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Imagen del Darro sin cubrir en 1936.
Los misterios del Embovedado

Los misterios del Embovedado

Una historia de ladrones, duendes, desaparecidos y leyendas en torno a la cubierta del Darro

Amanda Martínez

Sábado, 24 de octubre 2015, 00:15

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En 1935 el proyecto de construcción del Embovedado tenía no pocos detractores. Este diario estaba entre ellos y no solo por motivos de estética sino por «la cantidad de misterios que ha metido en Granada, ciudad luminosa, de cielos límpidos y contraluces alegres, la cobertura del Darro, que dio origen a esta inmensa cueva llena de sombras que cruza de través toda la población», decía un artículo de IDEAL firmado con el pseudónimo de Zirto en la sección Siluetas y momentos y publicado el 26 de octubre de aquel año. Según contaba el artículista, el subterráneo se había convertido en un escondite perfecto para maleantes, pero, a esto hay que añadir, que los tiempos que corrían eran complicados y este diario mostraba sin tapujos su temor a que el conflicto político, que desencadenó en la fatídica Guerra Civil, hiciera estallar por los aires el corazón de la ciudad con algún artefacto colocado en sus entrañas.

Y este temor se fue contagiando. Puede que a él se deban apariciones como la de ese duende que conmocionó con sus diabluras al vecindario durante aquel verano. Lo descubrió la noche del 21 de julio un clérigo que vivía junto a la iglesia de Santa Ana. Los gemidos y lamentos de aquel demonio obligaron a los vecinos a hacer guardia día y noche junto al pretil del Darro pero, tras varios días de vigilia, con la guardia de asalto y la policía recorriendo la bóveda, nadie pudo encontrar el origen del extraño fenómeno «un demonio, un aparecido que corría de un lado hacia otro del cauce y que parecía flotar en las tinieblas». Eso sí, los vecinos pidieron públicamente que «se regase el río con agua bendita para ahuyentar a aquella encarnación del maligno» tal y como lo cuenta César Girón en sus Curiosidades Granadinas.

Aquello venía a cuento porque durante el octubre de 1935, alguien vio entrar a un anciano trapero, de los que se dedican a buscar por las calles trapos viejos, en el embovedado del río por la plaza de Santa Ana pero no lo vio salir. Se dio aviso a los bomberos y a la guardia de asalto que entraron en el cauce y, tras efectuar un minucioso registro, comprobaron que no había nadie. Puede que el anciano saliera por la otra boca de la bóveda, pero nada más se supo y esta historia se sumó a los misterios en torno a la bóveda del río.

El robo de la joyería

El mes de diciembre de 1934, un grupo de malhechores planeó el robo del siglo. Su objetivo fue la joyería «La Purísima» que estaba en la calle Reyes Católicos. La banda, capitaneada por un conocido pistolero malagueño que se paseaba por la ciudad como un dandy, vestía de forma elegante, se alojaba en los mejores hoteles y conducía un Buick, habían construido un túnel por el colector del alcantarillado de la calle Príncipe que desembocaba en el sótano de la tienda. Lo descubrieron los agentes que, equipados con trajes de agua, botas de goma y linternas, entraron en el subterráneo por la embocadura del antiguo Puente de Castañeda. Los delincuentes debieron de tardar unos siete días en la construcción del túnel que tenía una altura de una persona y unos 80 centímetros de ancho e incluso llegaron a abrir el butrón que daba al sótano de la joyería. Cuando los agentes inspeccionaron el subterráneo descubrieron huellas junto a la pared de otra joyería de la zona y en bajo del Banco Español de Crédito.

Un tesoro escondido

En 1951 corría por la ciudad el rumor de que un tesoro se ocultaba bajo el embovedado. Al parecer alguien vió a una pareja de turistas discutiendo acaloradamente en Puerta Real a la altura del hotel Victoria. Irritada, la mujer se quitó el anillo y lo tiró por uno de los respiraderos del río. La historia del anillo, que publicó este periódico, despertó el espíritu aventurero de los granadinos y cargados con antorchas y linternas, varias cuadrillas se lanzaron a las húmedas y tenebrosas oscuridades del Darro en busca de la valiosa sortija. El anillo no apareció, pero cuentan que desde aquel día el limpiabotas de la plaza de la Trinidad, al que llamaban El Cojo, no había vuelto a restregar betún...

Quizás se topara en su aventura con Haifa, la Sultana del río, la mujer del curtidor Yusef. Bella e infiel fue asesinada por su marido, agobiado por las deudas que le dejaba su esposa que exigía las mejores sedas y joyas. Cuando intentó, arrependido, recuperar su cadáver para darle santa sepultura, éste había desaparecido. La tinaja en la que Haifa había estado oculta durante siglos, permaneció intacta y cuantan que sigue cubierta por el embovedado. Así que, cuando un hombre se adentra por las entrañas del río es mejor que lleve una buena bolsa de oro o sea buen amante, porque su peaje por pasar por el inframundo puede costarle la vida si no satisface a su guardiana Haifa «La sultana».

Hay una Granada subterránea, oscura y misteriosa, que nos conecta directamente con el pasado.

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