no llevaba ni una flor, ni una joya, pero su espléndida belleza, de líneas clásicas, se destacaba de entre la seda y las gasas azules de su traje, como se destacan las figuras de los ángeles, entre fondos de nubes que circundan las concepciones de Murillo». El 21 de noviembre de aquel mismo año se casó con el diplomático Francisco de Icaza, secretario de la embajada de Méjico en España. Él tenía 32 y ella 17.

Beatriz había nacido en La Habana y era hija y nieta de una estirpe de oficiales de Caballería, maestrantes de Granada, y sobrina de la marquesa de Squilache, fundadora de la fábrica del Pilar de Motril. Pero, además, su bisabuela paterna, María de los Dolores Navarrete, nació en la capital. Los vínculos con esta tierra no son estrechos, pero los hay.

Su abuelo, Carlos de León y Navarrete (1817-1867), fue condecorado junto a dos de sus hermanos por su comportamiento heroico en la Primera Guerra Carlista. Un balazo en la rodilla, recibido en combate, le valió la Cruz de San Fernando y la amputación de una pierna, que le obligó a abandonar el servicio activo para desempeñar diferentes cargos en la administración. Podría ser que una de sus responsabilidades laborales le trajeran a Granada donde pasó alguna temporada. Más tarde se marchó a Cuba donde trabajó como Administrador general de Correos y fue ministro supernumerario del Tribunal de Cuentas de la colonia. Se casó dos veces. De su primer matrimonio nacieron cinco hijos, entre ellos Pilar y Carlos de León y Gregorio, dos personajes en los que detenerse para seguir las huellas de los Icaza en Granada.

Benefactora de Motril

Está claro que las mujeres de esta familia eran unas adelantadas a su tiempo. Pilar de León y Navarrete, para la que Alfonso XIII creó el título de Marquesado de Squilache, se casó en segundas nupcias con Antonio Mantilla de los Ríos, marqués de Villamantilla, periodista y diplomático que ejerció como embajador en Washington y Constantinopla. Con él Pilar viajó por todo el mundo. Tras quedar viuda se instaló en Madrid, en un elegante palacete en la calle Barquillo que se convirtió en punto de encuentro de lo más granado de la aristocracia madrileña. En 1882 una sociedad en la que participaba la marquesa construyó la fábrica de azúcar del Pilar de Motril, que fue bautizada así en su honor, aunque la verdadera relación de la marquesa con el municipio granadino comenzó poco después, tras su enlace con Martín Larios. Así lo cuenta el investigador Alberto Manuel Gay de Heredia en su interesante blog sobre la historia de Motril De Castro ero y bailar no sepo: «algunas de las propiedades que la sociedad Hijos de Martín Larios (dueña del ingenio azucarero de Nuestra Señora de la Cabeza) tenía en la comarca debieron recaer sobre su persona». Preocupada por sus negocios, la aristócrata visitaba continuamente el municipio e incluso acondicionó una casa anexa a la fábrica donde se instalaba en cada una de sus visitas. En 1903, poco después de la muerte de su tercer esposo, vendió la fábrica a la Sociedad General Azucarera de España. En la actualidad, una avenida en Motril la recuerda.

Su hermano Carlos siguió los pasos de su padre y hay documentación que lo sitúa como administrador principal de Correos en Puerto Príncipe. Existen muchas lagunas que impiden trazar una completa biografía de estos personajes. Alberto Gay ha encontrado un ejemplar de La Correspondencia de España, fechado el 18 de septiembre de 1881, en el que se informa de que se encuentra preso en el Castillo de San Severino de Matanzas por «fraudes en las contribuciones». En Cuba se casó con María Josefa de Loynaz de cuya relación nacerían dos hijos, Rodrigo y Beatriz, la esposa de Francisco de Icaza.

Ser ciego en Granada

Beatriz enviudó a la edad de treinta años, pero siempre destacó entre la alta

sociedad madrileña en la que «brilló por su inteligencia y simpatía». Fue dama de la Real Orden de la Reina María Luisa y era frecuente ver su nombre entre las audiencias del rey y en las aristocráticas fiestas de las que puntualmente informaban periódicos como Abc. El matrimonio tuvo cinco hijos, Carmen, Ana María, Francisco, Sonsoles y Mari Luz que falleció en 1922 a los 18 años.

Carmen de Icaza, su primogénita, comenzó a trabajar para ayudar a la familia. Primero de periodista, firmando en los diarios Sol y Ya, más tarde como escritora de éxito con libros de género rosa, como Cristina de Guzmán, profesora de idiomas un auténtico best seller. En Granada, hay una calle en el barrio del Zaidín que la recuerda.

El 27 de junio de 1957, durante la celebración del Festival de Música y Danza, el director general de Bellas Artes, Antonio Gallego Burín, invitó a la escritora a la inauguración de una placa, colocada en un mirador a los pies de la Alcazaba, que recordaba los versos de su padre: «Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser ciego en Granada». La emocionada autora, para la que las evocadoras sílabas del nombre de Granada tenían una «fabulosa resonancia de cuento y prodigio», recordó que su padre, aún siendo adolescente, se había creado la visión de Granada como la de un «paraje mágico, de un lugar de ensueño que un día iría a conocer». Lo hizo por primera vez a la edad de veinte años y volvió en viaje de novios con Beatriz. Durante un paseo de la pareja por la Alhambra, un ciego tendió la mano para pedir una limosna, momento en el que, de manera espontánea, surgieron esos versos.

La relación de la familia con los Festivales continuó. El periodista José Luis Kastiyo conoció a Sonsoles, marquesa de Llanzol, en una de sus visitas a la ciudad. Culta y aficionada a la música recuerda Kastiyo que «no era especialmente guapa, pero destacaba por su personalidad y estilo». Su grupo, que no se perdía un concierto de Ataúlfo Argenta con la Orquesta Nacional, era habitual de las tertulias que la duquesa de Lécera organizaba en el Carmen de la Antequeruela, la que había sido residencia de Falla. En sus visitas a Granada se fraguó una amistad de los marqueses de Llanzol con Manuel Sola y junto a él estuvieron en 13 de mayo de 1964 en Madrid cuando Franco condecoró con la cruz al Mérito Civil al alcalde granadino.

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